Autora: Mercedes Adán
Estaba leyendo los textos de los alumnos de Escribir desde el Corazón cuando algo saltó en mí como un resorte al leer esta frase de Miriam Fábregas: «Un espejo son millones de ojos que nos miran». Se hizo viva esa imagen tan rápido en mi cabeza que me quedé sin respiración. Podía sentir esos millones de ojos apretujados en la superficie gris del espejo, clavando sus millones de pupilas sobre mí. Y me llegó una sensación que reconozco: me sentí enormemente incómoda, tanto como cuando siento que me pierdo en la mirada de lo que los demás ven sobre mí y quiero cumplir sus expectativas.
En el espejo de los ojos de las personas que me importan, su mirada vuelve a la mía como un yoyó, y me llega lo que otros creen que «soy yo», eso que he aceptado desde pequeñita. Primero, desde la mirada de mi madre, que me devolvía lo que asumí que soy, y después de mi padre, hermanos, profesores, amigos, abuelos, y más tarde parejas, jefes, compañeros de trabajo, hasta de los tenderos del barrio, y cualquier persona, animal, mineral o cosa que me mira. Todos esos millones de ojos parecen tener una idea incuestionable de quién soy yo. Mi imagen, infinitas veces repetida en sus pupilas, da vueltas en ese caleidoscopio como un dibujo de Escher, con ligeras variantes en sus formas, pero siendo siempre yo. Y a la vez, no siendo del todo yo. Millones de miniyoes repetidos mirándose de frente en los espejos de todos esos ojos. Y yo, desconcertada y dividida, sin saber realmente quién de todos esos pequeños miniyoes soy, sin reconocerme. Me produce vértigo, me marea y no sé cómo incorporar a mi vida la mirada de los demás sobre mí.
Me doy cuenta de que la sensación de parálisis que me produce esta imagen es muy contradictoria, pues si hay una etapa de mi vida en la que no me mira casi nadie es esta. Dejé el trabajo en agosto y me trasladé a Palencia en enero, después de vivir durante treinta años en Madrid. Vuelvo a mi tierra y lo que hago es estar encerrada en casa, escribiendo y sacando un proyecto nuevo adelante, todo el día sola, sin apenas ver a nadie más que a Nati, la panadera, que tiene de todo en su tienda. Al volver de pasear a Lulú, compro allí lo que me hace falta, y vuelvo a meterme en casa. Así que tengo la mirada de Nati, y también la de Lulú, que se clava sobre mí todo el día. Mi perra me mira y sus ojos no me parecen un espejo, casi siempre es una mirada paciente que espera y parece preguntarme todo el rato si salimos al paseo o comemos ya. Salvo cuando está en un sueño tan plácido, que no solo no me mira, sino que parece abandonarse y no importarle nada de este mundo ni de ningún otro.
¿Ella se preguntará quién es? ¿O quién soy yo? No siento que me devuelva ninguna mirada sobre mí, al contrario, me da la impresión de que está preparada para recibir de forma natural y sin sorpresa cualquier cosa, abierta a la experiencia.
Las miradas de los otros me devolvían una chica buena y obediente, que disfrutaba de la vida y que buscaba salidas sencillas. No fue sencillo ser esa chica Clic para tuitear
Así intento estar yo en este momento de mi vida, pero no me sale tan bien como a ella. La verdad es que me impresiona pasear por Palencia y vivir aquí, como si hubiera hecho un salto con pértiga desde mi juventud hasta ahora. Vivo en una casa situada entre las vías del tren y un parque rodeado de casas bajas. Es un mundo de tranquilidad y paseadores de perros. Y, mientras cruzo la plaza, me pregunto si soy la misma persona que se fue de allí con veinte años. Y no sé contestar, porque diría sí y no a la vez.
Entonces vivía en el centro y sentía que la ciudad estaba llena de vida, como yo. Y las miradas de los otros me devolvían una chica buena y obediente, que disfrutaba de la vida y que buscaba salidas sencillas, por ejemplo, opositando a un trabajo en el que le iban a decir lo que tenía que hacer y donde iba a recibir una nómina cada mes. Y, sin embargo, no fue sencillo ser esa chica, desviviéndose por hacer lo que tocaba, agotada por no dar la talla y con muchos dolores de cabeza, pero que consiguió las metas que esos ojos que la miraban le decían que era lo que tocaba en esa parte del camino. Se convenció de que ella también quería eso. Alguna vez siguió sus deseos e hizo lo que quería sin que los millones de ojos la vieran. O ella los evitó para no verse en ese espejo. Se sintió bien, pero no se planteó que lo hacía para seguir sus deseos, porque entonces solo se planteaba conseguir miradas complacientes y no reprobatorias. Nada más.
