Autora: Mercedes Adán
«¿Quién soy yo?». Estoy convencida de que todos nos hacemos la misma pregunta en algún lugar de nuestro interior y que ahí permanece durante toda nuestra vida. A veces de forma explícita y otras velada. Y es la misma para todos porque nace del misterio que es vivir.
Porque vivir es un misterio.
Creo que nadie discutiría sobre esto, crea o no en un dios o en un origen, esté convencido de que hay algo después de la muerte o convencido de que no, se fije en nuestros pulgares oponibles y en el desarrollo de la corteza frontal, o no se pregunte nada de nada sobre cómo llegué a ser lo que soy.
La manera más sencilla para empezar a explorar nuestro «quién soy» es dejar que lo hagan los personajes de nuestra escritura. Share on X
Cuando elijo cosas, cuando me expreso, cuando hago algo creativo, cuando me siento desolada o llena de felicidad, hay algo interno que explora, observa o esquiva, algo que está respondiendo a mi pregunta:
«¿Quién soy yo?».
Es una pregunta demasiado importante para llevarla tan escondida. Propongo que la saquemos a la luz, la iluminemos y nos la hagamos en alto. Que tengamos el valor de dejarla andar y ver adónde nos lleva.
La manera más sencilla para empezar a explorar es dejar que lo hagan los personajes de nuestra escritura. Cuando alguien está empezando a escribir, hay una tendencia natural a presentarnos a su protagonista con una detallada descripción de sus características físicas. A veces está muy bien, ayuda muchísimo ver al personaje, y si tiene algo muy destacado y particular, puede incluso determinar lo que ocurre en el relato. Pero a veces nos empeñamos en mostrar su físico, aunque sea tremendamente corriente y no tenga ninguna relevancia para la historia.
Otra opción para presentar a un personaje es contar su biografía: edad, lugar de nacimiento, quiénes son sus padres, cuántos hermanos tiene, profesión, trabajos, estado civil, aficiones… Y es verdad que es importante nuestra familia, nuestro entorno y las circunstancias que nos toca vivir. Pero por muy destacadas que estas sean, las podemos perder todas y seguimos siendo lo que conocemos por «yo». Yo sigo siendo yo, aunque pierda todo lo que me rodea. Incluso a veces, la vida es eso, un goteo de pérdidas, una detrás de otra. Y yo sigo siendo yo.
A veces hacemos las dos cosas: mostramos al personaje y damos datos. Pero ni las personas ni los personajes son características, ni un conjunto de indicadores o de números.
Espero que no creas que yo, a través de este escrito, puedo darte mucha luz sobre la respuesta a esta pregunta. Me parece algo muy personal que solo uno mismo puede responderse, si es que puede hacerlo. Que hay tantas respuestas como personas o personajes. Que algunos tal vez nunca seamos capaces de responder a esto y otros tienen una respuesta que a veces va cambiando en su vida o les guía como una luz.
Por mojarme, puedo decir que yo me siento muy lejos de entender quién soy yo y, sin embargo, sé que tengo un conocimiento y una idea aproximada de mí, de la que no sabía nada años atrás. Y respecto a mis personajes, algunos se dedican a confundirme y otros se expresan con tremenda claridad. Por poner un ejemplo, «la eterna insatisfecha» dio título a su relato en cuanto Isa la caló, el día que lo leí en alto en mi grupo de escritura. Ese personaje que construí con el pensamiento de que estaba muy alejado de mí, me dio como una flecha en lo más mío cuando lo mostré a los demás.
Esa pregunta de quién soy yo, sé que es en parte mi motor de vida. Aunque me siento alguien permeable a todo lo que hay a mi alrededor y a mis circunstancias, también creo que yo soy, esencialmente, lo que soy de mi piel hacia dentro. Al menos, es el lugar que me da las más fiables pistas para buscar. Lo que puedo sentir, apreciar, mirar, observar, mis impulsos y mis acciones inmediatas.
Para contar una historia hay que elegir un tiempo, lo más breve posible que contenga eso representativo sobre lo que queremos contar Share on X
Solo me atrevo a responder, muy tímidamente, igual que lo haría sobre uno de mis personajes, a la pregunta de quién soy ahora, en un instante o en un tiempo limitado. Como vemos en las clases de escritura, para contar una historia hay que elegir un tiempo lo más breve posible que contenga eso representativo sobre lo que queremos contar. Para eso a veces no hace falta nada físico y mucho menos ningún dato. Si algo estoy segura de que no soy «yo», aunque a veces me identifique con ellos, es un montón de datos.
Si quiero que mi personaje muestre algo, sé que soy capaz de poner ahí mi intención y mi escritura. Por ejemplo, podría decir: «A mi amor le gusta asomarse a la ventana a mirar las estrellas. Si solo hay nubes, se aparta de la ventana y se acerca a mí, que leo en el sofá, medio tapada con una mantita suave. Me aparta el flequillo y se agacha a mi altura para besar despacio mi boca. Se aparta tan lento que creo que nos hemos quedado pegados, pero no, dejo con pena de sentir sus labios en los míos. Nos sonreímos, y él vuelve a sus estrellas y yo a mi libro». Espero que hayas visto a los personajes y ahora los conozcas un poco más, aunque no sepas casi nada de ellos. Tenemos que jugar a explorarnos desde un instante que nos muestra lo que contiene, más allá de nuestras ideas preconcebidas.
