(He querido hacer un recopilatorio en 2 partes de mi proceso en la superación del Trastorno de Trauma del Desarrollo, con fragmentos de los posts que fui escribiendo al respecto en su momento. Esta es la parte I. Y aquí puedes acceder a la parte II).
Hoy en día el concepto de TRAUMA ha salido de las cavernas del inconsciente colectivo, donde ha permanecido sepultado a lo largo de los siglos, posiblemente porque la sociedad misma, y en particular la comunidad científica, no era capaz de asumir sus propios impactos traumáticos. Uno de los principales síntomas del trauma es la misma negación del trauma.
Por fortuna, en la actualidad es mayoritariamente admitido que una mayoría de las personas (en diferentes grados) hemos sufrido traumas en la infancia que repercuten en nuestra vida adulta. Y también se habla del trauma colectivo, lo que se hace más y más evidente a medida que se demuestran las enormes dificultades de los seres humanos para salvarse de su propia autodestrucción como especie.
En marzo de 2018 no se hablaba tanto de esta temática, al menos en mi entorno, pero fue cuando a mí me saltó a la cara el TRAUMA con mayúsculas, en una sesión de terapia. Llevaba casi veinte años haciendo terapia, pero se ve que hasta ese momento no había estado preparada para asumir esa realidad. A partir de entonces, empecé a leerme libros relacionados con ello, palpé mis corazas, excavé en mi interior, investigué y muy poco a poco fui entendiendo, aceptándome y desactivando antiguos mecanismos de afrontamiento que habían sepultado mi alegría y mi autenticidad.
Revisando lo que fui escribiendo sobre el tema, me gustaría rescatar algunas cosas, en una especie de compendio de mi evolución y de lo que me ayudó, que en muy buena parte tuvo que ver con admitir y expresar por escrito en este blog todo eso que llevaba dentro y pugnaba por salir.
. 23 de marzo de 2018, en el post «Trastorno de estrés postraumático»:
«Es muy extraño creerte que la vida (al menos la tuya) es de una manera, y de pronto enterarte de que tu cerebro actúa como si permanentemente te encontrases en peligro, en estado continuo de alerta. De pronto entender que ese árido desierto que solo tú habitas en tu interior, ese lugar de aislamiento, desconexión, alerta, terror… no es una marca de la existencia (ni siquiera de tu existencia), sino un mecanismo de defensa que tu cerebro creó en un momento dado y del que no supo salir. Ver que has conformado tu vida en función de una disfunción. Que la —a veces insoportable— intensidad con la que percibes todos los estímulos exteriores tiene que ver con un bloqueo del tálamo, el cual no cumple su función de «filtro», sometiéndote a una continua sobrecarga emocional. […]
»Parece ser que para que se cree un trauma y el trastorno subsiguiente se tienen que dar dos factores: que ocurra algo que te sobrepase emocionalmente, y que no tengas en ese momento apoyos exteriores, personas que te quieran, te ayuden, te sostengan. En ese caso, los mecanismos de defensa del cerebro te pueden llevar a un colapso que marque el resto de tu vida.
[…]
»Mi mente ahora se siente muy confusa y saturada. Me ha entrado una enorme desconfianza de mí misma. De pronto, no me puedo fiar de mis percepciones, y me veo actuando de un modo disfuncional. Y, sobre todo, no tengo la más remota idea de quién soy yo, siempre tratando de esconder ante el mundo ese horrible paisaje interior, pretendiendo ser alguien totalmente diferente de quien me sentía, tratando de culpar a los demás de mi falta de habilidades sociales, desconfiando de las muestras de amor, aislándome por sobrecarga de estímulos, padeciendo terror cada vez que tengo que asistir a un acto o presentación, hablar en público, enfrentarme a los demás…
»Y, a la vez, me sorprendo de la increíble capacidad del ser humano para, a pesar de todos los pesares, subsistir y encontrar la luz (aun sumido en la más absoluta oscuridad). […] he aprendido tantas cosas… cargando siempre con una piedra de mil toneladas a la espalda de la que no me podía deshacer pero que, de alguna manera, intuía que no me pertenecía. Cargando. E intuyendo. Pasando de ser prácticamente autista (de pequeña, sufriendo ya de la implacable desolación y disociación interiores) a ser madre, profesora, llevar un proyecto editorial, enseñar a otros a meditar y a trabajar con sus emociones… ¿Cómo puede darse simultáneamente tanta oscuridad y tanta luz?».
