6 de octubre de 2020
A veces nos resulta más fácil cuidar a los demás que cuidarnos a nosotros mismos. ¿Te suena? Y en estos tiempos que corren, más todavía. Hemos de proteger a nuestros mayores, hemos de sostener a nuestros menores… ¿Dónde quedas tú en todo esto? ¿Te cuidas? ¿Crees que puedes realmente servir de algo a los demás si estás cayendo en actitudes autodestructivas?
Me resulta difícil tomar contacto con mis necesidades, poner límites a los demás para que las respeten y no excederme en volcarme en los otros. Share on X
Personalmente, son preguntas que me hago cada día, porque tengo una fuerte tendencia a olvidarme de mí. Me resulta muy difícil tomar contacto con mis necesidades, respetarlas, poner límites a los demás para que las respeten y no excederme en volcarme en los demás. Nos inculcaron que tenía que ser generosa y buena con los otros, pero con el tiempo he aprendido que si no lo soy conmigo misma, eso me lleva a anularme, lo cual acaba en rabia y agresividad contenido, lo que acaba dañando a todos esos con los que me creía tan generosa y tan buena.
Por eso quería recordarme y recordarte —recordarnos— algunos consejos relacionados con el autocuidado que pueden parecer muy de cajón, pero que se nos suelen escapar en nuestros automatismos del día a día. Algunos de ellos están extraídos del libro No soy yo, de Anabel González, que te recomiendo encarecidamente.
1. Empieza no machacándote
Si ves que tienes problemas con tu autocuidado, no te machaques por ello y hazte la siguiente reflexión: por mucho que te angusties por lo mal que te sientes, ¿cómo puede sentirse mejor una persona que se trata mal a sí misma? Este es uno de los cimientos que hemos de asentar antes de hacer nada más: nuestros esfuerzos han de centrarse en aprender a cuidarnos mejor, y no en castigarnos por no hacerlo.
2. Pregúntate cómo te trataron en el pasado
Otra cosa que te puede ayudar es preguntarte en qué se parece el modo en que te tratas a cómo te trataron en el pasado. ¿Quieres seguir funcionando así? Porque ahora eres tú quien decide. Cambiar el modo en que nos cuidamos puede que no sea un proceso sencillo, pero es posible si ponemos en ello nuestra energía.
3. Busca soluciones pequeñas y prácticas
A veces buscamos solucionar nuestros problemas mudándonos a una isla desierta, abandonando a nuestra pareja o tirándolo todo por la borda… y cuando no somos capaces de hacerlo nos sumimos aún más en la desesperación. No nos planteamos soluciones pequeñas, prácticas, a medio-largo plazo, que son las que realmente pueden generar cambios. Puedes empezar con algo tan pequeño como hacer una pequeña meditación de 10 minutos cada día, poner atención cuando te eches la crema hidratante y sentir tu cuerpo o hacerte una comida sana y rica una vez a la semana. Ve graduando tus acciones y concéntrate en perseverar en ellas.
4. Coge las riendas
A veces tenemos tal sensación de indefensión, de no poder hacer las cosas por nosotros mismos, de estar atrapados, que no nos damos cuenta de que en el aquí y ahora somos adultos y no tenemos por qué sentarnos a esperar que todo cambie sin hacer nada. Hemos de cambiar nuestra perspectiva para coger las riendas y asumir la responsabilidad de nuestra vida.
5. Nadie vendrá a salvarte
Puede que sueñes con encontrar un genio dentro de una lámpara que te conceda todos tus deseos, con un príncipe azul, con que te tocará la lotería o con tener unos hijos maravillosos a los que darles todo lo que a ti te faltó… Sin embargo, estas fantasías pueden ser una distracción de aquello que sí podemos hacer para cambiar las cosas.
Las auténticas soluciones no vendrán a través de un cambio espectacular, sino de hacer cosas concretas, quizá diminutas, pero reales. Miles de pequeños cambios mueven el mundo. Para ello, hemos de modificar el planteamiento.
6. Cambia las prioridades
Por lógica, si estamos mal nuestra prioridad ha de ser estar bien. Si no nos sentimos bien, mal vamos a poder gestionar el resto de las cosas y ayudar a los demás.
