29 de marzo de 2020
Hoy no tengo un buen día. Te lo digo ya, de entrada, por si quieres dejar de leer. Puedo ser una de esas lecturas que te sobrepasen, así que será muy lícito si no quieres leer algo que incremente tu intranquilidad. No voy a ser todo lo positiva que le gustaría a tu mente para evadirse de la realidad.
Para serte sincera, creo que me merezco no tener un buen día. Quizá la humanidad entera se merezca no tener un buen día, una buena semana, un buen mes, un buen año, un buen siglo. Esto es una cadena de causas y efectos a gran escala de la que todos formamos parte, y en algún momento tenía que pasar.
Quizá la humanidad se merezca no tener un buen día, una buena semana, un buen mes, un buen año, un buen siglo. En algún momento tenía que pasar Clic para tuitear
La ONU, el Big Data y el pabellón del IFEMA
Hoy he leído en el periódico que esto ya lo dijo la ONU reiteradamente en los últimos años: «El mundo tiene que prepararse para la próxima gran pandemia letal». No se le hizo ni puñetero caso. Hasta lo anunció en 1981 el escritor californiano Dean R. Koontz en su novela Los ojos de la oscuridad (que ahora se cotiza al alza en Amazon), en que hablaba de una pandemia mundial que se daría en 2020 y tendría su origen en Wuhan. Ahí tenemos excusa, no todos somos fans de Cuarto Milenio. También lo sabíamos hace meses por China y Corea, pero era más fácil para todos hacer oídos sordos.
He leído y oído muchas más cosas, sobre el incremento de la maldita curva roja que parece querer escalar la cumbre del Everest a marchas forzadas, sobre una reunión de la UE por vídeoconferencia que parecía una obra de teatro sideral, sobre los sanitarios enardecidos porque se están enfrentando a miles y miles de infectados sin material suficiente, poniendo en peligro sus vidas y las de sus familias, sobre el desastre hospitalario total en que se ha convertido este fin de semana el pabellón del IFEMA, sobre la especulación de las funerarias, sobre cómo en China el big data y el control total por parte de las autoridades sobre la población es lo que ha permitido detener la pandemia (lo que no sé si es una buena o una mala noticia), sobre un hombre con su hija embarazada infectados por el coronavirus y expulsados por su casera, viviendo la cuarentena en su coche y tratando de buscar hueco en el pabellón del IFEMA, en Arganda del Rey, en Rivas Vaciamadrid, en Morata de Tajuña, empujados de un sitio a otro por las amenazas de la policía, que les recomienda que se vayan «al campo» o a la Conferencia Episcopal
Es como ir en un avión tan tranquila y que de pronto te digan por los altavoces que quien lo pilota es el pato Donald. Clic para tuitear
Es como ir en un avión tan tranquila y que de pronto te digan por los altavoces que quien lo pilota es el pato Donald.
Y lo que no leo me lo imagino: ¿habrá suficientes ataúdes?, ¿dejarán a los familiares elegir que se entierre a su ser querido o solo habrá la opción de quemarlo?, ¿qué pasará cuando los pocos sanitarios que queden sin infectar desfallezcan de depresión y cansancio?, ¿cómo será ahora mismo la vida en una residencia de ancianos marcada por el virus?, ¿y morirse solo en una cama del pabellón del IFEMA?, ¿van a querer controlarnos en breve a través de los móviles?, ¿tendrá que tomar Orfidal por las noches Pedro Sánchez?
Esta semana trato de buscar un difícil equilibrio entre permanecer conectada a lo que está ocurriendo «ahí fuera» y no sobreexponerme a la negatividad ni engancharme a la neurosis. No creo ser la única que trata de caminar por el filo de esa navaja. Como ves, no se me da muy bien, la verdad. Me corto cada dos por tres. Hay días —como hoy— en que somatizo, me duele todo el cuerpo, se me inflama la garganta de impotencia y la cabeza parece que me va estallar. Por las noches me despierto cada poco con la alarma metida en los huesos, como si todo se fuese a acabar para siempre de un momento a otro. O, peor, como si todo se hubiese acabado y ya no importase nada. La sensación de sinsentido es brutal. Esta noche he soñado que le daba un mordisco a un extraño molusco que estaba en mi plato, y resulta que estaba vivo, y salía corriendo, y se le desprendían miles de ventositas pequeñas que, a su vez, empezaban a correr por el suelo del salón y se multiplicaban, y aquello no se podía parar.
Llevo muchos años sin televisión y sin leer el periódico, metida en una especie de burbuja, porque cualquier cosa me afecta muchísimo, me perturba y me impide llevar una vida normal. Y ahora que de verdad estoy metida en una burbuja forzosa, me da por sacar la cabeza de mi caparazón e informarme. Como diría mi madre, soy el espíritu de la contradicción.