Nadie puede 'tratar' una guerra, un maltrato, una violación, un abuso sexual o cualquier otro acontecimiento horrendo. Lo que ha sucedido no se puede deshacer. Pero lo que sí se pueden tratar son las huellas del trauma en el… Share on X
. 2 de abril de 2018, en el post «Trastorno de trauma del desarrollo»:
«Me he enterado de que, aunque los síntomas que tengo son de trastorno de estrés postraumático (TEPT), mi dolencia en particular se denomina trastorno de trauma del desarrollo (TDT), pues el trauma que lo provocó se dio en la primera infancia y no fue algo puntual sino continuado. Luego se han superpuesto otros traumas, ya que las personas que desarrollamos este trastorno somos más proclives, a lo largo de la vida, a vernos envueltas en situaciones a su vez traumáticas. En mi caso, diría que me convertí en una víctima propiciatoria, por mi sed de cariño y la dependencia que desarrollaba de quienes me lo daban.
[…]
»Reconocer lo que me ha ocurrido, lo sé, es un paso imprescindible; pero no es nada fácil. Siento aún una especie de incredulidad, como si no me acabase de reconocer en esta persona que está leyendo un libro de psiquiatría y rellenando un test diagnóstico… Lo que pasa es que eso (la despersonalización) es un síntoma más del trastorno.
»[…] voy a transcribir un pedacito del libro El cuerpo lleva la cuenta (cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma), de Bessel van der Kolk, que me da calor y esperanza:
«Nadie puede ‘tratar’ una guerra, un maltrato, una violación, un abuso sexual o cualquier otro acontecimiento horrendo. Lo que ha sucedido no se puede deshacer. Pero lo que sí se pueden tratar son las huellas del trauma en el cuerpo, la mente y el alma: las sensaciones aplastantes en el pecho que podemos etiquetar como ansiedad o depresión; el miedo a perder el control; estar siempre en alerta ante el peligro o el rechazo; el odio hacia uno mismo; las pesadillas y los flashbacks; la niebla que nos impide concentrarnos y dedicarnos totalmente a lo que estamos haciendo; la incapacidad de abrir por completo nuestro corazón a otro ser humano.
El trauma nos arrebata la sensación de control sobre nosotros mismos. El reto de la recuperación es volver a adueñarnos de nuestro cuerpo y de nuestra mente, de nosotros mismos. Esto significa sentirnos libres de saber lo que sabemos y de sentir lo que sentimos sin acabar abrumados, enfadados, avergonzados o colapsados. Para la mayoría de las personas ello implica: (1) encontrar el modo de permanecer tranquilos y centrados, (2) aprender a mantener esta calma ante imágenes, pensamientos, sonidos o sensaciones físicas que nos recuerdan el pasado, (3) encontrar el modo de estar completamente vivos en el presente interactuando con las personas que nos rodean, (4) no tener que guardar secretos sobre nosotros mismos, incluyendo secretos sobre las cosas que nos han permitido sobrevivir».
»Esto, no guardar secretos, contar abiertamente lo que me sucede en este blog y compartirlo con aquellas personas a las que les apetezca (no sé si «apetecer» sería la palabra) leerlo, me alivia profundamente».
La disociación entre cuerpo, corazón y mente me ha llevado a cometer errores fatales en mi vida, sobre todo en cuanto a mis relaciones con los demás. Share on X
. 9 de abril de 2018, post «La niña encerrada en el sótano»:
«Estoy entendiendo tantas cosas… Entre otras, por qué tengo un trabajo que puedo realizar en casa (sola), por qué a mi casa le llamo mi «refugio», por qué tengo que dosificar tanto el quedar con amigos (un rato de charla me agota) y no puedo tener conversaciones superficiales (mi cerebro atraviesa cualquier tipo de superficie), por qué no puedo trabajar ni escribir con música de fondo (me distraería continuamente), por qué no suelo ir a exposiciones (me saturo al ver dos o tres cuadros), por qué me agobian las librerías o la feria del libro (demasiados libros, demasiados estímulos), por qué no aguanto las aglomeraciones o los conciertos, por qué al anochecer me recluyo —como las gallinas— y no contesto llamadas ni leo el correo, por qué padezco esta especie de extenuación permanente (que solo logro superar a base de tensión, estrés y adrenalina).
