Autora: Mercedes Adán
A veces distinguir entre pensamiento y emoción se hace difícil; la emoción la sientes en el cuerpo, el pensamiento está más en la palabra y ya. Me di cuenta de lo fácil que me resulta distinguirlos desde que uno escritura y… Clic para tuitear
En un curso de inteligencia emocional, hicimos un ejercicio por parejas en el que había que imaginar una situación en la que te gustaría estar (o no estar) y en la que fueras capaz de entrar en una emoción para explorar lo que sentías en tu cuerpo. Cuando llegó el turno de mi compañera, dijo que no podía hacerlo porque no sabía distinguir una emoción de un pensamiento. Yo tenía clara la diferencia. Le dije que la emoción la sientes en el cuerpo, el pensamiento lo piensas y está más en la palabra, y ya. No supe decirle más. Y me vi donde estaba mi compañera, no hace tanto tiempo. Y también me di cuenta de la forma tan diferente en que entiendo las emociones ahora, desde que uno escritura y meditación.
Una buenísima herramienta es la «práctica de los 4 pasos”, que Isa nos ha traído de la psicología contemplativa. Esos cuatro pasos: permitir, explorar, abrazar y soltar, resultan complicados al principio. Pero si salen de forma natural es increíble. Una vez me pasó con claridad.
Una persona del trabajo tuvo un conflicto conmigo y redactó un escrito en el que decía cosas horribles sobre mí (lo escribió un intermediario, pero eso aquí no importa). Ponía en duda mi capacidad en el trabajo y mi currículum. Cuando lo leí, no podía creer las cosas horribles y falsas que decía. Primero sentí sorpresa, pero enseguida sentí miedo. ¿Por qué alguien me atacaba y de qué más podía ser capaz? Me costaba entender que iba a por algo por encima de todas las cosas. Y para ella yo era una de esas cosas. Me dolió mucho, aunque esa persona no tuviera importancia en mi vida.
Pensaréis que entre mis emociones faltaba alguna muy importante. Cierto. Después de leer el escrito me fui a trabajar. Delante de la puerta del despacho que compartíamos, entre otros, esa persona y yo, agarré el picaporte de esa puerta y entonces me entró toda la rabia en la tripa como si fuera el puñetazo de un boxeador. Noté cómo llegaba y se quedaba en el vientre, pero también mi mandíbula se quedó rígida y apretada, los dedos de mis manos necesitaban descargar, como si tuvieran relámpagos en las palmas de la mano. Sentí la rabia por todo el cuerpo. Delante de esa puerta, cuando me iba a encontrar en un segundo con quien la había causado, sentía su energía como si se tratara de una central eléctrica y pudiera oír el zumbido de la electricidad.
Me di cuenta del cansancio que me producen mis pensamientos cuando giran en mi cabeza como en una centrifugadora. Es increíble mi parte racional, sí. No reniego de ella. Pero esto, lo emocional y corporal, es más profundo. Clic para tuitear
Siempre he huido de la rabia. ¡Qué felicidad sentirla tan nítida! Sentí esa felicidad un segundo porque la energía rabiosa la echó y me llenó como si fuera una olla a presión. Abrí la puerta. El despacho estaba vacío. Y me di el gusto de seguir sintiendo fuerte un rato. Mandíbula, dedos, manos, puños, tripas, abductores (como si tuviera que saltar sobre algo). La alegría de sentir así volvió, ahí estaba, era una pequeña ola, pero muy evidente, en ese océano de rabia. Pero ese pequeña ola tenía mucha fuerza, de manera que la puedo recuperar. La alegría de sentir, sabiendo que sentía.
Yo era una loba a la que estaban atacando. Sabía que tenía fuerza suficiente para defenderme y vencer. La sensación de sentirla era placentera y poderosa. Muy poderosa. Si vino la idea de que no iba a usar esa energía, no me importó. Ninguna idea, de hecho, podía hacer lo que estaba pasando más pequeño o menos importante. Me sentí un animal. Y me gustó. ¡Era tan diferente a pensar!