Me aterra la evasión, y no hablo de ninguna película
Pero es que en estos momentos solo hay una cosa que me parezca más aterradora que lo que está ocurriendo «ahí fuera», y se trata de la evasión.
Protestan algunos (y no les falta razón) que por qué nos preocupan más los hasta ahora 6.000 muertos por coronavirus en España que los 6.500 muertos por gripe normal en un año. O que qué pasa con la cantidad de gente que se muere de hambre en África. O con los refugiados de Siria. O con los inmigrantes de las pateras. O con los confinados permanentes por enfermedades múltiples. Para mí —y a lo mejor es algo muy personal— la diferencia estriba en que esta vez he conectado con el sufrimiento ajeno (al margen de mi círculo más cercano) y en los otros casos no, o apenas. No es un buen argumento, desde luego. Ni siquiera es un argumento. Es solo lo que hay, lo que me ha pasado.
Lo que sí tengo claro es que una vez que he conectado con esto, no puedo desconectar. No sé si no puedo, no debo o no quiero. Lo que ahora mismo me produce verdadero pavor es que esto se pase y que todo vuelva a ser como antes. Eso me parecería abominable. A la vez, tengo la íntima convicción de que no será así. Al menos para mí nunca volverá a ser lo mismo. Algo dentro se ha quebrado como una rama podrida. Ha hecho «cronch».
Los Reyes Magos no existen. Los Reyes Magos tampoco son los padres. Aquí el único Rey Mago o Reina Maga posible eres tú, en la medida en que tu consciencia dé de sí. Nadie va a venir a salvarte de nada.
Por eso no tengo un buen día.
Nosotros somos el virus, y la Tierra simplemente ha activado por fin su sistema inmunológico para deshacerse de esta plaga que suponemos para ella. Clic para tuitear
Aunque quizá sea una buena noticia. He estado viviendo en un positivismo absolutamente falaz, inmersa en mi vida cómoda y derrochadora como si no fuésemos millones y millones de personas haciendo lo mismo, pisoteando y parasitando el planeta. Nosotros somos el virus, y la Tierra simplemente ha activado por fin su sistema inmunológico para deshacerse de esta plaga que suponemos para ella.
En algún momento tenía que pasar.
Y me siento responsable, como pequeña parte de un organismo mayor, alguien que vivía como si pudiese permanecer aislada e independiente del resto y feliz en su ceguera, como si mis actos —o mis no-actos— no tuviesen una repercusión en el conjunto. Es a lo que se llama —creo— individualismo, algo que en Occidente traemos de fábrica. Mis padres insertaron una serie de programas en mi mente que me está llevando toda una vida desactivar; pero es que la sociedad y el tiempo en los que he nacido también insertaron una serie de chips en mi cerebro en los que nunca había querido reparar. ¿Cómo intervenir en lo político, en lo económico o en lo social? La tarea me quedaba grande, Me superaba. Era más fácil ceñirme a la burbuja de mi escritura, de mi espiritualidad, de mis cursos, de las relaciones con mi entorno más cercano, y dejar que otros hiciesen el trabajo gordo por mí.
Ahora me doy cuenta de la irrealidad y las contradicciones de ese modo de vida.
Y lo que me surge es un profundo arrepentimiento, a nivel personal y a nivel global. A mi ego le gusta mucho el teatro, el drama. Ahora quiere arrodillarse y rasgarse las vestiduras, para mañana ponerse a pensar en otra cosa. Pero prefiero no hacerle mucho caso hoy, por eso escribo, para dejar constancia. Para no volver a lo mismo cuando pase todo esto.
Mi cabeza ha estado siempre llena de conceptos y creencias que filtraban mi acceso restringidísimo al corazón. Clic para tuitear
Hace alrededor de tres meses me sucedió algo que me dejó tocada. Me puse en contacto por whtasapp con mi amigo Fran para que nos viéramos, después de unos meses sin hacerlo. Él me vino a decir —sin enfado, como constatando un hecho— que no tenía hueco para mí. Me produjo un gran choque, una gran decepción. Al cabo de una semana, saqué fuerzas para enviarle un audio diciéndole lo que significaba para mí nuestra amistad, lo que me habían dolido sus palabras y despidiéndome de él para poder hacer el duelo por nuestra relación. Como es una persona respetuosa, me respondió (por escrito) impresionado por mis palabras, admitiendo que siempre había volcado todos sus valores en el amor romántico, pero que las amistades no sabía cómo llevarlas, que no encontraba un molde para la nuestra, y que simplemente sentía una gran distancia con respecto a mí. En ese momento, me pareció brutal su frialdad. ¿Puedes dejar marchar a alguien valioso porque no encuentras un molde racional para la amistad? Era como si solo diera crédito a sus relaciones a través del intelecto, como si le hubieran extirpado el corazón, o solo pudiese acceder a él a través de sus ideas sobre las cosas, sobre el mundo. Siempre se autodenominó como un «individualista», lo que para él era una cualidad, un valor.