[…]
»La disociación entre cuerpo, corazón y mente me ha llevado a cometer errores fatales en mi vida, sobre todo en cuanto a mis relaciones con los demás. En primer lugar, si por dentro eres una niña aterrorizada, avergonzada y anulada, la mujer madura que trata de llevar una vida «normal» tiene que hacer enormes esfuerzos para mantener maniatada y amordazada en el sótano a esa niña que no puede parar de llorar. En segundo lugar, ha de inventarse quién quiere ser a base de razón. Y, en tercer lugar, ha de aparentar ante los demás ser ese personaje que se ha inventado.
»Por otra parte, al inventarte a ti misma, también te inventas —de algún modo— a los demás, mediante el mismo mecanismo de fabricación racional. Fuerzas a las personas que te rodean a meterse en trajes que no les valen, te crees que son así y luego son asá. Confías en quien no tienes que confiar y los que te han demostrado estar ahí cuando los necesitas se vuelven invisibles para ti… En definitiva: ninguna relación puede estar equilibrada, porque se basa en un fingimiento continuo.
»De esa debacle conservo unos pocos (muy pocos) amig@s, a mi ex marido (a quien me une un vínculo familiar), a mis hijos y a mis alumn@s… solo aquellos con los que he podido mostrar partes de mi autenticidad».
. 24 de abril de 2018, en el post «La isla»:
«Me siento anclada en algo que sé que pertenece al pasado pero que para mí siempre ha sido presente. Antes, presente en el subsuelo; ahora, presente en la superficie. A la vista de todos, pero a la mía la primera, surge una Isa que a duras penas maneja su vida, su economía, su día a día, la relación con las personas, que ha buscado una independencia aislada por no saberse manejar con la interdependencia, que se esconde del cariño y el reconocimiento pero está sedienta de ellos, que ha estado haciendo concesiones a quienes no debía hacerlas y evitando afrontar los verdaderos problemas, que es incapaz de establecer vínculos estables y tiene enormes dificultades para no desconectar, cuyo cerebro permanece en la niebla y cuyo corazón está muerto de miedo, muy dañado por cada una de las muescas de una existencia vivida sin apenas conocimiento de lo que estaba sucediendo.
[…]
»Ayer estuve en el colegio de mi hijo Ari haciendo unos talleres por el día del libro para las clases de tercero y cuarto de primaria. Les conté lo desgraciada que era de pequeña. […] Y dado que era tan callada y tan tímida y además llevaba gafas, en el colegio me trataban fatal y se burlaban de mí. Así que me recluí en una isla.
»’¿En una isla? ¿A qué isla te fuiste?’, preguntó un niño, fascinado. Era una isla llamada «literatura», le dije, donde me sentía protegida, nadie me podía atacar y era libre de hacer lo que me diese la gana. Y así fue como leer y escribir se convirtieron en la parte más importante de mi vida (en mi salvación) hasta el día de hoy, con un diario en la adolescencia, con la escritura de relato y novela desde la juventud. Y convirtiéndome finalmente en escritora, profesora y editora.
»Cuando fui madre la escritura me volvió a salvar, porque yo no quería repetir la historia y transmitirles el terror que llevaba dentro a mis hijos, así que escribía y escribía las historias de Elmo y Ari para poder entender su universo infantil, para poderme conectar a ellos aun con todas mis dificultades para permanecer conectada a mí misma.
[…]
»Me doy cuenta de que en mi forma de ser, de expresarme, de enseñar, no puedo dejar de lado el sufrimiento. El sufrimiento es lo que me ha configurado como persona y lo que me ha iniciado en la búsqueda de un camino para poder trascenderlo. Es esencial para mí, pues, tomar contacto con él y que las personas a las que enseño también lo palpen. Esa es, quizá, mi forma de desnudarme sin agredir a otros.
»Y también está este blog, que solo lee quien así lo desee y esté preparado para ello. Muchas gracias, diario, lectoras/es, escritura… por existir».
