Cuando era una adolescente tenía ya confeccionado el traje que llevaría mi hombre ideal. Ese hombre había de ser extremadamente cariñoso pero no pesado, atractivo pero no promiscuo, sensible pero muy masculino. Activo, pero con una actividad dirigida por y hacia mí. Yo tenía que ser el centro de su vida, por supuesto, pero a la vez él tenía que tener una vida propia, rica y plena.
Para el traje que debía llevar mi hombre perfecto, yo tenía que ser el centro de su vida, pero a la vez, él tenía que tener una vida propia, rica y plena. Share on X
Pasaron muchos hombres por mi vida, y ninguno encajaba en este perfil. Era como si el traje que les regalaba con toda mi ilusión nunca acabase de quedarles bien. Los pobres intentaban estrechar los hombros, sacar pecho y meter barriga. Pero al final las costuras estallaban, los botones saltaban por los aires, quedaban a la vista jorobas, pelos en los brazos, heridas que supuraban horriblemente por haber permanecido tanto tiempo ocultas.
Y entonces empezaba el drama. Yo les acusaba con el índice: «No eres quien pretendías ser», «Me has engañado». Y les dejaba tirados como colillas, no sin antes haberles aplastado con la punta del pie. Me habían hecho tanto daño…
Tras estallarse las costuras, yo les dejaba tirados como colillas. Me habían hecho tanto daño... Share on X
Pero no me gustaba nada la soledad, y mi proyección del traje de mi hombre ideal volvía a reflejar, en el exterior, una sombra en la pared que yo tomaba por real. Y otra vez volvía a empezar la película.
Con el tiempo, para evitar el drama, me fui haciendo experta no en aquello que buscaba en mi pareja, sino en aquello que NO buscaba. De este modo, me apliqué al estudio de los defectos de los hombres. «Este no sé qué se cree; menudo prepotente de mierda». «¿Y a este qué le pasa?; ¿por qué no quiere mostrar sus emociones?». «Por su manera de coger los cubiertos se nota que es muy inseguro». «Habla demasiado de su ex mujer». «Su voz es demasiado aguda». «Uf, este lo que quiere es una madre».
Los descalificaba de entrada, nunca merecerían que les regalase el maravilloso traje de mi deseo, pero me aburría mortalmente. Share on X
Y así, los descalificaba de entrada, sabiendo que nunca merecerían que les regalase el maravilloso traje de mi deseo.
Eso sí: me aburría mortalmente.
Hasta que un día en que yo estaba desprevenida, apareció en mi vida el hombre en el que el traje —que yacía ya arrumbado en el fondo de mi armario— encajaba a la perfección. Era extremadamente cariñoso pero no pesado, atractivo pero no promiscuo, sensible pero muy masculino. Activo, pero con una actividad dirigida también hacia mí. Yo era el centro de su vida, y a la vez él tenía una vida propia, rica y plena. Y, para más inri, parecía que yo también vestía el traje de su mujer ideal.
Subimos juntos al barco de la fortuna y nos lanzamos al viaje de amarnos a corazón abierto; pero ninguno de nuestras trajes era ignífugo, y la hoguera de la pasión prendió en ellos enseguida. Share on X
Subimos juntos al barco de la fortuna y nos lanzamos al viaje de amarnos a corazón abierto y a toda vela. Pero resulta que ninguno de nuestros trajes —esos trajes tan «ideales»— era ignífugo, y la hoguera de la pasión empezó enseguida a prender en ellos. Envueltos en llamas y azuzados por el terror de perder unas vestimentas cosidas con tanto esmero, nos lanzamos al mar sin salvavidas.
Cuando salí a la superficie, él ya no estaba, ni el traje tampoco. Con el mío hecho jirones, nadé en todas direcciones, buscándolo, pero había desaparecido entre unas olas cada vez más altas y furiosas.
Afortunadamente, a mi lado asomó una tabla de surf con un nombre grabado en letras doradas: meditación. La manejaba fatal, pero tantas veces como las olas me lanzaban al fondo, yo salía a la superficie y me volvía a subir. Me pasé años surfeando sola en el océano encrespado de mis emociones, recordando por partes el bello traje de mi amor, aunque ese recuerdo se mezclaba con imágenes entrecortadas y traumatizantes del naufragio, en que las partes rotas de su camisa dejaban entrever las heridas de su pecho. Cada vez que surgían estas imágenes, yo volvía la vista hacia los bellos recuerdos del traje y me concentraba en guardar el equilibrio en mi tabla de surf.
