La primera etapa del aprendizaje de la escritura es la más dura, y mucha gente tira la toalla al cabo de pocos meses, al darse cuenta de que escribir no era tan fácil como le parecía en un principio. Quizá con otras artes, como puede ser la música o la pintura, existen menos malentendidos con respecto a su aprendizaje, porque de entrada tienes claro que, antes de poder hacer algo que merezca la pena, has de aprender un lenguaje nuevo. Con la creación literaria, sin embargo, piensas que como el código de las palabras ya lo tienes adquirido, se trata solo de volcar sobre el papel aquello que llevamos dentro.
La frustración del principiante
Sin embargo, no es así en absoluto. La narrativa tiene sus propias reglas, que has de aprender y asimilar antes de que las puedas usar combinadas con la naturalidad. El darte cuenta de que las cosas no son como pensabas te crea muchísima frustración y, en ocasiones, la sensación de falta de valía personal. Y esto puede hacerte desistir, cuando si tuvieses un poco más de paciencia, podrías ir asimilando las herramientas y pasar a otra fase mucho menos frustrante y angustiosa.
La narrativa tiene sus propias reglas que has de aprender y asimilar antes de que las puedas usar mientras escribes con naturalidad. Has de ser paciente para superar la etapa de la frustración Share on XCinco pros y cinco contras de la primera etapa
Quizá dar un repaso a las cosas que como principiante tienes en tu contra y aquellas que tienes a tu favor pueda ayudarte a equilibrar ambos extremos y a tomarte el aprendizaje con más calma y aceptación.
Veamos primero cinco contras a los que has de enfrentarte como principiante:
- Exceso de expectativas. Si te apuntas a un curso de escritura creativa pensando que en unos meses podrás escribir relatos cautivadores… entonces estás muy descaminado. Es como querer que un bebé corra los cien metros lisos: sencillamente, no es posible. Lo que le corresponde al bebé son otras cosas: aprender a mantener firme su cabeza, gatear, coger objetos, saborearlos… No es ni mejor ni peor, es lo que le toca. Si tu bebé tuviera la expectativa de correr la maratón de San Silvestre, ¿qué le dirías? Afortunadamente, los bebés son en general más sensatos que los adultos ;-).
- Falsa literatura. Cuando comienzas a escribir, tienes una idea errónea de lo que es la literatura, basada en lo extraído de tus lecturas. Leer es buenísimo (e indispensable) para poder escribir bien, pero ser lector/a no es lo mismo que ser escritor/a. Al leer realizamos un trabajo de identificación, interpretación y posterior abstracción, mientras que al escribir hemos de recorrer el camino contrario. Sin embargo, creemos que la literatura consiste en plasmar las ideas profundas que hemos captado en nuestras lecturas y nuestras experiencias, y en plasmarlas además de una forma lo más complicada y abstracta posible, para parecer muy profundos e inteligentes.Leer es bueno para escribir bien, pero ser lector/a no es lo mismo que ser escritor/a. Share on X
- Desconocimiento de lo que es en realidad la literatura. Como nunca lo has experimentado, no sabes que escribir va de vivir, sentir, reír, sufrir, oler, palpar… Crees que los relatos se desarrollan en el mundo de las ideas y no en el mundo de los sentidos. Crees que los personajes son marionetas, y no aquellos que abrirán la celda de tu prisión. Crees que los pensamientos son tus mayores aliados, sin darte cuenta de que hay un universo cognitivo allá fuera mucho mayor esperando a que abras los ojos. En fin, no tienes ni la más mínima idea de lo que es en realidad la literatura.
- De sentir a escribir. Cuando comienzas a escribir, crees que se produce un trasvase inmediato de lo que sientes a lo que escribes. Te parece, en realidad, que del mismo hecho de sentirlo irradiase una energía que se trasladara al papel. Crees que si escribes «felicidad» el lector sentirá la felicidad que tú sientes y que si escribes «desesperación» se tirará de los pelos. Pero no es así. No basta con nombrar el sentimiento: hay que fabricarlo para el lector.
- El lector no es adivino. Cuando narras una historia, te ahorras muchos detalles (de contextualización de los personajes, de temporalidad, de atmósfera, de acción…) que tú recreas en tu mente y que piensas que el lector dará por hechos. De ese modo, escribes historias incompletas e inconexas que esperas que el lector perciba de la misma forma en que tú lo tenías en tu mente. Sin embargo, el lector no está dentro de tu cabeza y no puede saber cómo interpretar la historia si no le das los datos suficientes.La contextualización de los hechos en una historia no debe darse por sabida, porque el lector no está dentro de tu cabeza y la narración quedará incompleta. Share on X
Veamos ahora cinco elementos que tienes a tu favor como principiante:
- La motivación. Cuando comienzas con un nuevo aprendizaje tienes una energía y un ímpetu fuera de lo común. Quieres llegar muy lejos. Tienes objetivos, metas, deseos, aspiraciones. La motivación es la parte buena de las expectativas. Te crees capaz y harás lo que sea para aprender el oficio. Te imaginas en la feria del Libro, o a tu familia llorando emocionada con tus relatos, o a tu esposa poniéndote en un altar. Cuando escribes tus primeros relatos, te arde el cuerpo, la cabeza y el corazón. Te parece tan increíble poder escribir una historia… Esa energía es maravillosa y has de ponerla a favor de tu aprendizaje. En algún momento se extinguirá… así que has de aprovecharla mientras dure.La energía maravillosa que surge de darte cuenta de que puedes escribir historias, has de ponerla al servicio de tu aprendizaje. Share on X
- Jugar con la técnica. Empezar a descubrir el lenguaje y el pentagrama de la narrativa es algo prodigioso. Enterarte de pronto de que existe la figura del «narrador», y los tipos de narrador que existen. O cómo manejar el tiempo. O meterte en la piel de distintos personajes. O ensayar voces… De pronto tienes un montón de herramientas con las que puedes jugar. Y es bueno que juegues. Que pruebes a escribir relatos de diferentes temáticas, desde diferentes puntos de vista, con personajes de la más diversa catadura, con saltos en el tiempo… En fin, aprovecha, porque luego la técnica se vuelve algo que das por hecho, o adquieres hábitos con respecto a ella. Al comienzo es el momento de jugar, de chapotear en el barro y divertirte de lo lindo.