. 3 de mayo de 2018, en el post «Alexitimia»:
»Bessel Van der Kolk dice:
«Muchos niños y adultos traumatizados simplemente no pueden describir lo que sienten (los psiquiatras llaman a este fenómeno alexitimia) porque no pueden identificar el significado de sus sensaciones físicas. […]
[…]
Paul Frewen, de la Universidad de Ontario Occidental, realizó una serie de escáneres cerebrales a personas con TEPT [Trastorno de Estrés Postraumático] que sufrían alexitimia. Uno de los participantes le dijo: «No sé lo que siento, es como si mi cabeza y mi cuerpo no estuvieran conectados. Estoy viviendo en un túnel, en la niebla, pase lo que pase tengo la misma reacción: insensibilidad, nada. Tomar un baño de espuma o quemarme o que me violen es la misma sensación. Mi cerebro no siente nada».
»Desde que leí esto hablo de «la niebla» para expresar ese lugar interno en el que estoy la mayoría del tiempo. A veces lo defino como una ballena gris que flota en mi cerebro y que ocupa demasiado espacio. Está asociada a un pitido continuado en los oídos, al cansancio y a la apatía. Nada importa, al fin y al cabo, estar viva o muerta es casi lo mismo. En mi caso, está asociada también a la noción que tenía cuando era pequeña de que era mejor no existir. Todo sería más sencillo para todos los que me rodeaban si yo no hubiese venido al mundo.
[…]
»Ahora, en estas semanas, la niebla sigue siendo espesa, pero estoy más en contacto con mi cuerpo y mis emociones. Y entiendo perfectamente por qué no lo estaba antes. Porque es insoportable. La visceralidad con que se manifiestan en mi cuerpo las más diversas emociones negativas (el miedo, la rabia, la tristeza, el desamparo…) es tan fuerte, y todas esas emociones me provocan un rechazo tal (a su vez físico), que es una bola demasiado difícil de tragar. Normal que se produzca una desconexión. Nadie quiere darse náuseas a sí mismo ni que le den náuseas los demás. Y, sin embargo, sé que es necesario que ahora pase por esto (por lo que realmente siento al conectarme) para llegar a otro lado. También el saber que siempre he estado así (sin ser consciente de ello) me lleva a tratar de cuidarme más, en lugar de meterme más presión. El dolor es el único signo de alerta que tenemos. Si no estamos conectados con él, podemos querer apagar el fuego cuando ya sea demasiado tarde.
»También me doy cuenta hasta qué punto para las personas que sufrimos este tipo de trastorno la escritura puede ser importante. Puede que yo haya pasado mi vida prácticamente desconectada… Pero he vivido y sentido con intensidad a través de la literatura. Todo el rechazo que habría sentido hacia mí misma, lo he transformado en amor hacia mis personajes (que no son más que partes de mí). Quizá pueda parecer una forma muy rebuscada de quererse a uno mismo. Pero hay veces que es necesario —cuestión de vida o muerte— buscar una alternativa a la inexistencia. No hay mejor forma de superar la alexitimia que escribir».
. 10 de mayo de 2018, en el post «Dejarme sentir»:
«Una de las cosas que estoy experimentando es que no quiero creerme el terror, que quiero minimizarlo. Tan acostumbrada estoy a negar la parte asustada y víctima de mí misma (permanentemente encapsulada), que dejarla salir ahora me está resultando desmesurado, abrumador, más terrorífico que el miedo en sí. Porque lo peor no es el miedo, lo peor es la reacción de la otra parte de mí, la que ha estado llevando las riendas toda mi vida (y a la que supongo que he de estar agradecida, porque solo buscaba mi supervivencia); porque esa parte a la que yo creía la reina de la coherencia ha sido, en realidad, el guardián del campo de concentración. Y ahora que la niña maltratada está saliendo a la luz, gracias al «aliado» de la consciencia (que todo lo engloba), el guardián lanza todo su odio sobre la niña, que está incumpliendo todas las normas que aseguraban la estabilidad del gueto.
