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Conecta con tus lectores: escritura emocional

escritura emocional para un relato que conecte con tu lector

Si deseas transmitir un mensaje por escrito y quieres que te lean, no puedes eludir el tema de las emociones. Las emociones, de hecho, son el pegamento que mantendrá a tu lector adherido a tu texto de principio a fin. Y fíjate, no tienen por qué ser solo emociones buenas; las malas también enganchan al ser humano.

Estás permanentemente teniendo emociones, cabría decir que cada segundo del día. De hecho, tus reacciones emocionales automáticas ante todo lo que ocurre son las que marcan tus acciones (por lo general también automáticas). Sin embargo, solemos estar muy desconectados de las emociones, lo que provoca continuos bloqueos y nos impide procesarlas adecuadamente. Así que escribir y leer es una manera muy eficaz de procesar y liberar tus emociones.

El lector es como un náufrago en medio de un mar agitado que está deseando subirse al barco de tus emociones para que le lleves con tu discurso a tierra firme Share on X

El lector es como un náufrago en medio de un mar agitado que está deseando subirse al barco de tus emociones para que le lleves con tu discurso a tierra firme.

Pero para eso has de estar dispuesto tú primero a realizar ese viaje, a capitanear el barco con todos tus lectores a bordo. No puedes dejar que tu barco choque contra un iceberg ni puedes tirar por la borda a tu tripulación, no puedes apagar el motor ni tratar de ir demasiado rápido.

Aquí van algunos consejos para que manejes las emociones en tus relatos:

1. Identifícate con tu personaje

Puede que tú estés desconectado o desbordado emocionalmente, y te resulte difícil, por tanto, introducir las emociones en tus narraciones. Pero es que no eres tú quien va a sentirlas, van a ser tus personajes. Así que tú, como escritor, no has de forzarte a sentir lo que no sientes (eso te llevaría al bloqueo), sino que lo único que tienes que hacer es relajarte, propiciar que se produzca una identificación con tu protagonista y delegar en él o ella. Desde allí, ya sí, te sentirás en un terreno seguro (recuerda, no eres tú) para permitirte sentir.

A su vez, el lector hará lo mismo: se identificará desde el comienzo con tu personaje, e irá liberando sus propias emociones a través de esa nueva carcasa que has creado para él.

Muchas veces los problemas en la escritura vienen porque tratas a toda costa de conservarte a ti mismo, con lo cual trasladas a la ficción todos los bloqueos que tienes en tu vida real. Si no renuncias a ti (o a lo que crees que eres tú) serás incapaz de atravesar las tormentas emocionales que te encontrarás en el camino, y harás naufragar el barco y, con él, a tus lectores. Sin embargo, tus personajes, precisamente por no ser «tú», están bien equipados para la travesía, puedes confiar en ellos (a través de la identificación) para que lleven el timón emocional de tus relatos.

2. Usa bien la voz narrativa

Otro vehículo para las emociones es la voz que narra. En este post tienes más información sobre la voz narrativa, pero básicamente has de tener en cuenta que la voz, junto con el personaje, son los principales ganchos para que el lector pase más allá del primer párrafo de tus textos.

La familiaridad, la ternura, el humor con el que el narrador trata al protagonista te permite identificarte con él e implicarte en su conflicto. Share on X

Imaginemos un posible comienzo para un relato:

Fermín era pescador y había embarcado muchas veces. Vivía en un barrio pobre, y cada mañana se encaminaba al puerto para ir a pescar.

Se nos da información sobre el personaje, pero el texto carece de matices emocionales, por lo que no nos atrapa ni nos invita a identificarnos con ese pescador un poco robótico que no hace más que pescar todos los días.

Ahora, veamos el auténtico primer párrafo del relato «Una camisa», de Medardo Fraile:

Fermín Ulía, pobre y todo —desde su barrio pobre— había recorrido ya, si no los siete mares, al menos dos o tres. Es que su barrio estaba en cuesta y entre las ventanas de las casas la ropa iba secándose en drizas débiles que habían cambiado la vela por la camisa y el pañal. Es que en su barrio había trajín al alba y se rompían los amaneceres con farolillos. Es que Fermín era pescador. Iba, a diario, a esa gran fábrica de aceite de hígado de bacalao: al mar; a esa gran fábrica de fósforo.

Aquí tenemos una voz que nos pone una alfombra roja para invitarnos a que nos introduzcamos en el mundo ficcional. Inmediatamente nos hace empatizar con ese pescador con nombre y apellido que cada mañana va no a un mar cualquiera, sino a esa gran fábrica de hígado de bacalao, y nos hace partícipes de ese barrio en que hay trajín al alba y se rompen los amaneceres con farolillos. Tenemos ganas de seguir leyendo no tanto por la información que se nos da (que, al fin y al cabo, se podría sintetizar en lo que he mostrado en el primer ejemplo) sino por cómo se nos da. La familiaridad, la ternura y el humor con que el narrador trata al protagonista nos permiten identificarnos con él e implicarnos en su conflicto.

3. Introduce un conflicto

Y es que, si la voz narrativa es el barco y el personaje el capitán, el conflicto sería el motor emocional de tu historia. No basta con que emociones al lector, tienes que echar leña al fuego para conseguir que la energía se convierta en un incendio transformador y catártico que realmente logre liberar al personaje, a ti que escribes y a quien lee.