- La frescura. El desconocimiento te hace atrevido, y eso está muy bien. La espontaneidad y la frescura son de las mayores ventajas que tiene el aprendiz de escritor. Es como si vieras las cosas con los ojos de un niño, por primera vez. A veces la temeridad te hará estamparte, pero en el aprendizaje de la escritura te lo puedes permitir. Y a veces da unos resultados maravillosos, de esos brotes inocentes que ya no se vuelven a dar cuando el fruto madura.
- La curiosidad. De niños somos curiosos por naturaleza. Se abre un mundo nuevo delante de nosotros y queremos explorarlo. Es la actitud también de quien comienza un nuevo aprendizaje, y has de propiciarla y cultivarla, para que te dure. Darlo todo por sabido no es una buena cosa para el escritor. Así que aprovecha la curiosidad del comienzo para asumirla como campamento base a lo largo de todo el camino del aprendizaje.
- La urgencia. El querer escribir está relacionado con tener cosas que expresar. Normalmente, cuando decides abrirle tiempo en tu vida a esta actividad es porque llevas tanto acumulado dentro de ti que te parece que vas a explotar. Expresarte es una necesidad, y la escritura un magnífico medio para hacerlo sin dañar a los demás ni a ti mismo. Y esa urgencia de expresar lo que nos parece importante transmitir es magnífica para que tus textos estén plenos de expresividad. Cualquier narración, de hecho, ha de llevar implícita esa urgencia de ser contada, de ser destapada. Así que esa necesidad imperiosa de expresarte que tienes en la primera etapa del aprendizaje va a ser una buena aliada para tus historias.Jugar con las herramientas narrativas y el lenguaje es algo prodigioso, y es importante que goces con ello. Share on X
Buscar el equilibrio
Dejarte llevar por los contras y tirar la toalla es cosa tuya, por supuesto, pero si logras equilibrarlos con los elementos positivos de la primera etapa del aprendizaje, la atravesarás de una forma orgánica e incluso placentera en muchos momentos. La frustración no te la va a quitar nadie, pero si la vives con una actitud curiosa en lugar de destructiva, la pondrás a tu favor.
Mi método de trabajo
En mis cursos de iniciación suelo hacer hincapié en las partes positivas del proceso y de los textos de los participantes, mientras que voy poniendo sobre la mesa —también— la cruda realidad: que queda un largo camino por delante, que la literatura es algo diferente de lo que piensas al principio, que hay que aprender un lenguaje que desconoces, etc. Ese proceso de «caerte del guindo» puedes vivirlo con angustia y desilusión, lo que te llevará a tirar la toalla, o puedes vivirlo en un sentido favorable (le robo esta acepción positiva de la frase hecha a mi amiga Elisa Agudo). ¿Cómo? Pues apoyándote en tu motivación, gozando y jugando con la técnica, dejando brotar sin avergonzarte tu frescura de principiante, con una actitud curiosa y dando rienda suelta a tu urgencia por expresarte.
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Te animo a que lo descubras a través de mi acompañamiento Escribir desde el corazón.
2 comentarios en «EMPEZAR A ESCRIBIR»
Hola Isa, siempre es un placer leerte. En este caso doble placer, ¡cuánta razón tienes! Yo creo que a todo escritor, aficionado o no tanto, le gusta crear historias, lo que es díficil es «trabajarlas».
Al hilo de esto quería plantearte una duda. Tal como lo veo, escribir es comunicar, ¿no? El escritor escribe porque tiene algo que decir, algo que quiere visualizar a los ojos, el corazón y el pensamiento de personas extrañas que no conoce, ni conocerá. Una buena historia consigue poner de acuerdo a multitud de personas. La alabaremos independientemente de nuestro estrato social, opiniones políticas, ideas…porque el escritor ha sido capaz de narrar para todos, (dejo aparte el tema marketing aunque sabemos cuánto influye). Si esto es así, ¿no lleva implícito, en cierta manera, renunciar al yo, a la escritura consoladora, intimista, para extrapolar el núcleo de la historia a una dimensión de «multinacional» narrativa con una historia accesible desde cualquier pensamiento, cultura. Pienso que surgen de esta renuncia los clásicos, las novelas universales. No sé si ando equivocada.
Un beso y ¡gracias por este blog!
Hola, Marusela,
Muchas gracias por tus palabras… Y por tu consulta. Si te parece, la recabaré para alguno de los próximos posts del blog :-).
Un abrazo,
Isa