De tanto batallar con el oleaje, un día se cayó el último jirón de mi traje y me quedé desnuda. Solo en ese momento las olas empezaron a aquietarse. Y solo entonces vi que había otros surfistas a mi alrededor. Esperanzada, fui de uno a otro, buscando su amor desde la desnudez. Pero todos los surfistas lucían trajes bien abrochados, y además tenían un pequeño defecto: no eran él, el que había encendido la llama de la pasión que, a su vez, había acabado con nuestros trajes y, de paso, con nuestra relación.
Pasaron los años y me acostumbré a nadar desnuda y sola. Quise olvidarle, diciéndome a mí misma que, al fin y al cabo, debajo de aquel maravilloso traje al que yo llamaba «amor verdadero» solo había un hombre herido, cobarde y asustado. La llama persistía en mi corazón, como una de esas velas de broma que soplas y soplas y vuelve a prenderse una y otra vez como por arte de magia. Hasta que de tanto soplar me quedé sin aire y, por un segundo, fui capaz de mirar la llama sin más. Bastó dejarla estar por unos segundos para que alumbrara la verdad: que desde un principio había calentado mi corazón, que me había ayudado a no morir congelada, y a tener el coraje de surfear hasta que el oleaje se calmó, y después a seguir nadando sin traje alguno en un mar sin olas. También pude recordar sin distorsión su bellísimo cuerpo, que había entrevisto por debajo de aquel inútil traje, y su alma cariñosa, atractiva, sensible, activa y masculina. Descubrí, además, que mi llama estaba conectada con su llama, de igual manera que lo estaban mis heridas —por fin al aire— con las suyas. A través de esa conexión intemporal le transmití que ya estaba preparada y le susurré al oído si él lo estaba.
Pocas horas antes de finalizar el año más extraño de nuestras vidas me respondió que sí y permitimos, por fin, que nuestros cuerpos desnudos se reconociesen y se dejaran flotar con las manos entrelazadas en la inmensidad del océano, al calor calmo y eterno de la misma hoguera.
39 comentarios en «El traje de mi hombre ideal»
Que descripción más dolorosa, más ardiente, más valiente…..y sobre todas las cosas, con qué coraje defendida!!!
Me encanta… Yo tambien diseño y coso trajes. Y me agarro a mi tabla de surf
Gracias por estar en mi vida, querida Isabel!
Muchas gracias por tus palabras, Pilar, compañera de surf y escritura :-).
Un abrazo fuerte,
Isa
Precioso Isa. Sueño con poder escribir a corazón abierto, como tú. Muchas graciasL
Me llegó al corazón. Soñé con trajes, que quiero destruir para llegar a un final igual que el de la historia.
Escribir es lo que más anhelo. Me enamoré de las palabras
Gracias.
Muchas gracias, Leli. Te animo a que escribas con el corazón abierto, claro que sí, es muy liberador.
Un abrazo enorme,
Isa
Me encanta como escribes.
Me mueve mucho por dentro.
Tengo la tabla de surf flotando cerca pero no acabo de subirme a ella. Quizá lo de caerme me fastidia tanto y me deja tan desconsolada que me he acostumbrado más a seguir simplemente a flote.
Hola, Heike,
Lo malo de mantenerte simplemente a flote es que las corrientes te llevan donde les da la gana, en vez de dirigir tú tu vida. Así que ánimo con esa tabla. No puedes evitar las circunstancias de la vida, pero sí puedes elegir cómo las vives.
Un abrazo fuerte,
Isa
Emocionante relato. Me ha conmovido y ha puesto en palabras mucho de mi historia personal. Muchas gracias por compartir.
Muchas gracias, Teresa, me alegro de que te hayas sentido identificada :-).
Un abrazo fuerte,
Isa
Un camino azaroso que finalmente ha dado frutos. Me alegro muchísimo de este giro en tu vida, Isa. Te mereces lo mejor. Un abrazo enorme.
Muchísimas gracias, Marusela :-). La verdad es que estoy feliz.
Un abrazo muy fuerte,
Isa
¡Brava, Isa! Un resumen bellísimo de una historia nada ortodoxa, que por fin ha encontrado el desenlace que mereces. Porque eso es lo que has estado haciendo, des-enlazar los nudos que te ataban capa tras capa, como en tus metáforas. Y con esa liberación tuya has ayudado a desanudar también sus propias madejas… y las de todos nosotros.
Muchas gracias, Elisa, también por ayudarme con tu compañía tantas veces a desenredar juntas nuestras madejas ;-).
Un abrazo fuerte,
Isa
Agarrada con fuerza a la tabla de surf siento vértigo de leerte. Conocerte ha sido descubrir una isla maravillosa por explorar y aprender a caminar.
Disfruta del abrazo del oleaje, que maravilla!!!
Muchas gracias, Àngels, qué bonitas palabras y deseos :-).
Un abrazo grande,
Isa
Enhorabuena Isabel por quitar trajes y ayudarnos a los demás a hacerlo también???
