Que un relato interese al lector tiene que ver con un gran cúmulo de factores, y es imposible —ni siquiera es recomendable— controlarlos todos. Pero lo que está claro es que, como escritor, no has de dar por hecho que el lector se quedará prendado con lo que escribas por el hecho de que a ti —que tienes la historia en tu cabeza— te parezca apasionante. Digamos que te lo tienes que ganar, has de ir construyendo la narración de una forma en la que en todo momento el lector pueda recrearla en su cabeza y, a la vez, esté deseando saber qué va a ocurrir a continuación. Forma y fondo —no lo olvides— han de estar unidas en literatura. Es decir, por muy profundo que sea el fondo, si no lo presentas de la forma adecuada, el lector no tendrá acceso a esa significación.
A continuación, te voy a dar algunos trucos argumentales para que puedas encontrar un molde adecuado para tus ideas:
Que la temática de tu relato, al aplicarla al argumento, encierre una paradoja, un quiebro, algo que no encaja. Clic para tuitear
1. Parte de una paradoja
Partiendo de la base de que es bueno que sepas de qué trata tu relato (no es lo mismo hablar de amor que de traición, ni hablar de la soledad que de la ausencia, etc.), no es suficiente desarrollar una temática a lo largo de la narración. Es aconsejable que esa temática, al aplicarla al argumento, encierre una paradoja, un quiebro, algo que no encaja. Por poner un ejemplo clásico: en El Quijote no se nos habla tanto de la locura, sino de la cordura dentro de la locura y de la locura dentro de la cordura. Esa premisa ya encierra una paradoja
Así que esto te puede servir como truco en la misma génesis de tu historia. Cuando te plantees cuál es la temática de la que estás hablando, que ha de poder resumirse en dos o tres palabras abstractas, añádele algo que resulte contradictorio o paradójico, porque justo eso será lo que (cuando inventes los hechos concretos que apuntarán a esa significación) dará interés a tu historia y enganchará al lector desde la primera línea.
2. Empieza por el final
Este es un consejo que daba Edgar Allan Poe en su libro Filosofía de la composición, en el que decía:
Si algo hay evidente es que un plan cualquiera que sea digno de este nombre ha de haber sido trazado con vistas al desenlace antes de que la pluma ataque el papel. Solo si se tiene continuamente presente la idea del desenlace podemos conferir a un plan su indispensable apariencia de lógica y de causalidad, procurando que todas las incidencias, y en especial el tono general, tienda a desarrollar la intención establecida.
Esto es un poco exagerado, porque no en todos los relatos es necesario saber el final desde el primer momento en que te pones a escribir, pero sí es algo que puede servir como truco para dotar a un argumento de interés desde el principio. Si ya desde el comienzo estás introduciendo indicios que estén apuntando al final, esa es una manera de que el lector quiera saber qué va a ocurrir a continuación.
Otra variante de esto vendría dada por la famosa cita atribuida a Antón Chéjov:
Si al comienzo de un relato se ha dicho que hay un clavo en la pared, ese clavo debe servir al final para que se cuelgue el protagonista.
Yo añadiría que ese clavo, para que sea un indicio y genere interés, no ha de pasar totalmente inadvertido al principio del relato, sino que es bueno que cumpla una función diferente a la que cumplirá al final. Sin que el lector pueda deducir que ese clavo será de donde se cuelgue el protagonista, ha de adquirir cierto grado de interés o cierto halo de misterio. Por ejemplo, puede ser donde el protagonista cuelgue el abrigo cada vez que entra en casa, en lugar de colgarlo en el perchero, de una forma ciertamente maniática y poco eficaz, porque eso hace que sus abrigos sistemáticamente se desgarren por la parte interna, lo que a su vez le lleva a despotricar y estresarse, pero no a cambiar de costumbre.