»Ahora resulta que hay que hacer caso a los sentimientos, tan locos, tan poco ordenados, tan irracionales, tan a su bola… Eso es inadmisible para el guardián. Ahora resulta que tengo que cuidarme, medir los tiempos y los espacios, a quién veo y a quién no, no trabajar hasta alienarme, admitir mi debilidad y limitaciones, entender que soy un ser humano y no un robot. Lo peor, entonces, no son esos sentimientos enclaustrados con olor a podrido que están saliendo a borbotones, sino lo duramente que me trato a mí misma por permitirlos salir. «Ya te vale, haciéndote la víctima…», «¿Cómo puedes perder el control de esta manera?», «Eres débil, tendrías que poder con todo», «¿Qué van a pensar de ti?», «Estás rompiendo todas las reglas, ¿qué te has creído?», «Mala hija, mala madre, mala hermana»…
»Por momentos, sin embargo, me dejo, me dejo simplemente sentir. Es más que sentir, es dejarme conectar con la globalidad de la situación, con las conexiones que han marcado mi vida, con la imperfección. Y entonces lloro, y me dejo llorar hasta que me parece que me voy a deshacer. Y hasta el guardián se compadece al ver tanta tristeza acumulada en el corazón, y deja caer las vallas de pinchos. En esos momentos comprendo que la apreciación hacia los demás solo puede surgir de la apreciación hacia mí misma, porque yo también soy los demás. Volcarme en los demás olvidándome de mí misma solo puede dar lugar a una ayuda condicionada, basada en el miedo y la ignorancia».
(Si quieres continuar leyendo, aquí tienes la parte II)
5 comentarios en «Cómo poner el trauma a tu favor: autoamor (parte I)»
Ay Isa, muchas gracias.
Me siento identificada del todo, ya lo sabes…no podría ser de otra manera. Compañera de camino, así te siento…y más en estos momentos en los que el proceso de duelo que estoy viviendo tiene al guardián de mi gueto pendiente de que no me pase ni un pelo y mantenga las formas.
Un abrazo enorme…de esos que ya sí se dar gracias en gran parte a ti
Inés
Hola Isabel,
Muchas gracias por tu interesante artículo.
Me quedo con este párrafo:
»Me doy cuenta de que en mi forma de ser, de expresarme, de enseñar, no puedo dejar de lado el sufrimiento. El sufrimiento es lo que me ha configurado como persona y lo que me ha iniciado en la búsqueda de un camino para poder trascenderlo. Es esencial para mí, pues, tomar contacto con él y que las personas a las que enseño también lo palpen. Esa es, quizá, mi forma de desnudarme sin agredir a otros.
Y los párrafos sobre la Alexitimia también me han impactado mucho.
Tú ultimo párrafo magnifico Isabel.
Me ha emocionado mucho tu artículo.
Muchas gracias Isabel por este artículo parte I.
Un abrazo muy grande.
Muchas gracias Isa. Tu escrito me ha hecho ver en que punto estoy. Después de muchos años de trabajo personal, de conocimiento, de sanar heridas, me doy cuenta de que la niña que fui sigue queriendo mi atención y como bien dices el guardián me está mostrando la forma en que aprendí, pero no la que soy hoy .Hace un tiempo descubrí como nos atrapa el subconsciente y he vuelto a caer en su trampa. Cuando creí que ya estaba todo superado
bajé la guardia y mi estómago como cuando era niña empezó a mandarme mensajes de tristeza que no entendía, pero que acepté como buenos. Como tu el sufrimiento ha sido una constante en mi entorno cercano desde antes de nacer, hace ya bastante que lo descubrí. Fue la atmósfera donde me crié. Por suerte había mucho amor también y eso me salvó. Agradezco de veras Isa haber llegado a tu artículo y tu generosidad para mostrarte.
Muchas gracias por el post, Isa. Me identifico totalmente con lo que dices. Hay pasajes que tendría que volver a leer porque creo que me resuenan, pero no he conseguido integrarlos bien. Todo lo que escribes me ayuda a verme y entenderme mejor. Estás haciendo un trabajo inmenso, y que nos ofrezcas todo ese trabajo tan bien desmenuzado me sirve como guía para que pueda ir recorriendo mi propio camino. Gracias y más gracias. Un abrazo fuerte
Querida Isa.Me has emocionado un montón. y durante toda esta primera parte y he pensado tanto en tí. En tu fortaleza que acapara toda tu vida. Yo creo que eres muy digna de admirar. Yo al menos admiro tu valentía y todo tu esfuerzo para llegar hasta donde has llegado.
Admiro tu esfuerzo y la valentía que nos transmites a cada paso que das. Te lo repito porque no quiero que lo olvides.
Un enorme abrazo y toda mi devoción.