Gracias, Alicia :-). A ti se te da de maravilla también quitarte trajes.
Un abrazo fuerte,
Isa
Sin palabras. Bellísimo….Tus escritos me revuelven tanto por dentro que hasta me aturden. Señalan y tocan témpanos de hielo de mi interior que yo ya creía derretidos…Tantos trajes cortados a medida que no sirven, en cualquier tipo de relación!!!. Hasta q una efectivamente se queda desnuda frente al espejo y se ve…. Y en el fondo del cuadro, como Velazquez en las Meninas, es capaz de ver a otras personas, esas q siempre estuvieron esperando porque te querían más q tu a ti misma.
Ojalá algún día pueda expresar lo q bulle en mi interior de ese modo tan bello y, sobre todo, creo, tan liberador en el q tu lo haces. La meditación y la escritura….las tablas de surf del naúfrago, como bien dice.
Apenas te conozco pero me siento muy cercana a ti. Me alegra muchísimo conocerte. Gracias
Muchas gracias, Inés :-). Jo, pues lo has descrito de maravilla, así que no estás tan lejos liberarte a través de la escritura. En tres meses vas a flipar ;-).
Un abrazo fuerte,
Isa
¡Enhorabuena por el texto Isa! Me ha encantado como explicas tu viaje y creeme que hoy necesitaba y MUCHO, leer algo así. Me has recordado un par de cosas, jeje.
Gracias por compartirte así.
Hola, Gisela,
Qué bien que el texto te haya ido como traj… digo… como anillo al dedo ;-). Yo también escribo muchas veces para que no se me olviden ciertas cosas ;-).
Un abrazo fuerte,
Isa
Isabel me parece un relato precioso sobre el amor. Tiene mucha fuerza, en unos momentos sentia que mi corazón se partía en trocitos, en otros momentos que una llama le quemaba y en otros que brillaba como un díamante .Me encanta que hayas encontrado a tu alma gemela y que os queráis con el corazón abierto y que con la meditación te hayas desnudado para conocer lo más profundo de tu ser y el de tu amado. Os deseo amor infinito y que seas muy feliz.
Que la vida te devuelva todo el amor que nos das a las personas que estamos contigo.
Muchísimas gracias, Marisa, me ha emocionado leerte, es muy bello lo que me dices. Un gran placer y honor acompañar a personas como tú en el camino.
Un abrazo fuerte,
Isa
Muchas gracias, Isa. Es muy bello lo que describes y me identifico con lo que cuentas.
En esta etapa de la vida tengo el regalo de que ya la soledad es preciosa. No añoro a mi hombre (tú no lo conociste) y le agradezco que su ausencia me facilitara el camino para encontrarme con nuestra maestra (26 años cumpliremos en febrero). Lo importante es que el sutil vínculo de nuestro encuentro se repetirá en la próxima vida. Entonces estaremos preparados… Con AMOR. Maribel
Hola, Maribel,
Muchas gracias por compartir tu experiencia, tan valiosa. No le conocí, pero oí hablar de él bastante; y, como dices, los encuentros se repiten hasta que encajan las piezas, porque todo encaja en el espacio de la consciencia.
Un abrazo muy fuerte,
Isa
Hola a tod@s,
primeramente gracias a Isa por su poético relato y al resto por vuestros comentarios. Por un momento Isa, no sabía si el final es real o simplemente parte del traje que tod@s compartimos en mayor o menor medida en esta aventura del AMOR.
Una vez un señor muy sabio me dijo que «los humanos confundimos AMOR con hormonas y que el amor es el tema con el que más tiempo perdemos». Muchas veces he reflexionado sobre esas frases y tras muchos trajes deshilachados, relaciones náufragas, tsunamis emocionales y mucha observación, siento la profundidad que esconden esas palabras.
Adultos que se desencuentran presos de sus heridas infantiles, niños necesitados de amor, niños que se reprochan cariño y sólo quieren ser amados y aceptados como son, encuentros que acaban en desencuentros, en peleas, en finales trágicos con noches de insomnio y días de llanto. «Las discusiones son parte de la VIDA en pareja, Verónica». Aún me pregunto, porqué. Porqué esperamos siempre tanto del otro, porqué el otro no es capaz de captar nuestras necesidades, porqué tememos al compromiso REAL como a nuestra propia sombra. Y la respuesta es el dolor, el miedo al abandono, la mochila emocional que much@s por no decir tod@s cargamos, nuestro pasado, nuestras expectativas -ese traje hecho a medida- que hemos conformado en nuestra mente y proyectamos compulsivamente en el otro. Hasta que un día caemos en cuenta que él o ella no son más que nuestro fiel reflejo, que nos cruzamos en el camino para reconocernos, para crecer, para aprender a amarnos a nosotros mismos primero, aceptarnos en todas nuestras facetas y dejar partir. El desapego es esa lección tan dolorosa por la que hemos pasado tod@s, la ruptura del primer amor, que luego se repitió en el segundo, el tercero, el cuarto hasta que entendemos que ese traje nos encorseta a nosotr@s mism@s. Uffff cuántas oceános de lágrimas hemos derramado para entender qué es eso de la relación amorosa.