Visto en perspectiva, creo que lo que más me dolió es que me vi reflejada en él como en un espejo. Mi cabeza ha estado siempre llena de conceptos y creencias que filtraban mi acceso restringidísimo al corazón. Y eso me permitía vivir en mi burbuja, ciega a un montón de cosas que, de otra forma, no sabía manejar ni en qué molde poner.
Me doy cuenta de que no es que no tenga un buen día. Es mi ego el que no lo tiene, y yo todavía me siento tan identificada con él que me duele todo el cuerpo y mi cabeza parece a punto de estallar. A mi ego le aterra que todo en lo que se apoyaba se esté viniendo abajo. Para él, esto es una especie de hecatombe, el acabose, la destrucción total.
Pero lo cierto es que, al margen de mi ego, que siempre quiere hacerse el prota, percibo —a través de mi propio sufrimiento— la conexión con las personas que lo están pasando mal, con los que se están muriendo y con los que ya han muerto, con los sanitarios y hasta con el presidente del país. También con los que se mueren de hambre, con los refugiados y los que murieron por la gripe normal. Todos vamos en el mismo puñetero barco y no me quiero evadir de eso.
Lo cierto, también, es que, con lo poco que me gusta hablar por teléfono, hace un rato he llamado a mi tía, que está en una residencia de Tarragona en la que ya han detectado los primeros casos de coronavirus, y he charlado con ella. No la dejan ni salir al jardín. Afortunadamente, la dejan fumar en la habitación, mientras lo haga asomada a la ventana. Me he dejado sentir ternura y compasión.
Lo cierto es que también he llamado a mi madre, que solo me transmite aislamiento y bloqueo, pero la he llamado, y me he permitido conectar con su voz implacable diciendo: «Hay que tener paciencia y tranquilidad». Y he colgado, y he sentido tristeza. Y me he dejado sentirla.
Lo cierto es que estoy acercándome a personas con las que hacía tiempo que no tenía contacto para preguntarles cómo están, incluido Fran, que me contestó con un breve mensaje de cortesía. Con las dos últimas personas con las que he contactado, Laura y Kike, sin embargo, me han llamado por teléfono enseguida y hemos hablado como si fuera ayer. Me he dejado sentir el afecto, la amistad.
Lo cierto es que estoy cuidando los vínculos que me importan, sin hacer mucho caso de mi tendencia al aislamiento. Nunca he sentido tanta conexión con mis hijos, con mis alumnos y alumnas, con mis amigas y amigos, con mi ex marido…
En cuanto a lo social, espero seguir conectada, leer las noticias, comprar en el mercado en vez de en el Mercadona, propiciar la microeconomía, ser más estricta con los plásticos y los residuos, mirar de dónde proceden los productos que compro, no comprar lo que estrictamente no necesite, cooperar —en lugar de competir— con quienes creen que las cosas se pueden cambiar, salir de la burbuja de lo individual, soltar el miedo a que me quiten «lo mío», no dar por supuesto que los que mandan cuidarán de mí…
Me escribo esta carta a mí misma, como única Reina Maga que conozco, para regalarme la fuerza y el propósito necesarios para no volver a mi burbuja individualista. Clic para tuitear
Me escribo esta carta a mí misma, como única Reina Maga que conozco, para regalarme la fuerza y el propósito necesarios para no volver a mi burbuja individualista, para permanecer conectada al mundo, remando en el mismo barco que todos los seres, aportando una mayor consciencia a la humanidad, en la medida de mis posibilidades.
No es mucho, pero por algún sitio tengo que empezar.
33 comentarios en «Hoy no tengo un buen día»
Te juro que con lo leido en el inicio de la entrada he dudado si leer o no lo que habías escrito. La lucha interna para no caer es intensa. sentía miedo. Miedo a que la lectura pudiese desequilibrar de tal forma mi estado que no supiese como salir. Me siento como en una balsa en medio de un oceáno (no me gusta nada nadar, lo hago fatal) y voy dando manotazos a todo aquello que se aproxima a mi balsa y quiere hacerla zozobrar. Pero hace días que pienso que lo tenga que suceder será y poco dependerá de mi, ahora con mantener la balsa a flote es suficiente. Porque el verdadero trabajo lo tendremos después. Tenía que leerte y ver donde estabas, confio en ti y en como piensas y sientes.
Ésto ha pasado como muy bien dices porque debemos cambiar nuestra forma de entender el mundo, la vida y la sociedad. Vamos Isa, sigue escribiendo y sigue sintiendo para ayudarnos a encontrar las formas en que debemos cambiar esto, te necesitamos. Yo te voy a seguir leyendo aunque recomiendes lo contrario.
