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El ego del escritor: cómo mantenerlo a raya

el ego del escritor, como mantenerlo a raya

Elizabeth Gilbert (autora del best seller Come, reza, ama) nos habla, en su maravillosa charla TED El genio de la creatividad, de los peligros de creerte, como artista, el demiurgo absoluto de tus creaciones. Esta tendencia, que comenzó con el Renacimiento, al poner al ser humano en el centro del universo, fue, según ella, un error. Citando sus palabras, «el permitirle a alguien, a una simple persona, creer que es el contenedor, la fuente, la esencia y el origen de todo el misterior divino, creativo e insondable es quizá mucha responsabilidad para una frágil psique humana. Es como pedirle a alguien que se trague el sol».

Centralizar demasiado en ti el trabajo creativo es, contrariamente a lo que pueda parecer, vulgarizarlo, quitarle esa parte trascendente, suprema, universal y auténtica gracias a la cual lo llamamos «arte» y no «batir un huevo» o «hacer una tortilla».

Esta parte «mágica» del trabajo creativo se palpa en las anécdotas que cuenta Elizabeth Gilbert en su charla sobre la poetisa Ruth Stone, cuyos poemas la perseguían literalmente por los campos, mientras ella corría a la casa a por un lápiz y una hoja de papel para atraparlos antes de que pasaran de largo; o cuando al cantante y compositor Tom Waits le llegaba una melodía mientras estaba conduciendo, y clamaba al cielo para que esa canción se fuese a buscar a otro artista, porque él no podía atenderla en ese momento; o cuando en ciertas culturas las personas se dejan traspasar por el arrebato en las danzas sagradas. Y seguro que tú también has palpado en ocasiones esa magia mientras realizabas alguna actividad artística.

Escribir no se trata de poner mucho esfuerzo o fabricar con tu mente la historia, sino de dejar que aflore en ti y trasladarla con todas las herramientas a tu alcance. Share on X

Conviértete en canal para tus creaciones

No creamos de la nada, ni tampoco configuramos nuestras creaciones a base de conocimiento y racionalidad. Crear consiste más en convertirse en un canal adecuado para transmitir una verdad o una experiencia que en fabricarla. La realidad no la creas tú: está o, más bien, es. Tú, como artista, eres un mero conductor y, para serlo, has de procurar propiciar las condiciones favorables para que esa conducción o transmisión se produzca eficazmente, entre otras aprender la técnica, y perseverar en el trabajo con placer y diligencia hasta que el momento mágico de la transmisión se produzca. Pero el trabajo real del artista tiene más que ver con el «no hacer» que con el «hacer».

No se trata de poner mucho esfuerzo o fabricar con tu mente la historia, sino de dejar que aflore en ti y trasladarla con todas las herramientas a tu alcance.

Libérate del intermediario del intelecto

Y de la misma forma que en nuestra vida el sufrimiento proviene del aferramiento al yo, también en el arte resulta nocivo convertirte en el centro de tu creación. Aparte de la excesiva carga de responsabilidad que supone pensar que todo ha de salir de ese ser pequeñito e insignificante que soy yo, esta visión te lleva a solidificar el universo creativo de la misma forma que haces con la realidad. Si «yo» soy quien configuro cada frase, si «yo» soy el que creo a mis personajes de la nada, si «yo» soy el que fabrico una voz, etc., lo que estoy haciendo es interponer continuamente un intermediario muy pesado entre la creación y la fuente de origen.

Esto es algo que se nota mucho en quienes empiezan a escribir, porque parece que todo lo tienen que filtrar por el pensamiento, o por una voz narrativa enjuiciadora y explicativa que no deja que las vivencias respiren. El lector nota inmediatamente esa especie de capa protectora que no le mantiene a una cierta distancia emocional de lo que le están contando.

Esa forma muy personal de desaparecer en favor de las cosas es la que cada escritor ha de ir desvelando. Share on X

Desaparece de una forma muy personal

Sin embargo, si mantienes una actitud abierta (en lo que te puede ayudar mucho la meditación), dejando simplemente que la obra surja a través de tí, sin ningún tipo de intermediación del intelecto, tus textos se harán mucho más fluidos y naturales.

Según el filósofo Heidegger, el mal escritor sería el que trata de poner, imponer o superponer las palabras sobre las cosas, mientras que el buen escritor sería aquel que sabe regalar las palabras a las cosas, que desaparece de una forma muy personal en favor de las cosas.

Esa forma muy personal de desaparecer en favor de las cosas es la que cada escritor ha de ir desvelando.

Si te fijas, no solo se trata de «desaparecer», sino de hacerlo de una forma «muy personal». Es decir, abandonar el «yo» no significa «dejar de ser», sino precisamente dejar que brote tu auténtica naturaleza, y ahí es donde te sentirás como en casa.

Disfruta del engaño con los ojos de un niño

Ya hemos visto cómo el aferramiento al «yo» te condiciona en tu forma de desarrollar la creatividad. E ir aflojando ese aferramiento a algo inexistente puede ir abriéndote a un universo más amplio de posibilidades ilimitadas.

Si tomas en cuenta que —al menos en un nivel creativo— no estás condicionado por un ente permanente e independiente que te limite, entonces puedes vivir tu arte de un modo mucho más libre.