En el relato de Medardo Fraile cuyo primer párrafo cito en el apartado anterior, el conflicto se nos anunciará enseguida, en el segundo párrafo: «Pero Fermín Ulía, viajero de lo insondable, de lo misterioso, no sabía nada de amor». Y zas, entre la voz, el personaje y el conflicto, ya estamos atrapados y entregados sin remisión a esa pequeña gran historia de amor.

El conflicto implica una lucha interna en el protagonista, que es la que le lleva a actuar, tratar de resolverla y conseguir lo que desea. Fermín Ulía era pescador, le gustaba su trabajo y estaba contento en su barrio pobre lleno de farolillos y amaneceres rotos, pero… algo fallaba en su vida: no conocía el amor y eso, de alguna forma, hacía que nada de lo anterior tuviera sentido. Así que al lector —ya conmovido— no le queda otro remedio que seguir leyendo, porque él, como todos, seguro que ha tenido dificultades en el tema del amor, y quiere experimentar, a través de Fermín, cómo diablos va a conocer el amor verdadero y, sobre todo, qué va a pasar cuando lo encuentre.

4. Sigue una línea de acción

Porque si la voz narrativa es el barco, el personaje el capitán y el conflicto el motor emocional de la historia, la acción sería el timón que te llevará a ti y a tus pasajeros a buen puerto.

El conflicto pone en marcha la acción que, a su vez, hará evolucionar el conflicto hasta su resolución, en el clímax de la historia, que sería cuando se produce el incendio reparador que liberará toda la energía emocional acumulada y producirá la transformación en el personaje, que ya nunca volverá a ser el mismo. Ni tú. Ni tus lectores.

En el caso del relato «Una camisa», nuestro Fermín se pone en marcha a través de ese conflicto interno que le causa no haber conocido el amor verdadero, y eso le lleva a Dover, donde encontrará a Mary, con la que tendrá una breve pero preciosa historia de amor sin palabras… que se quedará atrás cuando tenga que regresar, lo que complicará las cosas, porque si no haber encontrado el amor verdadero es un conflicto, más aún es haberlo encontrado y perderlo. ¿Cómo dejar de leer después de haber asistido a la escena en que Mary le compra a Fermín una camisa con los colores de una «jibia en celo» en los Modernos Almacenes, donde «las dependientas añoraban finuras pasadas y solo esperaban para morir que les clavaran la espina de un rosal»? Es imposible, no podemos dejar solo a Fermín con su desgraciado destino, tenemos que llegar al final de todo esto, desentrañar el misterio del amor y, sobre todo, de la ausencia y la pérdida.

__________________________________________

No te voy a destrozar el final de este precioso relato de Medardo Fraile, así que te dejo que lo leas por ti mismo aquí. Solo quería mostrarte las partes esenciales que conforman el andamiaje emocional de una historia, para que no olvides ninguna de ellas cuando escribas.

Es muy común, cuando uno empieza a escribir, ponerse a sí mismo de protagonista y olvidarse del personaje, desaprovechar la potencialidad de la voz narrativa, omitir el conflicto o perderse en disertaciones abstractas sin que ocurran cosas ni se deje ver una línea de acción. Todo esto afecta a la línea de flotación emocional, lo que llevará a que el lector se despegue de la historia y pierda el interés.

9 comentarios en «Conecta con tus lectores: escritura emocional»

  1. ¡Qué precioso relato «Una camisa»! Es verdad lo que dices, creemos que hay que presentar al personaje, describirle, explicar qué pasa…, cuando la acción y el conflicto va moviendo todo lo que se necesita. Es como leer y leer recetas, en vez de coger la harina y el azúcar y mancharse.
    Un abrazo,
    Mer

    Responder
    • Hola, Mer. Sí, lo dices muy bien, nos creemos que se trata de aplicar la técnica a nuestras historias, pero lo que hemos de hacer es relajarnos y entregarnos a nuestros personajes. Claro que, para eso, tenemos que darnos muchos cabezazos primero con los libros de cocina ;-).

      Un fuerte abrazo,

      Isa

      Responder
  2. Vaya Isa, con la fácil que parece cuando lo hace Medardo Fraile o lo haces tú y lo que se complica luego la cosa cuando lo hace uno 😉

    Me ha encantado

    Responder
    • Ya, Jaime, es lo que tiene lo simple. Que no es tan sencillo ;-). ¡Pero cuando te rindes, qué felicidad!, ¿verdad?

      Un abrazo enorme,

      Isa

      Responder
  3. Gracias, Isa. Volver a vivir la pequeña gran historia de Fermín Ulia es toda una gozada, sintiendo ese amor a barlovento, recorriendo esa calle empinada mientras el viento mueve las ropas colgadas en las drizas… un relato lleno de concreciones, donde lo abstracto no tiene cabida… Genial. Pero lo más grande es que cada vez que vuelvo a leer ese relato lo siento con matices diferentes.

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    • Hola, José María.

      Sí, así es la buena literatura, que en el fondo te habla de ti, y por eso cada vez que la lees percibes matices diferentes. ¡Que viva Fermín y su amor a barlovento! 😉

      Un fuerte abrazo,

      Isa

      Responder
  4. No he leída la historia de amor…que debe ser preciosa.Me quedo con el mini relato de tu descripción: divertida,clara,amena e instructiva. Hay una invitación cálida y desenfadada al acto de escribir.Salgo más instruido.Gracias!

    Responder

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