3. Que tu personaje sea llamativo
Esto no es algo tan necesario en la novela, pero sí en el relato. Al ser un género breve, no hay mucho espacio para atrapar al lector. Hay que encandilarle en el primer párrafo, y qué mejor forma de hacerlo que a través de un personaje llamativo, con características tales que no nos quede más remedio que querer saber cuál va a ser su destino. De hecho, los personajes de relato breve suelen tener un toque de caricatura, algo que no tiene por qué suceder con los personajes de novela.
Cuidado, que esto no quiere decir que tus personajes hayan de ser equilibristas, atracadores de bancos o aventureros. Puedes crear un personaje anodino, pero entonces habrás de buscar la forma de que sea llamativamente anodino.
Como ejemplo, el protagonista del relato «El inspector de equipajes», escrito por Eloy Tizón y que aparece en su libro Parpadeos, es un aburrido y anodino inspector de aduanas al que su mujer abandona por alguien más interesante. Pero a la vez que resulta anodino, tiene un loro que no para de soltar blasfemias, se pone como meta absurda ahorrar un millón de pesetas o resulta «dulce» para él «hundir las manos en las maletas de los viajeros, amasar por un momento los tejidos comprimidos en sus nichos con llavines y correa, sentir en un sofocante segundo de excitación, que él tenía el poder de decidir un futuro, el de él y el de otros, de encontrar algo ilegal en la bola de ping-pong de un calcetín sospechoso o en el humo de una media».
4. ¿Qué se juega tu protagonista?
Cuando idees un relato, ten en cuenta que cada situación que inventes, cada escena que narres, ha de poner a tu personaje en una tesitura en que se esté jugando algo gordo. Clic para tuitearEl protagonista de tu relato ha de jugarse algo en todo momento. Has de ponerle en situaciones peligrosas, no necesariamente en un sentido físico, pero sí al menos en el plano emocional. En el relato que mencionaba en el párrafo anterior, a nosotros como lectores nos puede parecer una tontería que el protagonista se obsesione en ir ahorrando poco a poco un millón de pesetas (y más a día de hoy, que las pesetas ya no existen ;-)). Pero para él es importante; si no lo consigue se vendrá abajo. Y una vez que, como lectores, nos identifiquemos con él, también será importante para nosotros.
De modo que, cuando idees un relato, ten en cuenta que cada situación que inventes, cada escena que narres, ha de poner a tu personaje en una tesitura en que se esté jugando algo gordo. Te diré más: ante esa situación, además, ha de haber varias posibles salidas (al menos dos), y el lector no puede saber de antemano por cuál optará el protagonista. Esto le mantendrá enganchado a lo largo de toda la narración, ya que siente ansiedad por lo que le puede pasar al personaje con el que está identificado, y además no sabe cómo va a salir de esa tesitura. No le queda más remedio, pues, que seguir leyendo.
5. Introduce cocodrilos en tu relato
Bueno, pueden ser caimanes o dromedarios también ;-). Ahora en serio, esta es una expresión que acuñó Ángel Zapata en su libro La práctica del relato. Manual de estilo para narradores, en que dice:
Hay que evitar lo previsible, porque le resta visibilidad a cualquier narración. En la vida diaria […] las cosas, los objetos, nos pasan desapercibidos con muchísima facilidad. Están ahí, pero no los vemos. Contamos con ellos, sí, y en cambio les prestamos una atención sumaria y prescindidora.
Termino de explicarlo con un ejemplo. Veréis: imaginad que dentro de un rato vais al dormitorio de vuestra casa a buscar un cepillo para la ropa. Llegáis al dormitorio, abrís el armario, tomáis el cepillo… y ahora os dirigís hacia el perchero del recibidor, del que cuelga el abrigo que tenéis intención de cepillar.
En una acción como esta, rutinaria y común: ¿vosotros diríais que habéis visto la cama del dormitorio? […] Bien… pues ahora imaginad la misma acción con una ligera variante: en el momento en que llegáis al dormitorio en busca del cepillo, hay un cocodrilo de dos metros roncando plácidamente en vuestra cama.