Hay una anécdota budista que muestra las tres diferentes actitudes que podrían existir ante un hecho en apariencia mágico: Si alguien, en una habitación oscura, mueve una barra de incienso muy deprisa en círculos, puede parecer que estuviera dibujando una circunferencia de fuego en el espacio. Si ese espectáculo lo observara un niño, un adulto y un viejo, puede que el niño, en su inmadurez, pensara que realmente el artífice está creando una circunferencia de fuego (esta es nuestra mente inmadura que cree en la realidad del yo y de lo otro); el adulto, sin embargo, vería en qué consiste el truco, y explicaría al niño que en realidad se trata de mover muy rápido una barra de incienso, y que es ese movimiento el que crea la apariencia de la circunferencia, pero no es real (esta sería nuestra mente analítica descubriendo el engaño); por último, la actitud del viejo (nuestra mente sabia que trasciende el engaño) sería la de disfrutar del espectáculo mágico (con los ojos del niño) sabiendo a la vez que se trata de una simple apariencia (con los ojos del adulto).

Conviértete en otros

La actitud que propicia la escritura y la meditación es esta última. Descubres que no existe tal cosa a la que puedas llamar «yo» pero, a la vez, puedes disfrutar del despliegue mágico de la mente, que es capaz de crear la ilusión no solo de un «yo» sino de muchos. De hecho, puedes percibirte como personas muy diferentes no solo a lo largo de tu vida, sino a cada instante de conciencia.

En literatura, esto se traduce, a medida que vas aflojando el aferramiento a tu propia identidad, en una libertad mucho mayor a la hora crear personajes e introducirte en su pellejo.

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En definitiva, aflojar esa tendencia que tenemos a creernos el centro del universo y de nuestras creaciones, te ayudará a abrirte a un campo mucho mayor de consciencia, que es de donde surge la auténtica inspiración y creatividad. Cuando esto sucede, abandonas todo deseo de logro y el camino se convierte en tu meta.

11 comentarios en «El ego del escritor: cómo mantenerlo a raya»

  1. Maravillosa como siempre la reflexión, aunque esto me genera dudas «a medida que vas aflojando el aferramiento a tu propia identidad, en una libertad mucho mayor a la hora crear personajes e introducirte en su pellejo.» ¿Puede contradecirse con aquello de escribe sobre lo que conoces? El tema es tan complejo que hasta en la frase: la realidad no la creas tú, el verbo puede tener significado de pensar o de fabricar, ;=)
    Mil gracias siempre por tus posts. Un abrazo, Isa.

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    • Marusela, al menos como yo lo veo, no creo que haya contradicción. Miro lo que conozco y me empeño en darlo la misma forma una y otra vez, precisamente porque creo que lo conozco, pero al aflojar, permito una mirada diferente, ver una cualidad, un matiz, incluso otra cosa… en eso tan conocido. El cambio en el relato, está en esa mirada nueva, en conseguir ese aflojar después del viaje. Y en vivirlo como un camino que no sabes donde te lleva, abierto a ser ese canal.
      Bueno, es mi forma de verlo 😉 Y así te mando un abrazo,
      Mer

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    • Hola, Marusela,

      Es que a mí me parece que «conocemos» muchas más cosas de las que pensamos. Esa persona que nos creemos que somos tiene una mente muy estrecha, como si solo hubiéramos experimentado lo que nos ha ocurrido en la vida, pero cuando nos abrimos, nuestra experiencia es mucho más amplia, y abarca a los demás, y a ilimitadas facetas. Y tú, que te has introducido en personajes de todos los colores, lo sabes perfectamente.

      Lo que pasa es que a veces, me parece, le das muchas vueltas a las cosas, y la racionalidad encajona un poco tu verdadera experiencia.

      Muchos besos,

      Isa

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  2. Encuentro muy acertado el contenido del post. Creo que es exactamente mi problema central como escritora. Me ha llamado la atención lo de prestar mis palabras a las cosas, de pronto lo he visto claro. Intentaré crear bajo esa premisa. Quizá salga algo interesante.
    Gracias por tu generosidad.
    Un abrazo y deseos de volver a estar en Madrid. La dichosa pandemia se nos ha llevado un par de años por delante.

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    • Gracias por tus palabras, Joana :-). Sí, qué ganas de compartir presencia… A ver si nos vemos.

      Un fuerte abrazo,

      Isa

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  3. Me he tenido que ver la charla de Elizabeth Gilbert…
    Un acierto grande todo esto que dices.
    Se encaja esta semana con más cosas y me hace escribir más ligera y con más ilusión…
    Mer

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  4. Me ha gustado mucho el artículo, y lo voy a poner en práctica. También creo que al liberarnos de nuestro ego, es de nuestro subconsciente, de donde surgen nuevas ideas y pensamientos. Nueva liberación. Fenomenal.

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  5. Cuando se lee algo que encaja en lo que piensas o has pensado, la verdad que es reconfortante. Para mi, nadie descubre ni crea nada, pues ya estaba allí. Lo que hacemos es bucear en el mundo de las ideas desnudos , con la mayor humildad, y nuestra ilusión es como una linterna que nos alumbra y nos deja ver lo que buscamos.

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