Soy una mujer de más de cincuenta, que ha dejado un puesto fijo para ser profesora de escritura, con un libro por publicar y una perrita en acogida temporal por toda compañía. Clic para tuitear
Hoy, que vuelvo a cruzar las plazas conocidas, el Salón y la calle Mayor, soy una mujer de más de cincuenta, que ha dejado un puesto fijo para ser profesora de escritura, con un libro por publicar y una perrita en acogida temporal por toda compañía. Y que a veces, tal vez sin motivo, solo por su momento vital, siente el peso de una soledad aplastante como si le hubiera caído encima un enorme meteorito.
Hay un montón de gente que me quiere, pero la soledad pasea a mi lado igual. Algunas personas que han sido mi columna vertebral, casi mi otra mitad, pasaron a otro lugar por las cosas de la vida. Y de pronto, estoy yo. Sin miradas. Sin espejos. En mi pequeña ciudad llena de negocios cerrados y locales vacíos; y también de niños en las plazas, corredores en los parques y terrazas llenas cuando sale el sol. Ya no soy una funcionaria, sino una profesora de escritura y escritora. Con un sueño cumplido que me hace muy feliz y me pone por delante un enorme reto. Y al lado de la felicidad, esta sima insondable de los miedos: miedo a fallar, a que mi nueva vida no funcione, a la soledad inmensa, a que la oscura cara B que hay en todo, aplaste a la luminosa cara A.
Y ese miedo a las miradas de los demás, me doy cuenta de que es algo que está más en el pasado. Porque ahora veo que los demás están a sus juegos, a su deporte, a sobrevivir como pueden. Y, aunque camino por la calles rodeada por mi montón de miedos, yo estoy a lo mío, sin hacerles mucho caso, vigilándolos con el rabillo del ojo. Siguiendo mi vida y mis deseos como he elegido, esta vez sin dejarme intimidar por ideas o miradas de otros, saliéndome de la rueda de un salto. Me puedo lesionar o darme un buen golpe, pero nada me quita la emoción de haber dado el salto y el vértigo de sentirme en el aire.
Trabajando en la escritura quiero contar que me cambió la vida escribir y, sobre todo, aprender a hacerlo desde todo el cuerpo. Clic para tuitear
Ante los miedos, procuro recordar el sentido de mis cambios de vida. Trabajando en la escritura, quiero contar que me cambió la vida escribir y, sobre todo, aprender a hacerlo desde todo el cuerpo. Escribir a través del cuerpo me ha hecho reencontrarme con muchas cosas importantes, pero sobre todo me ha enseñado a tener la habilidad de poder volver a mí cuando me perdía en los espejos. Y también a dar espacio a mis deseos, y así encontrar sentido a lo que hago para salir de la rueda que me tenía atada como un burro a su noria y desconectada de mí.
Recojo en el cuerpo también la soledad en la que vivo ahora, que se presenta con angustia apretada en la garganta y llanto que asoma por los ojos. Está bien, porque siento que mi mirada se limpia y me permite ver sin espejos. Siento también el vértigo de la libertad y los miedos. Sobre todo el miedo a vivir y hacerme de verdad responsable de mí y de lo que hago. Respiro profundo y todo el cuerpo se expande. En el centro de mi soledad están mi columna vertebral, mi respiración y mi corazón. Realmente mis ojos dejan de ser un espejo y solo son un puente que abro por la mañana y cierro por la noche. Lo que veo está más allá de ellos. Me cuesta explicarlo, pero debe de ser real, porque me emociona. Así que me olvido de los ojos, de todos los ojos de mundo.
Y curioseando en internet mientras descanso y pienso cómo acabar este texto, me encuentro con este poema de Gata Cattana:
Tan solo soy el medio
Como Fidias escogía de entre las rocas
la más dócil para darle carne y hueso,
así busco en el lenguaje las palabras que utilizo.
No habrá una tilde, una coma, un punto.
Son dictados que me vienen de allá arriba,
se muestran impertinentes.
Si la forma no es precisa,
yo tan solo soy el medio.
Sé que el viaje es más complicado. Pero ahora siento la tensión. Y sé que sentir lo que hay es parte del viaje. Clic para tuitear
Yo tan solo soy el medio, como escritora, como profesora, como ser humano… yo tan solo soy el medio.