Me di cuenta del cansancio que me producen mis pensamientos cuando giran en mi cabeza como en una centrifugadora. Es increíble mi parte racional, sí. No reniego de ella. Pero esto, lo emocional y corporal, es más profundo. Me gusta dejarme llevar por mi instinto, saber cosas sin palabras, con una escucha diferente. Si mi cabeza no centrifuga, observa. La sensación es fresca como el agua, y me descansa.
La creencia de que lo más importante es ser racional, me había convertido en una enorme cabeza con el cuerpo como un apéndice pequeñito. La rabia, por mandatos de mujer, de hija mayor, por miedo al conflicto… estaba muy profunda. Aunque yo huya, el conflicto me persigue, y me alcanza. Y me alegro. El animal que llevo dentro me hace sentir poderosa, el miedo se pasa y los conflictos dejan de ser un problema. Dejo atrás el primer y el segundo paso: permitir y explorar.
Abrazar, el tercer paso, necesita su proceso y su tiempo. No pasó delante de esa puerta, pasó en la elaboración de lo que sentí allí. Por un momento cuerpo, emoción y mente estuvieron unidos: en la fuerza, la expansión y la capacidad de ver. Me ayudaron dos cosas: la sensación de unir diferentes partes, a veces contradictorias, y el agradecimiento. Tras meter los dedos en el enchufe de la emoción, alinear lo que me pasa me permite hacer lo que quiero sin que la emoción me arrastre, pero teniéndola en cuenta. Doy gracias al animal que llevo dentro, que antes me asustaba. Doy gracias a que mis partes se unan. Agradezco, al principio con la boca pequeña, pero después de corazón, las fastidiosas y útiles contradicciones. He necesitado mi tiempo, pero en cuanto abrazo, soltar es sencillo. No es que los problemas desaparezcan. Es que no me tengan atrapada. Y completo el cuarto paso.
Así es como puedo ir hacía lo que me hace bien.
10 comentarios en «El animal que llevo dentro – De Mercedes Adán»
Me ha encantado. No sé podría describir mejor. Un proceso impecablemente descrito. De gran ayuda e inspiración para transitar esos 4 pasos con atención y poder asi, poco a poco, dejar de temer y aliarnos com el animal que llevamos dentro. Seguro que no es tan fiero.
Gracias Mercedes Adan, tu escritura me llega en pleno al cuerpo, no tanto a la cabeza.
Leyéndote siempre siento como si me llevases de la mano.
Gracias, Elena.
Pues no es tan fiero, no, a veces me apetece que lo sea más y, siempre, hacerle más caso. Es un gusto que te llegue al cuerpo 😉
Un fuerte abrazo,
Mer
Muy bueno Mer, qué bien mostrado y qué honesto
Gracias, Noelia.
Qué bien que llegue así.
Un abrazo,
Mer
Hola Mer. Cuanto y que bien aprendes. Yo te mando un beso muy gordo por tu clarividencia para distinguir todas esas facetas y
fases. Mi enhorabuena. Y mi admiración.
Ahí vamos, Matilde.
Avanzamos ¿verdad?
Aunque siempre hay más cosas interesantes, es un no parar 😉
Besos,
Mer
Enhorabuena Mercedes! Por cómo has conseguido hacer sentir y por haber dejado fluir esa dura experiencia en tu cuerpo. Sé que no es fácil ni lo uno ni lo otro … pero ha pasado.
Gracias por traerlo aquí.
Un abrazo
Gracias, Isabel.
Es como atravesar una corriente y sentí alivio, satisfacción y pude pasar a otra cosa. Compartirlo me hace sentir bien.
Un abrazo.
Muy bonita historia Mercedes para afrontar las emociones negativas que nos causan ciertas personas en esta vida.
Saber soltarlas y dejar de dar vueltas al cerebro que lo único que produce en mi caso es insomnio.
Muchas gracias por tu relato tan aleccionador.
Besos.
Marta, gracias a ti por leerme y meterte en la historia.
Un abrazo.