4 de octubre de 2018
Los esquemas, interpretación privada del mundo
Llevo tiempo leyéndome un libro titulado Alquimia emocional, de Tara Bennett-Goleman, en el que la autora habla de la teoría de esquemas. Un esquema viene a ser un patrón organizado de pensamiento o comportamiento. Las personas tenemos repertorios disponibles de esquemas bajo los cuales interpretamos las situaciones de nuestra vida. Un cambio en un esquema es un cambio de perspectiva y afecta a nuestra atención y a nuestra memoria. Los esquemas representan objetos, personas, estados subjetivos o relaciones entre objetos, y se adquieren mediante el aprendizaje, por lo que muchos de ellos se configuran en nuestra infancia. No son una copia del mundo, sino una interpretación privada de este.
Los esquemas influyen en nuestra atención, ya que tenemos más posibilidades de notar cosas que encajen en nuestros esquemas, mientras que si algo los contradice, puede que sea borrado o codificado como una excepción por nuestro cerebro. Por lo tanto, los esquemas nos hacen propensos a la distorsión, pues influyen en lo que observamos (o no) dentro de una situación. Tienden a permanecer invariables, incluso si la información que nos llega los contradice. Nos inclinamos a situar a personas o situaciones que no encajan en nuestro esquema en una categoría de «especial» o «diferente», antes que considerar que nuestro esquema pueda estar defectuoso. De este modo, podemos actuar de tal manera que nuestras peores previsiones se hagan realidad.
Los esquemas nos hacen propensos a la distorsión, tienden a permanecer invariables pese las circunstancias
Me ha resultado muy útil esta teoría para observar mi comportamiento, condicionado en buena medida por el trastorno de trauma del desarrollo; supongo que también puede valer para las personas que tengan síntomas de estrés postraumático, para las altamente sensibles, y en general para las que noten una distorsión entre su percepción de la realidad y lo que les devuelve esta (¿casi todas las personas? ;-D). En mi caso, me veo actuar llevada por unos esquemas que se han quedado congelados en mi memoria a lo largo del tiempo. Fueron esquemas que, en el pasado, me ayudaron a sobrevivir en el país del hielo, pero que en el presente lo que provocan es una distorsión tal de mi percepción de la realidad que, a estas alturas, me resulta difícil fiarme de cualquier «instinto» que me surja delante de una situación, pues lo «instintivo», en mi caso, viene marcado por un esquema distorsionado.
He sobrevivido en el país del hielo gracias a esquemas que en el presente provocan una distorsión de mi percepción de la realidad
En este post voy a tocar el tema del abandono.
Esquema del abandono
Según Tara Bennett-Goleman, el temor a que las personas a las que queremos nos vayan a dejar solos se encuentra en el núcleo de este esquema. El patrón puede tener sus raíces en experiencias infantiles reales de abandono (un padre que muere, un divorcio en el que uno de los progenitores se marcha o se desentiende de su hijo…). Pero un abandono simbólico —como tener un padre o madre inestable, poco fiable o emocionalmente distante— puede tener también un gran impacto emocional. Un niño que no puede contar con que uno de sus padres esté «ahí» puede desarrollar miedo al abandono.
El abandono puede tener raíces en experiencias infantiles reales o responder a hechos simbólicos que también tienen gran impacto emocional
La respuesta automática de un niño pequeño al miedo de que una persona clave en su vida lo abandone es, claro, aferrarse más, o buscar constantemente la seguridad de que alguien va a estar; ser dependiente ofrece un antídoto imaginado al temido abandono. Pero eso estará fuera de lugar cuando, ya siendo adultos, el mismo temor salga a la superficie una y otra vez en las relaciones más íntimas. Eso puede conducir a que la persona precise constante reafirmación de que la relación es estable y firme, y a veces puede conducir a que se cumpla el pronóstico temido, ahuyentando a la pareja. Otra reacción posible es que, por miedo a que la persona amada nos abandone, ocultemos nuestros temores y nos sometamos a los deseos del otro, aunque no coincidan con los nuestros. Por último, uno puede escaparse de las relaciones antes de que la pareja lo deje, lo cual es otra forma de eludir el abandono temido.