[…] con la misma nitidez exacerbada con que veríais vuestra cama si la encontraseis ocupada por un cocodrilo, exactamente igual tiene que ver el lector cada una de las acciones, los escenarios, los objetos y los personajes que hagáis aparecer en vuestros textos de ficción. Para ello, ya os digo, todo el secreto está en huir de lo previsible. En poner a roncar un cocodrilo en cada uno de los episodios, los párrafos y las frases.
«Cocodrilos», entonces, sería toda clase de efectos visuales que iluminan (como potentes flexos) lo que sucede alrededor y que permiten que el lector vaya visualizando la historia y rellenando los huecos con su propia imaginación.
Un ejemplo de «cocodrilo» que me viene a la mente está en el comienzo del relato «Visor», de Raymond Carver:
Un hombre sin manos llamó a mi puerta para venderme una fotografía de mi casa. Si exceptuamos los ganchos cromados, era un hombre de aspecto corriente y tendría unos cincuenta años.
Un fotógrafo con ganchos en lugar de manos… Guau… ¿Alguien sería capaz de no seguir leyendo? Esos ganchos, nunca mejor dicho, actúan de anzuelos para el lector, de los que ya no se podrá desprender hasta que termine el relato. Y ni siquiera entonces (yo por lo menos aún estoy atrapada por ellos ;-)).
Así que te sugiero que infestes tus relatos de cocodrilos, porque es uno de los trucos más eficaces de ese mago que ha de ser todo buen escritor.
6. Mete en líos a tu personaje
Esta es una estrategia muy obvia, pero no todos los aprendices de escritores la tienen en cuenta. A ningún lector le apetece leer cómo un personaje se levanta de la cama, se va a la ducha, se viste, se hace un café, sale de casa, espera el autobús… Todo eso no interesa. ¿Por qué? Porque el lector quiere ver cómo el personaje lo pasa mal. Sí, así de crudo.
Te voy a poner un ejemplo: si al protagonista de la historia le toca la lotería, el lector protestará: «Sí, hombre, vaya casualidad… No me lo trago». Sin embargo, si al protagonista se le cae un tiesto en la cabeza al salir de su casa, se lo llevan al hospital y la ambulancia tiene un accidente de camino, y de pronto hay un terremoto, el lector estará encantando, esperando a ver cuál es la próxima calamidad que le ocurrirá al personaje. Las casualidades «buenas» no nos las tragamos, pero las «malas», sí.
Y no es que el lector sea un sádico al que le encante ver sufrir a la gente. Es más bien todo lo contrario: como lectores, queremos que nos muestren cómo se sale airoso de las situaciones difíciles, quizá porque la auténtica felicidad no proviene de que nos pasen cosas superguays (como que nos toque la lotería) sino de poder afrontar las dificultades y sacar partido de las adversidades: de atravesar (emocionalmente hablando) por accidentes y terremotos.
Así que, no lo dudes, mete en muchísimos líos a tus personajes… siempre que luego sepas cómo sacarlos de ellos, eso sí.
7. Mezcla dos historias
Este es un truco buenísimo, y no demasiado evidente. Proviene de una consigna del escritor Ricardo Piglia:
En uno de sus cuadernos de notas, Chejov registró esta anécdota: «Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida». La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.
Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse), la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.
Se pueden sacar conclusiones muy interesantes de lo que dice Piglia, pero aquí me interesa solo proponerte un truco, para cuando te quedes atascado con una historia que no acaba de darte mucho juego. Cuando te pase eso, trata de mezclarla con otra línea argumental con la que haga contraste y que, a la vez, pueda complementarla. O sea, trata de contar dos historias en una. Eso aportará interés y riqueza a tu relato, y enganchará a tus lectores sin remisión.
