Escribir desde el cuerpo

Soy Mercedes Adán, y mi trabajo y mi vida se sostienen sobre el cuerpo, la escritura y el trabajo sobre mí.

He tenido problemas con mi cuerpo toda mi vida. En el colegio llamaban a mi madre porque me dolía de cabeza y esto me obligaba a estar horas acostada a oscuras. Cada bache emocional me empuja a la comida. He vivido arrastrando mi cuerpo obligándole a llegar a todo lo que tenía que hacer. Un tumor en la cabeza me paró de verdad y afectó a la movilidad de mi pierna izquierda. Empecé a bailar para recuperarme. Y entonces me di cuenta de que el cuerpo era mi aliado. En flamenco mis hombros se colocaron solos en su sitio. En funky me lancé a girar por el suelo. ¡Qué placer moverme libremente! El cuerpo me hablaba, unía lo que pasaba dentro y fuera, y se convirtió en aliado de mi cambio.

Llevaba años en el camino de la escritura. Ponía todo de mi parte, pero mis primeros textos no funcionaban. Entonces me di cuenta de que podía sentirme en el cuerpo de mis personajes. Esa era la guía del relato, y lo que les daba coherencia y sentido. Empecé a comprender. Ellos me indicaban la secuencia lógica de la acción. Abrían una puerta a lugares que yo no había visitado, pero que estaban en mí. Cada relato era una aventura en la jungla, lugares por los que pasar, con sus peligros y sus sorpresas, que siempre tenían un pequeño tesoro escondido. Así entiendo ahora la escritura.

Mi crecimiento personal ha sido un viaje lento y no siempre fácil. Tanto la escritura como el cuerpo eran algo que atender, y que siempre aportaban información en torno a mis conflictos internos. Este trabajo desembocó en la meditación: parar, sentirse y unificar el cuerpo y la mente. Y en ello estoy ahora, midiendo mis fuerzas, mi constancia y mi parte rebelde. Parar es necesario para darse cuenta y cambiar, y para mí es de lo más difícil del mundo, pero he experimentado el poder de estar en silencio. Y sé que voy a perseverar porque es mi manera de estar en la vida despierta. ¿Me acompañas?