Mis razones para escribir son infinitas: comunicarme, contar, desplegar mi creatividad, porque me divierte, para explorar la humanidad compartida, por el disfrute del lenguaje y de encontrar la palabra justa, para redondear el universo que contiene un relato, para encontrar una pequeña verdad que aún no conozco… Debajo de todas esas razones, estoy segura, está querer responder a mi pregunta de «¿quién soy yo?».
Y en esa búsqueda de respuesta, aunque no llegue la definitiva, voy descubriendo con claridad «quién soy yo ahora». Cuando empecé a escribir mis personajes querían expresar cosas que dolían y les parecían injustas. Un poco después exploraba emociones. Cuando mi trabajo se volvió un lugar conflictivo intentaba entender personajes y situaciones raras. Luego llegó la época en que mis personajes tenían pérdidas y duelos. O aquella en que eran casi todas mujeres con algún trauma o dolor que no podían superar para conseguir lo que necesitaban. Ahora estoy en la etapa de explorar lo que sienten mis personajes en zonas profundas que ni siquiera entiendo del todo dónde están.
Estoy segura de que he estado tocando con la yema de mis dedos la realidad que vivía en cada nuevo relato, lo que me llevaba a descubrir quién era yo en cada momento.(...) Hay veces que pienso que vivo como puedo, pero escribo lo… Share on X
Estoy segura de que he estado tocando con la yema de mis dedos la realidad que vivía en cada nuevo relato, lo que me llevaba a descubrir quién era yo en ese momento. Y debajo de todo ese recorrido, late mi pregunta, como si quisiera que se escuchara en todo el universo para que algo, alguien, o de la nada, surja una respuesta.
Sé que no será así.
Hay veces que pienso que vivo como puedo, pero escribo lo que quiero. Esto es venirme muchísimo arriba. Porque, en realidad, es la escritura la que me escribe a mí. Tal vez todos somos personajes de esta historia que es la vida, es posible que irrelevantes, también puede ser que protagonistas, o antagonistas, o que seamos capaces de introducir un giro de guión.
No lo sé.
Sí sé que en todos los cursos que hay en Escribir y Meditar, en el sistema que seguimos para aprender a escribir, hay una exploración profunda y un sentido trascendente, entre el disfrute y la vulnerabilidad, aunque hablemos de las cosas más sencillas. Ahí pueden estar las respuestas.
Así que soy alguien que escribe, una escritora, explorando la humanidad compartida.
Eso veo que soy ahora.
Y tú, ¿sabes quién eres? ¿Quieres explorar lo que te dice tu escritura?
Aquí te esperamos para hacerlo juntos.
8 comentarios en «Explorar tu persona a través de los personajes de tu escritura»
Precioso post Mercedes,
Muchas gracias.
«¿Quién soy yo?».
Pregunta contundente y desafiante.
Ahora mismo soy una persona que se está durmiendo mientras escribe esto, sin ganas de comer, solo de dormir profundamente unas cuantas horas.
Abrazo enorme.
Bueno, Marta, pues ya es una verdad pequeñita que te conecta con una necesidad a explorar. Te puede dar para un relato…
Un abrazo,
Mer
Me voy a replantear mis personajes, para que expresen realmente lo que quieren, lo que son y lo que sienten.
Gracias y un abrazo, Mer
Belén
¡Qué bonito comentario, Belén!
Gracias a ti y un gran abrazo,
Mer
Qué bueno, Mer… Yo también creo que la escritura nos escribe a nosotras, aunque nos nos enteremos… Y si, creo que detrás de cada personaje hay un intento, muchas veces más inconsciente que consciente, de entender algo de nosotras mismas que se nos escapa.
Gracias por expresarlo de modo tan claro. Igual cuando nos sentimos perdidas una de las claves para entender algo está ahí cerquita, en eso q escribimos
Un abrazo
Inés
Pues sí, es una herramienta maravillosa la escritura, nos permite el ritmo necesario para destilar las cosas que nos planteamos. Y cuando aprendemos a soltar y a no querer impresionar, a veces se produce la maravilla de que surge eso que nos dice la escritura y que nos da la clave para entender.
Tenemos mucha suerte por haberla descubierto, Inés 😉
Un abrazo,
Mer
Hola Mer. Muy bonito todo lo que escribes y muy claro tu comentario del hombre que por la noche corre la cortina para ver las estrellas y como está nublado se acera a su pareja que está leyendo en el salón y le da un beso en la boca. La reacción de ella habla de cada uno.
Yo creo que a mí me cuesta mucho trabajo expresar quien soy yo, pero creo que en cada uno de mis personajes el lector se irá dando cuenta de quien es la escritora. Y ojalá sea así porque si no nadie me conocerá. Y ni yo misma llegaré a conocerme. Seré siempre una incógnita. Jajaja!!!
Querida Matilde:
Al final lo importante es entenderse un poquito a una misma, y para eso la escritura es una maravilla. Es precioso hacer el recorrido de escribir un relato, que queda solo para el escritor o la escritora y que con cada relato es diferente.
El lector siempre entenderá desde su mundo, eso también es bonito, solo soltar un relato y que llegue al otro a su manera sin nuestro control 😉
Un abrazo grande,
Mer