Un abrazo
Hola, Ángels,
Muchísimas gracias por tus palabras y por tu confianza :-). Básicamente, para mí esto es un «compartir», así que muchas gracias por querer compartir. Cada persona estamos viviendo de forma diferente lo que sucede y, a la vez, podemos acompañarnos unos a otros. Me ha encantado la metáfora de la balsa en el océano, y cómo poco a poco vas soltando el control ante algo que no depende de nosotros. Espero que lo que escribo no haga zozobrar tu balsa ni la de nadie. En ese sentido, confío en la propia escritura, que siempre tiende ha hacernos flotar, nunca nos hunde, por más que nos lo haga pasar mal a ratos.
Un fuerte abrazo, compañera de océano ;-),
Isa
¡¡¡Bravísima ISABEL!!! Creo que has hecho un pinchacito en mi burbuja. Me me siento individualista, egoísta aunque no quiero serlo. Yo también quiero consumir menos, comprar menos botellas de agua y mirar más fuera de mi ombligo. Gracias.
Hola, Alicia,
Gracias por tu humilde testimonio. Siempre has sido muy valiente a la hora de afrontar tus patrones, que son los de tantos de nosotros… Vamos, que ambas somos expertas en explotar globos ;-D
Un fuerte abrazo,
Isa
Woaw! que valiente!.
Resuena conmigo lo que has escrito, y esa sensación de estar en la cuerda floja, la incertidumbre, la impotencia…
Y en el otro lado, saber que todo esto va a ser para mejor, y que no quiero que se me olvide todos los compromisos que me estoy haciendo en estos días para mejorar y aportar lo mejor para el bien común.
Lo que me pide el cuerpo cada vez es más recogerme y mirar hacia adentro, quizás como bien dices, hay que dedicarle tiempo a escuchar a los de alrededor.
Mil gracias.
Hola, Yolanda,
Muchas gracias por tus apreciaciones :-). Creo que cada uno tiene su proceso. El mío me ha llevado a explotar la burbuja, pero a lo mejor tú necesitas recogimiento. Lo qué más válido es siempre lo que te ayude a avanzar en tu camino. Si te ha ayudado en algo mi texto, me alegro un montón, pero sobre todo escúchate a ti misma, que eres la gobernanta de tu barco, la única que sabe de todos sus recovecos.
Un fuerte abrazo y mucho ánimo,
Isa
Las reinas magas, también lloran. La vulnerabilidad y fragilidad te hace fuerte. Me siento muy identificada, Isa. Sin darte cuenta estás sosteniendo el barco. Todavía no hemos empezado a remar. Ahora toca flotar. Y esperar.
Mientras, me gusta lo que escribes. Me reconforta. Y feliz de tenerte cerca!
Me reconforta mucho saber que ahora solo tengo que flotar…..
Muchas gracias por lo que comentas, Pilar :-). Y gracias por recordarme que ahora toca flotar… Como ves, soy mujer de acción, o hiperactiva, no sé ;-), y ya me había puesto a remar hacia no sé dónde ;-). Flotar, ahora toca flotar… Sí, señora.
Un abrazo fuerte,
Isa
Hola Isa
Con distintas denominaciones (caos, abismo, desierto,…), estos días están sirviendo a mucha que gente para comprobar que sus rutinas y habilidades habituales ya no le son útiles para hacer frente a esta situación.
Incluso, cierto ‘buenismo’ ya no tiene cabida. Pero están surgiendo también otras alternativas y plataformas con otras rutinas, hábitos y habilidades más útiles en esta situación.
Cuando acabe el confinamiento, nuestro mundo, el mundo occidental, no volverá a ser como lo conocíamos y habrá que empezar a desarrollar nuevas habilidades.
Lo bueno es que se está creando una especie de ‘inteligencia colectiva’ donde hay donde elegir.
Un abrazo
Hola, Jerby,
Gracias por tu aportación. Sí, yo creo que está habiendo aprendizaje conjunto con todo esto que nos reportará nuevos modos de vida.
Un abrazo,
Isa
Que bonito lo que escribes!! Cierto es, esto es un gran darnos cuenta de muchas cosas, qué todos formamos parte de lo mismo, qué todos al final, somos Uno y con nuestra tierra igual. Y qué si, qué nadie puede matar monstruos por ti, por cuantos estados emocionales pasamos y pasaremos, siempre! Gracias de verdad por mostrarte Isa. Te leí porque yo Ayer, tampoco tuve un buen día! Un abrazo enorme! ☺️
Hola, Patricia,
Muchas gracias por tu empatía, y me alegro mucho de poder acompañarnos en nuestros días «regulares» ;-).