En fin, celebro contigo Isa que tras despellejarte hayas mudado la piel y podáis surcar el universo del AMOR UNO.
Felicidad-ES.
Un fuerte abrazo a tod@s,
Veronica
Ostras, Verónica, menuda reflexión… Me ha encantado leerte, muchas gracias :-). Es un largo viaje, sí, darse cuenta de algunas cosas que ya nos podrían haber enseñado de niños, la verdad… Leí en un libro del maestro de mi maestra: «No nacen personas, nacen pedazos de sufriiento». Me impresionó cuando lo leí, pero realmente traemos de entrada muchas distorsiones (a lo que se llama samsara) que no es fácil clarificar a lo largo de la vida. Para mí, lo maravilloso es haber tenido la fortuna de encontrar las herramientas para entender que no hay ningún «pecado original», sino que solo se trata de un punto de vista erróneo; entenderlo, e ir asimilándolo poco a poco, al ritmo al que puedo. Y poder hacerlo en compañía de esa persona que me hace de espejo (y viceversa), ya me parece la repanocha.
En fin, que muchas gracias por tu interesante reflexión al respecto.
Un fuerte abrazo,
Isa
Hola Isa, gracias por tu comentario. Si, me extendí un poco, jajaja. Me encanta saber que saboreas y vives una pareja repanocha :-). Locos de AMOR. Gracias por hoy.
Querida Isa, qué feliz me ha hecho saber de tu felicidad. Tu relato es tan luminoso como ella.
Un abrazo
Sole
Muchas gracias, Sole :-). Me hace feliz que te haga feliz.
Un abrazo fuerte,
Isa
Gracias Isa, por compartir una historia con la que tantas personas podemos identificarnos. Gracias por los comentarios enriquecedores.
Muchas gracias, Carmen. Me alegro de que te hayas podido sentir identificada.
Un fuerte abrazo,
Isa
Cuando entró el correo en mi móvil y ví «Una historia de amor con final feliz» sonreí. De pequeña me encantaba el cuento de «La Bella Durmiente» y siempre he creído que sí existen historias de amor con final feliz. Leí tu post con fruición, quería exprimir al máximo tus palabras, intentando identificar con la realidad todo lo que habías escrito, pero el corazón tiene su propio lenguaje, así que me quedé con las ganas de saber qué fue «exactamente» lo que pasó, ja, ja, ja.
Me alegra infinitamente tu felicidad.
Un beso.
Hola, Paloma,
No te creas, escribí otra historia más «realista», pero esa quedará para la intimidad ;-D.
Un abrazo fuerte, y muchas gracias por leerme,
Isa
Hola Isa, perdona mi comentario, creo que me extralimité. Lo siento.
Un abrazo fuerte.
Que historia tan bonita y con final feliz.
Mis historias de hombres ideales nunca han funcionado. Quizás porque eran polos opuestos a mí. Las diferencias que en un primer momento te atraen acaban por romper la relación.
Uno piensa que esas diferencias sirven para complementarse. Pero no, todo lo contrario.
Habrá que esperar …
Y tener fe y mirar el futuro con optimismo e ilusión…
Hola, Marta,
Muchas gracias por compartir tu experiencia :-). Sí, no es fácil, porque las cosas que a una le atraen son justo las que se complementan con el patrón. Es decir, si tu tendencia es a sentirte abandonada, te suelen atraer personas distantes que no te aportan seguridad. Y así. tendemos a buscar sin querer que se repita lo que nos sucedió en el pasado. Ahí está el trabajo (de toda una vida), de ir haciéndose consciente de eso y aceptando todas esas partes nuestras desterradas (la niña abandonada, la maltratada, la víctima, etc.) y dándoles lo que necesitan: amor. Yo sigo en ello. Mucho ánimo en tu camino.
Un fuerte abrazo,
Isa
Un camino abrupto ,sinuoso , con subidas y bajadas , oscuros y claros , hasta llegar al mar . Dejarse llevar por el suave movimiento de ese mar sin olas ,sin luchar contra el , desnuda …. Preciosa manera de expresar La Paz que uno necesita para surcar el camino a la felicidad … Enhorabuena Isabel!!!! Me encanta tu sensibilidad para arrastrarnos suavemente a tu mundo íntimo y personal . Te deseo lo mejor!
Desde la total desnudez, lijera de equipaje y con el corazón en tus manos…
GRACIAS, Isabel