Hay personas que esbozan en sus relatos una temática y un argumento muy interesantes, a través de unos personajes bien caracterizados que nos pueden servir perfectamente de guías y modelos con los que identificarnos, pero que tratan de abarcar demasiado en poco espacio, no aportan suficiente detalle a las escenas y pretenden que los resúmenes y las explicaciones solventen los huecos. Al terminar la narración, tenemos la sensación de que se nos ha contado una interesantísima historia… de la que querríamos saber mucho más.
Si al final de la narración tenemos la sensación de que nos han contado una interesantísima historia y queremos saber mucho más, debemos pasar por parcelar la historia antes de ponernos a escribir
La solución a este problema pasaría por parcelar las historias (las ideas) antes de escribirlas y encontrar los límites que nos permitan contener o embalsar un relato breve. Podríamos llamarlo calibrar el peso específico de una historia determinada antes de lanzarse a escribirla. Si uno ve que va a tener que usar demasiados resúmenes y explicaciones y va a haber una ostensible falta de detalle, entonces tendrá que volver a parcelar la idea, y elegir una pequeña porción significativa.
Igual que la palabra es la unidad mínima de significado lingüístico, el cuento sería la unidad mínima de significado narrativo. Y es imprescindible saber identificarla dentro de la globalidad de temas y argumentos posibles.
Para esto hemos de cultivar la humildad de la mirada (hay algo de dolorosa renuncia en lo que digo, porque a todos nos gustaría tratar muchos temas en una única narración), en pos de profundizar y sacar el máximo provecho a la idea principal.
2 comentarios en «El cuento: la unidad mínima de significado»
Gracias por compartir las revista
Como siempre, qué bien explicado Isabel: has usado la unidad mínima de extensión y la máxima de claridad, 🙂