El qué se cuenta está íntimamente relacionado con el cómo se cuenta. Si usamos un discurso neutro e impersonal, será difícil abrir brechas en la realidad que nos permitan ver más allá de lo obvio y lo tópico.
Y también al contrario: si pasamos por encima de los hechos como de puntillas, como para no despertarlos, por más que nos esmeremos con el lenguaje, este no señalará a nada significativo sino a sí mismo, en una suerte de vacuo artificio.
Hay que llegar a una simbiosis perfecta en la que forma y fondo sean indivisibles.