Un fuerte abrazo,
Isa
No sabes cómo me ha reconfortado leerte Isa, has puesto en palabras lo que llevo sintiendo muchos días y me tenía completamente bloqueada. Yo también quiero que todo esto que está ocurriendo cambie mi individualismo, mi mirarme al ombligo y aislarme de lo que ocurre en el mundo como si no fuera conmigo… Yo también he empezado a llamar a mi madre cada día, a escucharla y sentirme muy cerca de ella, como hacía años que no me ocurría. He empezado a leer las historias de esas personas anónimas que están viviendo y muriendo solas. Yo soy especialista en desconectarme de lo que me hace sufrir y está ver no quiero hacerlo. El leerte me ha hecho darme cuenta que no estoy sola en esta tarea. Muchísimas gracias Isa por compartir estos «malos días», y aunque ya sé que lo sabés me apetece recordarte que no estás sola en ésto. Un abrazo inmenso
Hola, Luz,
Me alegro de haberte servido de espejo :-). Sí, tenemos patrones parecidos. Las personas que somos extremadamente sensibles tenemos que protegernos… y a la vez esto nos puede ayudar a romper la coraza, porque quizá ya hemos madurado lo suficiente como para poder «sentir» las vibraciones exteriores sin hundirnos.
Un fuerte abrazo,
Isa
Gracias Isabel; pones palabras, das voz, a sensaciones habituales mías, pero a las que ahora tengo que prestarles mucha mas atención, pues apenas tengo con que distraerlas. Ahora casi todo está dentro, hasta incluso mi desazón e inquietud por mi hija enfermera; por mi madre de 90 años con un principio de demencia senil, acompañada por otra de sus hijas malhumorada y casi permanentemente enfadada con ella y/o con la vida; por las personas queridas y cercanas que pueden verse privadas de sus ingresos….Todo esto y mas bulle en mi, mas mi sensación de soledad arrastrada desde mi niñez, y que me gustaría se transmutara en autoamor. Gracias
Hola, Marilo,
Muchas gracias por la confianza y por transmitir la experiencia tan dura por la que te está tocando pasar. Deseo, como tú, que esa soledad y sufrimiento pueda convertirse en amor y compasión, hacia ti y hacia todos los seres. De momento, aquí tienes a una compañera en el camino 😉
Un fuerte abrazo,
Isa
Muy identificada con tu sentimiento; y aunque estoy en mi burbuja, bendecida de estar en casa, no dejo de pensar, orar y enviar la energía de la salud a todos los afectados, es un dolor muy profundo.
Todo ello me ha llevado, a ser responsable, a vivir en gratitud por lo que, individualmente me ha tocado vivir; y tener a su vez, esa mirada colectiva, para aportar lo mejor de mi y hacer los cambios necesarios en pro de todos! La raza humana no tiene fronteraa Nino limites geográficos, esos que los humanos nos hemos impuesto por nacionalidad, religión, etcétera, lo que afecta o beneficia a uno, es a todos. Cuando entendamos eso, viviremos bajo un modo distinto de comportamiento y sentimientos! Te agradezco de corazón, hacerme partícipe de tu más valiosa expresión! Te respeto
Hola, Carmen,
Muchas gracias por compartir tu propia experiencia, bella y sentida.
Un fuerte abrazo,
Isa
Hola, Isa, por una vez, voy a hacer de consejera, acéptalo, por favor, aunque sea solo porque te gano en edad.
Suelo percibir en tus reflexiones una báscula que pesa lo bueno y lo malo. Tú la estudias, observas el equilibrio, luchas por mantenerlo y, a veces, te conformas con eso. Otras veces, creo que sientes que puedes inclinar la balanza hacia lo bueno, es más, que está obligada a hacerlo: ser la mejor amiga, la mejor madre, la mejor profesora (la que más paciente es, la más comprensiva, la que, estoy segura, se esfuerza por leer cada trabajo de su alumno con interés sincero aunque ese día le apetezca poco), la mejor seguidora de sus maestros, la mejor anfitriona.
Sé que no te gustan las etiquetas, espero que me perdones si uso la etiqueta «feliz». Me parece que «sientes» que no «debes ser feliz» si no lo es el resto del Universo. Si te sientes feliz cuando alguien o algo está mal, te culpas. Quizá por eso enviaste el mensaje de audio a Fran, e hiciste llamadas que, en realidad, no querías hacer. Tenías que castigarte de alguna manera por tu burbuja. ¿Qué tiene de malo tu burbuja si te permite serenidad y ánimo para construir tu día a día? Dejémoslo en eso, en el diario. Hay quién necesita pulgares arriba en su Facebook, o rellenar sus pechos con silicona, o abrazarse a un cuerpo antes de salir de la cama. Todos tenemos nuestra burbuja. Yo también, claro.