Me tranquilizo, pero siento la mandíbula en tensión. Este fin de semana me he dado cuenta de mi tensión en la mandíbula, está ahí sin que yo la haya percibido casi nunca. Me gustaría acabar diciendo que al darme cuenta de que tan solo soy el medio, desaparece esta tensión. Pero no. Sé que el viaje es más complicado. Ahora siento la tensión. Y sé que sentir lo que hay es parte del viaje. Y disfruto este gozo que me llega al mirarme desde este otro lugar que no son los ojos de los demás ni los míos, que es una mirada desde todo mi cuerpo. «Mi cuerpo son millones de ojos que me miran… y que me sienten».
Le hago el comentario a Míriam sobre la metáfora de los espejos: «¡Tremenda! Realmente me ha impresionado esta metáfora, porque siento que es así la exposición ante un espejo y ante la vida». Y no sé cómo lo recibirá Míriam, pero realmente, a veces, los escritores tocamos algo que llega directamente al corazón, y ella lo ha hecho. Ahora sí que siento la mandíbula más relajada. Ahora que me pongo a trabajar y a recibir estas maravillas. Ahora que soy profesora de escritura, profesora desde el cuerpo.
22 comentarios en «¿Cómo te afecta la mirada de los otros?»
Buenas tardes Mer, he leído tu texto, y me ha venido a la cabeza un libro que estoy leyendo ahora y que se titula Blanco Móvil, Crónica del nómada que lo aposto todo por un sueño, del escritor Sergi Bellver, de la editorial Aguilar. Sergi Bellver es escritor y no tiene casa, aunque tampoco vive en la calle. Hace más de una década -primero empujado por la necesidad, pero pronto convencido de su elección- comenzó a habitar en viviendas prestadas. Su singular viaje a lo largo de los años nos muestra otros caminos posibles y nos anima a no renunciar a nuestros sueños ante las dificultades. Es una historia acerca de la libertad personal y creativa, una mirada crítica a los oficios de la cultura y un alegato a favor del arte como fuerza transformadora de la realidad. Es tu momento Mer, a vivir tu vida elegida por Ti. Un fuerte abrazo grande lleno de Fortaleza y Energia!!
David G. Siu
David, gracias por ese abrazo de Fortaleza y Energía 😉 Estoy convencida de que el arte y creatividad es la fuerza que puede empujar cualquier cambio importante. Que interesante lo de vivir en casas prestadas. Hay mucha gente con vidas alucinantes y que consigue cosas increíbles pero desgraciadamente nos hacen mirar más, y lo miramos, todo lo terrible. Tomo nota de Blanco Móvil.
Un fuerte abrazo,
Mer
Mer,
Cuanto me gusta leerte.
Ojalá pudieras ver en el espejo el reflejo de mis pupilas cuando te miro. Sería una imagen que no te cabría en el pecho.
Ester, si tu respuesta ya no me cabe en el pecho… 😉
Tu texto me ha llegado esta mañana como lluvia en esta larga sequía que padecemos.
Así nos hemos formado todos, en la mirada de los otros, en millones de espejos que a mí me hacen sentir un cuerpo hecho de teselas y en las que todavía no aparece el dibujo maestro. Estoy a un paso de saberlo, pero no lo sé aún, y me alegra mucho leerte y saber que tú ya has descubierto ese secreto. Mis mejores deseos para el camino que ya estás andando,
Loreto, no tengo sensación de haberlo descubierto del todo pero sí de estar más en él. Lo de sentir un cuerpo hecho de teselas suena a material rígido pero con separaciones para que se puede mover, y también muy artístico y a buen material para empezar a moverse o a bailar.
Mis mejores deseos para ti,
Mer
Mer, te fuiste del grupo y eché de menos tu sonrisa y esa especie de inseguridad en tus certeros comentarios.. Has hecho una elección de vida muy valiente, lejos de esos ojos que te miraban o admiraban, debe ser duro, pero a la vez liberador. Deseo enormemente que seas todo lo feliz que se puede ser, teniendo una cabeza pensante y un corazón que siempre necesita amor ( en cualquiera de sus manifestaciones, pero amor al fín)
Mucha fuerza, y un abrazo enorme, tanto como las ganas de volver a verte.
MARI LUZ
Mari Luz, ese grupo era para no irse nunca ¿verdad? pero las cosas se mueven, incluso a nuestro pesar. Hago lo que puedo con lo que tengo y no voy mal 😉 Y también tengo mucha ganas de verte y darnos un abrazo grandísimo. Espero que sea pronto,
Mer
Mer, me he emocionado con el texto, no era consciente de que una frase pudiera dar lugar a estas palabras tan valientes y honestas. Gracias por este texto que me inspira, me sostiene en mi confianza y me ayuda a caminar desde mi guía interior.
