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ALEXITIMIA

La niebla_Un puente de madera que termina en un lago cubierto de niebla

Se llama alexitimia a no poder describir lo que uno siente. Podríamos decir que el noventa por ciento de nuestra sociedad es alexitímica perdida, porque raramente encuentro personas que sepan describir sus sentimientos o, más bien, que no confundan «lo que sienten» con «lo que piensan». Pero, al margen de eso, me sentí muy identificada al leer lo siguiente en el que se ha convertido en mi libro de cabecera, El cuerpo lleva la cuenta: cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma, de Bessel Van der Kolk:

Muchos niños y adultos traumatizados simplemente no pueden describir lo que sienten (los psiquiatras llaman a este fenómeno alexitimia) porque no pueden identificar el significado de sus sensaciones físicas. Pueden parecer furiosos, pero negar que están enfadados; pueden parecer aterrorizados, pero afirmar que están bien. No ser capaz de discernir lo que sucede en su cuerpo les hace perder la conexión con sus necesidades, y les cuesta cuidar de sí mismos, se trate de comer la cantidad adecuada en el momento adecuado o de dormir las horas necesarias.

[…]

Paul Frewen, de la Universidad de Ontario Occidental, realizó una serie de escáneres cerebrales a personas con TEPT [Trastorno de Estrés Postraumático] que sufrían alexitimia. Uno de los participantes le dijo: «No sé lo que siento, es como si mi cabeza y mi cuerpo no estuvieran conectados. Estoy viviendo en un túnel, en la niebla, pase lo que pase tengo la misma reacción: insensibilidad, nada. Tomar un baño de espuma o quemarme o que me violen es la misma sensación. Mi cerebro no siente nada». […]

Como a la gente traumatizada suele costarle percibir lo que sucede en su cuerpo, carece de una respuesta matizada ante la frustración. Reaccionan ante el estrés quedándose «atontados» o bien con una rabia excesiva. Sea cual sea su respuesta, a menudo no pueden decir qué los está alterando. Esta incapacidad de conectarse con su cuerpo contribuye a su bien documentada ausencia de autoprotección y a sus altas tasas de revictimización, así como a sus notables dificultades en sentir placer, sensualidad y propósito.

(Pág. 110 y 111)

Al leer esto me asombró que una persona con tal grado de desconexión pudiera describir tan certeramente lo que es la desconexión: «No sé lo que siento, es como si mi cabeza y mi cuerpo no estuvieran conectados. Estoy viviendo en un túnel, en la niebla, pase lo que pase tengo la misma reacción: insensibilidad, nada. Tomar un baño de espuma o quemarme o que me violen es la misma sensación. Mi cerebro no siente nada».

La alexitimia para mí es como la niebla, donde no importa nada, estar viva o muerta es casi lo mismo allí. 

Desde que leí esto hablo de «la niebla» para expresar ese lugar interno en el que estoy la mayoría del tiempo. A veces lo defino como una ballena gris que flota en mi cerebro y que ocupa demasiado espacio. Está asociada a un pitido continuado, al cansancio y a la apatía. Nada importa al fin y al cabo, estar viva o muerta es casi lo mismo. En mi caso, está asociada también a la noción que tenía cuando era pequeña de que era mejor no existir. Todo sería más sencillo para todos los que me rodean si yo no estuviese en el mundo (aún sigo sintiendo esto con respecto a mi familia de origen).

Últimamente me he dado cuenta de que tengo la piel de la cara y de la garganta insensibilizada. Si me hago una caricia, apenas la noto, ni si me pellizco. No sé si es porque, al estar afrontando el trastorno, se me están recrudeciendo los síntomas, o si es que siempre ha sido así. Y el no saberlo me preocupa. ¿Dónde ha estado metido mi cuerpo durante tantos años? Tengo la noción de haber disfrutado mucho de mis sentidos en los últimos años (no antes), pero también creo que ese disfrute iba muy unido siempre a mi imaginación del disfrute y al sentimiento de amor. El amor es quizá lo único que ha sido capaz de abrirme a los sentidos… y también a percepciones muy duras en relación con el trauma (sentimientos de desvalimiento y desprotección, la sensación de no ser suficiente para el otro, etc.).

El dolor es el único signo de alerta que tenemos

Ahora, en estas semanas, la niebla sigue siendo espesa, pero estoy más en contacto con mi cuerpo y mis emociones. Y entiendo perfectamente por qué no lo estaba antes. Porque es insoportable. La visceralidad con que se manifiestan en mi cuerpo las más diversas emociones negativas (el miedo, la rabia, la tristeza, el desamparo…) es tan fuerte, y todas esas emociones me provocan un rechazo tal (a su vez físico), que es una bola demasiado difícil de tragar. Normal que se produzca una desconexión. Nadie quiere darse náuseas a sí mismo ni que le den náuseas los demás. Y, sin embargo, sé que es necesario que ahora pase por esto (por lo que realmente siento al conectarme) para llegar a otro lado. También el saber que siempre he estado así (sin ser consciente de ello) me lleva a tratar de cuidarme más, en lugar de meterme más presión. El dolor es el único signo de alerta que tenemos. Si no estamos conectados con él, podemos querer apagar el fuego cuando ya sea demasiado tarde.

La escritura para las personas con este tipo de trastorno puede ser muy importante,  la literatura me  ha ayudado a vivir y sentir con intensidad

También me doy cuenta hasta qué punto para las personas que sufrimos este tipo de trastorno la escritura puede ser importante. Puede que yo haya pasado mi vida prácticamente desconectada… Pero he vivido y sentido con intensidad a través de la literatura. Todo el rechazo que habría sentido hacia mí misma si me hubiese conectado sin tener las herramientas necesarias para salir de ahí, lo he transformado en amor hacia mis personajes (que no son más que partes de mí). Quizá pueda parecer una forma muy rebuscada de quererse a uno mismo. Pero hay veces que es necesario —cuestión de vida o muerte— buscar una alternativa a la inexistencia. No hay mejor forma de superar la alexitimia que escribir.

 

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