Me educaron las monjas (mi recuerdo agradecido a ellas, unas mujeres humildes y compasivas), recé muchas Salves : » a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas», eso me impresionaba, me confundía, mi infancia estaba llena de risas, nada de lágrimas. Con el tiempo llegó la teoría de Darwin y el Big Bang. Luego he fabricado mi propia teoría: Marusela, importas menos que esa hormiga que sabe perfectamente cual es su misión en la vida. Somos muy poca cosa, menos que una mota de polvo en el Espacio y en el Tiempo del Universo. Pero, ¿sabes qué? algo dejamos atrás, nuestros hijos (en el amplio sentido de la palabra y en el pequeño). Las personas inteligentes (como tú) nacen con un don que será su fuerza y su desgracia. Siempre serás una persona insatisfecha, y cuando resuelvas un conflicto, aparecerá otro y quizá todo lo que hagas te sabrá siempre a poco. Es el precio a pagar. Egoístamente, necesitamos personas como tú, abanderados que lleven la llama olímpica. Es una carrera solitaria para tí, pero te ha sido entregada la llama. Por eso no debes machacarte, ni exigirte más, no explotes tu burbuja, es tu hábitat, en algún lugar tienes que vivir. Y nosotros saberlo.
QUIÉRETE.
Hola, Marusela,
Muchas gracias por tus palabras, que veo que nacen del corazón, y que me han llegado como una lluvia de amor, la verdad… Tienes razón en que tiendo a macharme, culparme y autofustigarme, aparte de querer que todo sea perfecto, etc., etc. Tengo una ristra que paqué ;-D. No obstante, este texto no ha nacido de la culpa ni del autocastigo, sino más bien del resquebrajamiento de una coraza ancestral que siempre me había servido para protegerme, o sea, que siempre había sido necesaria, pero que justo ahora, igual, ya estoy preparada para que se vaya viniendo abajo. Eso no es fácil, es doloroso, pero no es el dolor de la culpa o el castigo, al menos yo no lo siento así. Es el permitirme sentir el dolor de los otros y poder vivir con ello. Por supuesto esto no es radical, ni total, pero sí es un paso importante para mí. Los que hemos vivido aislados desde la infancia (Luz, por ejemplo, que ha escrito más arriba, sabe lo que es eso) sabemos que el sufrimiento que conlleva ese aislamiento es, en el fondo, mucho mayor que este resquebrejamiento de la coraza o salir de la burbuja o como queramos llamarle.
No obstante, permanezco atenta a lo que comentas, porque esas son mis tendencia y, a poco que me descuido, me veo sobreexigiéndome, sobreexponiéndome, castigándome y todo lo demás ;-). Así que muchas gracias por recordármelo.
Un fuerte abrazo,
Isa
Hola, Isa, no tienes nada que agradecerme.
Pues sí lo escribí con cariño porque ya son unos pocos años los que hace que nos conocemos y lo que empezó como admiración se ha transformado en mucho más. Me dio la impresión de que sufrías y quise enviarte un achuchón virtual, 🙂
Me alegro mucho, muchísimo, de esa evolución.
Un beso grande.
¡Hola Isa!
Justo ha llegado en el día en el que no tengo un buen día. Es diferente al tuyo, lo sé pero entiendo ahora mejor qué me está pasando y que permitirnos no tener un buen día a veces es mejor que una sesión de SPA. Mil gracias siempre por acompañarme y es una gran alegría recibir correos tuyos. Lo he leído en voz alta y también resonaba justo en el centro del pecho.
Así que, en cierto modo, gracias por no tener un buen dia.
Un abrazo de luz.
Hola, Isabel,
Pues muchísimas gracias por acompañarme en nuestro día malo :-). Nada puede hacerme más feliz que el resonar a través de la escritura con otras personas con diferentes tonalidades, porque esto es lo que hace que un simple texto se convierta en una verdadera sinfonía.
Un abrazo fuerte,
Isa
He llorado a raudales, y también me he reído, como cuando leías tus escritos en los retiros hace años.
La semana pasada también lloré cuando leí «Atravesar el miedo» y me acordé de cómo lloraba en los retiros al escucharte y que después dejé de llorar. No sabía si era yo que no los sentía igual o que escribías diferente.
Tengo la certeza de que ya están en ti la fuerza y el propósito que te estás regalando. Y el coraje para remar en el mismo barco que todos los seres. Hay que ser muy valiente para contar lo que has contado.
Muchísimas gracias por tus palabras y por tu empatía. Es una maravilla tener lectoras como tú, que se ponen en la misma frecuencia que el texto y lo «viven» en toda su intensidad. Para eso también hay que tener mucho coraje y generosidad.
Un abrazo muy fuerte,
Isa
Isa , eres como un eco que pone palabras a mis bloqueos, a mis sentimientos y emociones … y ahí estás tu, rebotando, con voz clara y honesta y humana y … GRACIAS por compatir tu mal día y ponerle voz interior al mio.