Gracias!
Un abrazo grande
Miriam Fábregas
Miriam, gracias a ti por regalar tan generosamente a los demás lo que escribes y por prestarme tus palabras. Esos ojos que viste me han dicho muchas cosas y espero que sigamos viajando juntas con nuestras palabras…
Un fuerte abrazo,
Mer
Gracias Mer por compartir e inspirar. Yo también estoy atravesando el desierto de la soledad. A veces me encuentro «Al principito», otras un espejismo, los demonios bailando y otras simplemente contemplo la inmensidad, entonces cierro los ojos y agradezco.
Carlos, pues ojalá encuentres flores y joyas en ese desierto. Supongo que somos valientes por no esquivarlo y que también traerá cosas buenas, esas que nombras suenan a relatos 😉
Un fuerte abrazo,
Mer
Mer, qué preciosidad de texto. Mil gracias por la generosidad de compartirlo: me has hecho llorar. Qué maravillosa esa mirada que decide dejar de reflejar lo que otros piensan y dicen para ir hacia dentro y ver lo que una siente y cree y es, sobre todo Es… esa mirada que hace de puente, que se abre al mundo cada dia, pero tambien vuelve sobre si misma, para no perderse, para poder ver mas allá de lo aparente y poder ser asi un medio entre lo q una es y ese algo más grande que está en todo… No sé Mer, cada vez sé menos cosas pero creo que esa mirada trae necesariamente soledad…una deja de ver lo que otros quieren que vea para mirarse al fin. No es fácil, amiga, pero supongo q es el camino de la Verdad…. Yo te siento y te veo en ese ser profesora desde el cuerpo, perfectamente; es parte de tu esencia
Un abrazo enorme, compañera de fatigas
Inés
Seguramente hay una soledad profunda en cada uno de nosotros que podemos esquivar toda la vida si no la queremos ver. Me viene a la cabeza el relato de «El canario» de Katherine Mansfield, que habla de una tristeza esencial y que en cierta forma me parece inseparable de la soledad esencial.
Gracias por tu abrazo y tu confianza,
Mer
Gracias Mer, por ser también ojos que miran desde un espejo auténtico: desde la valentía, la soledad, las dudas… toda esa contradicción que somos y sentimos. Y también gracias por MOSTRARTE, con columna vertebral de escritora, corazón presente y respiración tranquila, aunque a veces el hipo lloroso de la soledad apriete.
¡Me reflejo tanto, espejito! 😉
Te achucho, te achucho fuerte
Eso de columna vertebral de escritora me encanta, me lo quedo 😉
Gracias a ti y un achuchón fuerte también,
Mer
Querida Mer, querida amiga. Mi emoción al leerte ha llegado al máximo. Este es tu verdadero mundo, el que te esperaba impaciente por tenerte y no el otro que has dejado. Aquí está lo que tu deseas. El mundo de la escritura, el de la enseñanza que unidos a tu sabiduría y sensibilidad te llevarán lejos, muy lejos. Yo solo quiero que tu felicidad te llegue poco apoco y que tú sepas saborearla y que sientas tu alma y tu cuerpo unidos de tal modo que notes que es la vida que tu te mereces. Sabes que te quiero mucho. Que nos conocemos hace mucho tiempo y que mi admiración por ti no tiene límites-. Yo sé a quien admiro y tú eres uno de esos seres. Un enorme beso y todo mis buenos deseos.
Matilde.
Matilde, vaya torrente de cosas bonitas. Yo también te quiero y no sé contestarte más…
Un abrazo muy grande,
Mer
La foto para el post preciosa y muy representativa.
Todos tus textos me encantan Mercedes, pero este es el culmen de la perfección:
historia magnifica llena de acciones y de sentimientos.
Impresionante tu frase. «Mi cuerpo son millones de ojos que me miran… y que me sienten». Metáfora perfecta.
Te sentirás sola en este momento, pero para mí ya eres una escritora y profesora de escritura de renombre.
Abrazo fuerte
Marta, me alegra que te guste el texto. A veces me siento sola, sí, pero también me siento muy afortunada por teneros a vosotros, al grupo de Escribir para sanar… y tantas y tantas cosas…
Gracias por tus palabras y un fuerte abrazo,
Mer
Mer, me veo totalmente reflejada en ese caleidoscopio de miradas desde el sentimiento de soledad. Gracias, porque leyéndote me siento menos sola y mis miradas me pesan menos y las relativizo mejor. Y sobre todo, siempre es divertido leerte. Un abrazo enorme,
Gracias, Garbiñe.
Otro abrazo para ti 😉
Mer