Por otra parte, los sentimientos que una separación temporal —o la pérdida real de una relación íntima— dispara en alguien con el esquema de abandono son mucho más fuertes de los que sentiría otra gente. La posibilidad misma de tal abandono puede disparar un pánico tan agudo como el de una criatura cuando pierde a sus padres en el parque de atracciones.
Si repaso mis relaciones, están marcadas por el esquema del abandono, el miedo y la desesperación de no poder asegurar nunca la estabilidad
Si repaso mis relaciones, están marcadas por este esquema. Recuerdo que mi madre siempre tenía miedo de que mi padre saliera a comprar tabaco y no volviese. Ese miedo lo he sentido una y otra vez con todas mis parejas, y también la desesperación de no poder asegurar nunca la estabilidad. En cuanto a los abandonos reales, solo he sufrido uno en mi vida (ya que he seguido el patrón de dejar a mis parejas antes de que ellas me dejasen a mí), pero ese abandono de la persona amada fue tan traumático que, cuando salta a mi mente —y lo hace a menudo— el momento en que se dio, aún tiemblo como una niña aterrorizada. Supongo que lo peor del sentimiento de abandono es que crees merecerlo. Todo el mundo tiene derecho a estar acompañado y ser querido menos tú. Hay algo en ti que impide que la gente quiera estar a tu lado, o solo durante periodos cortos, mientras resultes «divertida» y atiendas a sus deseos. Luego, se marcharán.
Incluso con los amigos que sé que me quieren y las personas que cuidan de mí, funciona este esquema. Cuando un amigo o una amiga aplaza una cita dos o tres veces, mi tendencia es a pensar que no quiere verme. Y mi sentimiento es de soledad y de angustia. Si tengo una cita con un hombre al que no conozco, trato de mostrarle antes todas mis debilidades por miedo al rechazo, de modo que muchas veces ni siquiera se da la cita. Incluso antes de conocer a alguien ya temo que me deje.
Dice Bennett-Goleman que aquellos con temor al abandono necesitan saber que podrán arreglárselas bien estando solos; que cuentan con los recursos interiores para satisfacer sus necesidades y que, por lo tanto, no quedarán indefensos si alguien los abandona. Personalmente, he aprendido, en efecto, a arreglármelas sola. Y he comprobado en mi propia piel que no me he quedado indefensa al ser abandonada. Puedo hacer mi vida y me siento valiosa aun cuando no haya nadie ahí para ratificármelo constantemente. Muchas veces tengo la necesidad imperiosa de estar con alguien, pero lo cierto es que ya soy incapaz, como cuando era más joven, de estar con alguien si eso me causa perjuicio.
Dicen los expertos que los esquemas funcionan por repetición y hábito, como las marcas de las ruedas en el barro, ojalá llueva y pueda trazar otros surcos
Dicen los expertos que los esquemas funcionan por repetición y hábito, como las marcas de las ruedas en el barro cuando este se seca nos hacen seguir los mismos surcos, que se van haciendo más y más profundos. Si miro hacia el pasado, veo un reguero de sangre en dichos surcos. Si miro el presente, veo los surcos, pero no la sangre. Ojalá llueva y pueda trazar otros surcos —alegremente— en forma de corazón.
2 comentarios en «LOS ESQUEMAS MENTALES I (EL ABANDONO)»
Gracias por este post tan íntimo y sincero. Me ha llegado muy profundamente, casi podría haberlo escrito yo.
Ojalá llueva tanto que cambie la orografía del terreno para que puedas crear los surcos deseados en una superficie casi virgen.
Un abrazo
Carmen
Muchas gracias por tu experiencia siento muchas cosas parecidas muy agradecida