Muchas gracias, Chus, porque lo que recibes (claridad, honestidad, humanidad…) es justo lo que tú das. Es una preciosidad poder reflejarnos unos a otros en toda nuestra luminosidad.
Un fuerte abrazo,
Isa
Querida Isa, he sentido más tristeza y dolor al leerte a ti, que todo el que pueda estar afectándome estos días a través de las noticias. No creo que sea cuestión de ser insensible a lo que pasa «fuera» de mi entorno más próximo, sino de que es el vínculo personal el que lo hace posible, el que magnifica las emociones. Es impactante saber la cantidad de ancianos que están muriendo, pero, evidentemente, me resultaría mucho más impactante que fuera mi madre (90 años).
Han habido etapas de mi vida en que me desgarraba no saber adonde acudir, cómo participar en la resolución de dramas humanos y me fustigaba la inutilidad de mi vida en ese sentido. Era como un cilicio con el que me castigaba a diario por pensar mucho y hacer nada.
Seguramente muchos puedan decir que lo que acabé haciendo fue fabricar mi propia burbuja, mi zona de confort. Algo parecido a lo que me dice mi madre «Hija, tu lo que has hecho es fabricarte tu propia religión». Puede ser ¿por qué no?
Al estado al que llegué, el que me permite ahora disfrutar del momento maravilloso que me ha regalado el universo sin fustigarme con el dolor universal, la culpa o la vergüenza, es que todos y cada uno estamos en el lugar que nos corresponde estar; que todos y cada uno tenemos una misión concreta que cumplir y que tan valiosa es la que están haciendo nuestros maravillosos sanitarios, policias, bomberos, cruz roja, etc. etc. como el de la madre cuya única ocupación todo el día es mantener entretenido a su hijo, jugar con él; o el del joven que se ha quedado solo en su piso de estudiante y no vuelve a casa de su familia por temor a contagiarle pero se pasa el día mandando chistes, memes, bromas y videos porque es su forma de hacer saber que está bien y quiere que los suyos tmabién lo estén.
Este mundo nuestro tiene mucho que cambiar (casi todo, realmente) y en ese todo cabe todo; desde los cambios globales a los individuales; de lo macro a lo micro. Y para realizar ese cambio, para dar ese paso que todos tenemos que realizar, todos tenemos que ser sosten y soporte de los otros también.
Hay un dato más que me sostiene en este momento y es la convicción profunda y absoluta de que nadie se muere antes de su momento; del que le corresponde, del que estaba fijado desde antes de nacer. Elegimos encarnar, elegimos los valores que queremos desarrollar, lo que queremos aprender, dar, recibir, sentir (otra cosa es que sepamos hacerlo o no y que lleguemos a hacerlo o no). Y tenemos un tiempo límite para nuestro propósito. A veces hasta la muerte es también un mensaje para los que continuan. Quizá todos los que están muriendo ahora decidieron dar un toque de alerta al mundo para recordarnos lo triste que es morir en hospitales, asépticamente, sin dar tiempo a la familia a integrar el proceso, sin dar tiempo al alma a integrarse en su nuevo estado. Ahora todos lloran la soledad de la muerte de sus queridos; pero si estuvieran en circunstancias normales no darían más calor y compañía (en la mayoría de los casos) del que ahora tienen. Habrán habido muchos casos en que han recibido más cariño y calor de los sanitarios que están a su lado del que habrían recibido de sus familiares. Somos de tendencia dramática e imaginamos que «antes» habría sido todo bucolicamente amoroso.
Que el Covid-19 nos está proporcionando un tiempo de reflexión, es evidente y que es importante mantenerse dentro de una burbuja de calma, también (Consciente, eso sí. No una burbuja de evasión en la ignorancia)
Hay quien ha nacido para mover masas (Jesus, Buda, Ghandi, Luther King …. una lista enorme a lo largo de la historia de la Humanidad) remover conciencias, propiciar un salto cuantitaivo en la conciencia humana. Y otros han nacido para hacer lo mismo pero desde lo pequeño, desde el individuo, desde lo próximo. ¿Es más importante una opción que la otra? Yo no lo creo.
En esta fase preciosa de mi vida en la que estoy disfrutando de una relación como nunca antes había tenido, estoy siendo también el sostén y soporte de un gran cambio personal en mi compañero, de una profunda limpieza emocional de su alma, de su vida entera. Y eso también me exige mucha energía, escucha y atención constante, sin juicios. Si me dejara arrastrar , conectar, con el Dolor general no le sería útil. Y su momento se perdería.
