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EL CAMINO ES LA META

Un camino, principio y final de meta, dos caras de una moneda

Madrid, 25 de septiembre de 2018

La expansión de la mente ¿meta infinita?

Hace unas semanas, Marusela (amiga y alumna) dejaba este comentario en mi post El túnel del terror. El fin del retiro

Hola Isa, tengo un hijo que no suele felicitarse por los aciertos, sin embargo, los errores los tiene siempre presentes y convierte cualquier éxito en un justiprecio con el que se autoindemniza, lo cual es bastante perverso, creo yo. Leyéndote me he acordado de él. También he pensado en los deportistas a quienes acompaña el sufrimiento durante el entrenamiento, lo aceptan porque creen firmemente en la recompensa; serían la otra cara de la moneda. La cuestión, pienso, es tener puesto el punto de mira en algo alcanzable, algo así como andar justo por el canto de la moneda.

Veo la meditación como un camino en el que no existe meta, eso ¿la convierte en inalcanzable? La expansión de la mente es infinita, pero nuestro cuerpo tiene fecha de caducidad y el paso de los años nos lo recuerda. ¿Cómo lidiar con estas cuestiones? Quizá la meta que buscamos no existe y por mucho que entrenemos no la alcanzaremos, ¿es esta la verdadera postura antiego?

El reino de los pretas y el reino de los dioses celosos

Cuando te leo, siento que yo también tiendo a ver la parte negativa, y cuando aparece algo bueno (que suele aparecer, aunque muchas veces a mi pesar ;-)) es un premio de consolación o, como dices, una pequeña indemnización que no llega ni para cubrir la centésima parte de los daños sufridos. Eso me mete en lo que en budismo se llama «el reino de los pretas o de los fantasmas hambrientos», en el que uno nunca se queda satisfecho y siempre tiene la sensación de que le falta alimento (sea físico, afectivo, intelectual o espiritual).

La actitud de los deportistas los mete más en «el reino de los dioses celosos», el de la competitividad y la lucha. Ambos reinos (o estados mentales) son samsáricos, porque se basan en una lucha de opuestos, quizá más dolorosa en el primer caso que en el segundo (hay muchos deportistas que no «sufren» sino que disfrutan el entrenamiento), pero siempre estamos en el mundo de la ganancia y la pérdida y, por tanto, del sufrimiento. Me siento bien si gano; me siento mal si pierdo.

Siempre estamos en el mundo de la ganancia y la pérdida […]Me siento bien si gano; me siento mal si pierdo

Hablas de que lo suyo, para evitar este sufrimiento, es tener en el punto de mira algo alcanzable, que sería como caminar por el canto de la moneda. Sin embargo, eso no nos saca del mundo de la dualidad y los tres velos: la ignorancia, el apego y el rechazo. Por muy alcanzable que sea (o nos parezca) la meta que nos ponemos, siempre pueden surgir obstáculos inesperados que nos impiden alcanzarla, como un simple esguince, la muerte de un ser querido o la subida del IPC, lo que nos llevaría a la frustración. O si se trata de una meta que no nos importa mucho, es difícil que saquemos energías para ir hacia ella.

La meditación, caminar por el canto de la moneda

La meditación lo que propone es la ampliación del punto de mira. Se trataría de ser conscientes de cómo nos situamos en la cara, o en la cruz, o cómo tratamos de caminar por el canto de la moneda, o incluso de descartar todo eso para tratar de inventarnos un mundo alternativo sin monedas… Y al ser conscientes de ello, lo vemos como un juego, el juego de la mente que se implica en sus contenidos.

No deja de ocurrir, pero cambia el modo en que nos relacionamos con ello, y eso hace que se afloje el sufrimiento de creernos que la moneda (cualquiera de sus caras o incluso su canto) es muy real. Convierte todo en meta; cualquier cosa que surja es la manifestación del juego de la mente. Vemos nuestras tendencias y los reinos en lo que nos involucramos (sean más o menos incómodos), pero no creemos que esa es la realidad. Hay un libro precioso de Chögyam Trungpa Rinpoché, titulado El camino es la meta , que he recomendado varias veces en mis redes sociales, (500 euros en Amazon, ¿se han vuelto locos? :-o), en el que se habla de todo esto.

La meditación trata de que seamos más conscientes de cómo caminamos en el canto de la moneda, incluso de inventarnos un mundo alternativo sin monedas

Últimamente me acuerdo mucho de la película Una mente maravillosa, en que el protagonista esquizofrénico, después de un viaje muy largo en que se hace consciente de su propia enfermedad, no deja de tener alucinaciones, pero cambia su forma de relacionarse con esos personajes imaginarios que él sabe que los demás no ven. Ya no los rechaza (sabe que esa no es la solución), pero tampoco les sigue el juego. Los ve, les saluda con afecto, y sigue su camino. Creo que, de alguna manera, todos tenemos alucinaciones (personales y colectivas), nuestra percepción de la realidad es una pura alucinación que, sin embargo, nos creemos a pies juntillas.

A mí la meditación me ha ayudado a no creerme tanto a esos personajes particulares o colectivos que constituyen el escenario en el que me ha tocado vivir. Eso no los va a quitar de mi vista (constituyen mi particular modo de estar en el mundo, y lo otro sería una «nada» irreal), pero ya no sufro tanto por ellos, e incluso en algunos instantes aislados aprovecho la energía de su manifestación y gozo de la belleza de la moneda dando vueltas en el aire.

Pero claro, «la mente es infinita, pero nuestro cuerpo tiene fecha de caducidad.» Si voy a este paso, no voy a llegar nunca a esa «visión pura» de la que hablan… En el budismo, es a lo que se llama «verdad absoluta» y «verdad relativa». Mientras tengamos una visión dual de la realidad, en la que consideramos que existimos como individuos separados del resto del mundo, nos hemos de atener a la verdad relativa. Es decir, no es un error que tengamos metas en la vida, y tratemos de alcanzarlas.

Dejar de hacerlo sería en este momento negar y anular nuestra propia energía, nuestro propio potencial (que es inmenso). Pero podemos poner los medios adecuados para, en el camino de esta vida (de esta preciosa existencia humana) hacia nuestras metas, ir abriendo la perspectiva de nuestra mirada gracias al cultivo de la atención consciente. La meta no está en otro lugar, está en cada instante en que tenemos la oportunidad de ver verdaderamente el juego de apego y rechazo en el que estamos involucrados. Cuando podamos hacer eso, instante a instante, es cuando habremos alcanzado la meta y, a la vez, la noción de meta carecerá de sentido alguno.

La meta no está en otro lugar, está en cada instante en que tenemos la oportunidad de ver verdaderamente el juego de apego y rechazo en el que estamos involucrados.[…] Entonces la noción de meta carecerá de sentido alguno

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