Sin embargo, puede que buscar lo que te hace bien esté al final de tu lista de prioridades, y en cambio priorices lo que debes hacer, lo que necesitan los demás, lo que se espera de ti… Por supuesto, a veces hemos de cumplir con una serie de obligaciones, y es bueno que nos preocupemos por los demás. Lo que no tiene sentido es que lo que es bueno para nosotros esté siempre en último lugar. Has de subirlo en la lista hasta el primer puesto, sobre todo en etapas en las que te encuentras mal.
7. Te mereces lo mejor
A lo mejor piensas que si buscas lo bueno para ti eres egoísta. O sientes que no mereces cosas buenas, o que no vas a poder tenerlas nunca. Incluso puede que cuando por azar las cosas buenas te llegan, las neutralices, las apartes o las sabotees.
¿Cómo vas a poder estar bien si además de no buscar lo bueno para ti, cuando llega no lo dejas entrar? Convéncete de que tú, como los demás, mereces lo mejor.
8. Cambia la pregunta
El cambio empieza cambiando la pregunta que nos hacemos ante las cosas. La cuestión relevante no es si algo nos apetece o no, sino si nos hace bien o no. Por ejemplo, «No me apetece salir hoy, pero ¿me haría bien?». Y no te contestas rápido, sino que te paras reflexivamente a pensar cómo te has sentido al final del día cuando has salido de casa, y lo comparas con los días en que te quedas en la cama, con la persiana bajada, dándole vueltas a la cabeza.
La apetencia hay que tomarla en cuenta, pero tiene más importancia si algo nos puede hacer bien o no. Cuando estamos bajos de ánimo o estamos agobiados, hacer lo que nos pide el cuerpo no necesariamente mejora las cosas.
9. Cambia tu diálogo interno
Nuestra mente no está nunca inmóvil, aunque a veces no somos conscientes del diálogo constante que mantenemos internamente. Todo el tiempo nos decimos cosas sobre lo que hacemos, lo que pensamos o lo que sentimos. Este diálogo interno tiene muchísima importancia en la regulación de nuestras emociones, y puede funcionar como un atenuador y modulador de nuestros estados emocionales, o bien como una caja de resonancia que multiplica su intensidad.
Hacerte consciente de ese diálogo interno e introducir cambios en él es una de las bases de tu proceso de cambio. Has de pasar de automático a manual, y ayudar a tu mente a ir de lo que te dices siempre a lo que te hace bien decirte.
10. Medita y escribe
Estas dos actividades, si te atraen mínimamente, son una base de autocuidado excelente, ya que sirven de sustento a todas las demás. Te ponen en primer lugar, te dan un espacio personal y seguro en el que descubrirte y cambiar todo aquello que esté desequilibrado, fomentan la conexión con tu cuerpo y con tu corazón, aumentan tu creatividad y tus ganas de vivir, cambian tu visión del mundo y de tus conflictos… ¡Y no es nada complicado! Con que saques de momento 15 minutos al día para hacerlo, ya notarás muchos cambios.
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2 comentarios en «Autocuidado: 10 claves para no olvidarte de ti mismo»
Isa, con este post, he tenido la sensación de que lo escribías solo para mí…me viene como anillo al dedo.
En mi infancia, y en mi adolescencia, con la educación que me dieron las monjas: vivir para hacer felices a los demás. y actuar siempre bajo la mirada de Dios o de tus padres.
En la juventud viví marcada por esos principios que me cortaron muchas alas.
En la madurez, añadí a esos principios el peso de la responsabilidad de educar y procurar la felicidad de cuatro hijos…¡Y un marido!.
Y ahora he tenido suerte, porque a pesar de los años o quizás por la experiencia adquirida con ellos, estoy consiguiendo deshacerme un poco de esa carga, y pensar algo más en mí misma. Nunca es tarde. Y gracias por ayudarme a caminar en este sentido. Un abrazo.
Hola, Mari Luz,
Muchas gracias por enriquecer el post con tu propia experiencia, que supongo que es la de tantas mujeres… Pero, como tú dices, nunca es tarde para hacerse consciente y cambiar patrones.
Un abrazo enorme,
Isa