Tú, querida Isa, eres sostén, soporte y herramienta de un numerosísimo grupo de personas y es necesario que te mantengas en tu burbuja para poder seguir haciendo la tarea que te ha correspondido en este reparto de trabajos. Piensa en lo que es el aura y en cuanto trabajamos en las meditaciones para hacerla fuerte y expandirla. ¿Que es el aura, al fin y al cabo, sino una burbuja? Una burbuja que nos proteje de agresiones negativas, dañinas, crispadas, violentas.
No mires tu burbuja con vergüenza, ámala, agradecele lo que hace por ti y , a través de ella, todo lo que puedes hacer por todas/os nosotras/os. Porque ese y no otro es tu trabajo, tu destino, tu misión en esta vida. Dar herramientas a la gente para que hagamos nuestra personal transmutación y sostenernos en el proceso.
Déjate sostener también.
Creo que no tiene nada de particular que hayas llamado a tanta gente en estos días para saber de ellos, ni que haya que buscarle transfondos complicados. simplemente y en primer lugar, todos tenemos más tiempo, nuestros horarios coinciden porque TODOS estamos en casa y cualquier momento del día es bueno para comunicarnos. Yo he pasado semanas (a veces hasta meses) sin hablar con mi madre o con mis hijos porque nuestros horarios no coincidían y, cuando lo ahcían, yo no los tenía en la cabeza y no les llamaba) El calor o la frialdad de cada uno en esa comunicación solo es una proyección de la verdadera personalidad de cada uno y, simplemente, hay que aceptarla y amarla (Aunque después decidamos que es una relación que no está basada en el amor y ya no nos interesa mantener un ascua fria en nuestra vida).
Disculpa si me he extendido demasiado. Ni siquiera sé si he sido capaz de expresarme bien y todo lo que te quería transmitir.
En todo caso, gracias por estar ahí, aquí. Y, recuerda, cualquier día puede ser bueno o mejor; pero ninguno es malo. Que sea triste no significa malo; que tengamos poco ánimo, no significa malo. Sea lo que sea lo que ocupe la botella, siempre está llena.
Te quiero.
Hola, Clara,
Muchísimas gracias por tu preciosa respuesta a mi texto. Me parece maravillosa la etapa que estás pasando, y muy válido tu proceso vital. También muy interesantes tus reflexiones sobre la vida, el destino, la muerte… Realmente ha sido una delicia leerte.
En cuanto a mi proceso, es el mío, claro, diferente al de otras personas, y no por eso menos válido. Como le decía a Marusela, mi escrito no nace de la culpa ni del enganche al sufrimiento, sino del resquebrajamiento de patrones a los que quizá les había llegado su hora. A lo mejor hay personas para las que en estos días les ha llegado una etapa de recogimiento y de autoprotección, y está fenomenal. Yo llevo en un aislamiento muy grande toda mi vida, y ahora justo me está tocando abrirme y conectar, con las personas cercanas, y también con las que no lo son. No creo que una cosa esté mejor ni peor. Entiendo que a algunas personas les pueda parecer que llamar a mi tía o a mi madre de la manera en la que lo hice no sea gran cosa. Para mí, como conozco mi evolución, sé que son pasos importantes.
Por último, me gustaría señalar que no me considero ninguna gurú, ni siquiera «sostén» de nadie… Quizá sí soy una buena acompañante, profesora y escritora, pero no sostén. Sostén es mi maestra, por ejemplo. Yo estoy en la misma línea de batalla que todas las personas a las que acompaño, de igual a igual, con todos mis patrones a cuestas y atravesándolos como puedo. Y no le quito ningún valor a eso porque, como tú dices, cada persona tiene su misión, y ninguna es mejor ni peor que otra. Todo está perfecto como está. Y creo que desde aquí, desde la misma línea de batalla que todo el mundo y a la vez desde lo más personal, está escrito este texto.
Gracias otra vez por tu maravilloso torrente de palabras, y un fuerte abrazo,
Isa
Querida Isa: he tardado en leer tu entrada. Puedo dar muchas explicaciones pero en realidad yo tampoco tengo un buen día, ni lo tuve ayer, ni anteayer…
Suelo decir que soy lenta escribiendo pero en realidad soy lenta asimilando internamente lo que acontece a mi alrededor, aunque estoy convencida, también, que los que me conocen dirían que tengo presencia de ánimo y afronto los problemas. Pero es que yo me he acostumbrado a ser como la orquesta del Titanic, procuro mantener la calma de puertas afuera diciéndome que también me ayuda internamente. Menos ahora. La vida se me ha venido encima como un equipaje mal puesto y recibo tanta información consciente e inconsciente que estoy sobrepasada emocionalmente, de puertas para adentro es verdad, y temo no llegar al futuro así que me agarro a este presente minúsculo que tengo y me abro a dejarme acompañar aunque sea en la distancia física a la que nunca había añorado tanto como ahora.
Gracias por compartir tu día, da igual que bueno o no.
Un abrazo
Sole