Como ejemplo propio, recuerdo que hace muchos años quería escribir un cuento sobre un hombre que, un buen día, se levantaba con la decisión tomada de dejar a su mujer, con la que llevaba un matrimonio armonioso y pacífico de muchos años. No sabía de dónde había salido esa decisión, y eso le inquietaba muchísimo. Este era el argumento básicamente, pero me fallaba algo, me parecía demasiado simple. Hasta que se me ocurrió mezclarlo con otra idea que tenía (para otro relato, pero que también se me hacía demasiado sosa), que tenía que ver con un niño que siempre había querido tener un cochecito de pedales, y se lo pedía reiteradamente a los Reyes Magos, hasta que un día los Reyes Magos le trajeron una bicicleta (el niño ya era demasiado mayor para un cochecito de pedales), y la decepción fue mayúscula. Aparentemente eran dos historias que no tenían nada que ver, pero al mezclarlas en un solo relato, se daban sentido mutuamente. El niño y el hombre eran el mismo, evidentemente. El relato se tituló (no podía ser de otra forma) «Deseo». Personalmente, sigo persiguiendo —sin éxito— mi cochecito de pedales, como el profético personaje de aquel relato.
8. Una bomba debajo del sofá
Este truco proviene del genial Alfred Hitchcock, que definió el suspense de esta manera:
Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Esto es el suspense.
Tu personaje puede estar tan tranquilo charlando con su mejor amigo, pero tú, como escritor, puedes haber introducido los indicios necesarios para que el lector sepa que una nube muy negra se está cerniendo sobre él. Él no lo sabe todavía, concentrado como está en tratar de desentrañar su conflicto poco a poco, pero el lector está ya dos pasos más allá y le entran ganas de gritarle: «¡Cuidado!, ¿no ves que te está engañando?». Este es uno de los mayores placeres del lector, porque se siente muy listo: desentrañar aquello que ni siquiera el personaje parece saber. No siempre es posible hacerlo en todos los relatos, pero es uno de los mejores ganchos que puedes usar para ganarte al lector.
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Espero que te hayan servido estos trucos, y recuerda que todo esto y mucho más podemos verlo en mis acompañamientos Escribir desde el Corazón (nivel 1), Escritura Consciente (nivel 2) y Escribe tu libro YA (nivel 3) del itinerario de escritura.
10 comentarios en «8 trucos argumentales para escribir relatos con gancho»
Muy relevante aunque a mí como principiante me cuesta llevarlo a la práctica. Cierto que el lector necesita entrar en el relato
Muchas gracias muy bien explicado
Esto es para enmarcar. No se puede expresar mejor donde han de apuntar las flechas de una buena escritura de ficción. ¡Gracias, Isa!
Hola, Isa, me han encantado este contenido, narrado así en 8 capsulitas.
Creo que lo de hacer sentir «muy listo» al lector, es algo de lo que nos solemos olvidar como principiantes. ¿Quizás por un exceso de control?
Un abrazo,
Melissa
En mi experiencia me ha pasado que parto de una idea sencilla que no parece tener mucho interés, pero voy aplicando algunos de estos trucos y empieza a coger forma y a crecer y a ponerse interesante… y ¡queda chula!. Eso sí, lleva un trabajo que sin tu ayuda, Isa, y la del grupo en el que esté ese curso, no sé si hubiera podido hacerlo. Por eso, mis relatos, creo que son un poquito de muchos.
Un abrazo y mucho agradecimiento,
Mer
Muchísimas gracias. Me ha resultado práctico y encantador.
Hola Isa! Es muy interesante lo que describes y creo que me voy a abrir un cuaderno de notas( literal) porque me encantan las libretas nuevas y empezar la primera página! Jaja. Me proporciona una sensación de inicio y emoción de perspectiva de cosas buenas.
Albergo dudas de poder aplicarlo todo lo que tan bien describes de una forma fácil y fluida, pero lo intentaré porque es de lo mas interesante. Gracias.
M Teresa Corroto
Sólo alguien que domina el oficio puede dar verdaderas lecciones como esta. Gracias, Isa.
Saludos. Miguela
Hola, me ha parecido super interesante, voy a intentar, por supuesto, llevarlo a la practica, me encanta.
Muchas gracias.
Estupendos consejos. Muy amable por compartirlos. Muchas gracias
Magníficos consejos Isabel.
Muchas gracias.