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La dedicatoria – De Jaime Madrid

Librería de la dedicatoria

Autor: Jaime Madrid

El autor se sintió descubierto en la librería por la que deambulaba curioseando cuando el lector le pidió una dedicatoria mientras le tendía el último de sus libros. Él lo tomó entre sus manos con una mezcla de pudor y agradecimiento, acarició la portada y buscó la primera página en blanco para firmar. Mientras pensaba una frase adecuada, rememoró las primeras líneas del libro, que decían así:

Todos los días, Segismundo empezaba la mañana diciendo: «Pobre de mí, infelice». Aunque se lamentaba de forma tan lastimera cuando sonaba el despertador, él no era una persona especialmente infeliz ni perezoso para levantarse, pero le gustaba mucho permanecer en ese espacio que hay entre los sueños y la vigilia. Había nacido allí, como lo habían hecho otros muchos personajes, es verdad. Peter Pan, por ejemplo. Pero para él se trataba de su verdadero hogar, al que solo podía ir en ese momento fugaz del día.

Aquella mañana, no podía sospechar que llegaría un extranjero venido del otro lado del mundo. Aunque a lo largo de su vida de personaje se había encontrado con infinidad de ellos, éste tenía algo distinto.

El turista llegó envuelto en un mapa y atravesaba las páginas de los libros como el que camina sobre las hojas caídas en otoño.

—¿Don Quijote, por favor?—Preguntó el viajero con un acento endiabladamente real mientras salía de detrás del envoltorio.

Segismundo recordó con ternura a su paisano, el ingenioso hidalgo, y le explicó al viajero:

—Aquella casa que hace esquina es donde está la cueva en la que dicen que apareció por primera vez. También se puede ver la puerta del corral donde guardaba a Rocinante y por estas mismas calles salía del pueblo con su fiel escudero en el momento en el que dicen las crónicas: «Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos…». También se puede visitar la venta donde fue armado caballero, camino del pueblo de su amada Dulcinea.

Sorprendido ante la explicación de Segismundo, que parecía creer verdaderamente que Don Quijote había existido, el visitante insistió.

—Eso, la venta, donde comer queso y pan y beber buen vino para seguir bien el camino.

«La literatura es mentir bien la verdad» Share on X

Pese a que en su mundo se consideraba de mal gusto expresarse con frases hechas y, peor aún, con cacofonías, Segismundo no acusó el golpe y se mantuvo en su empeño de hablar del amigo.

—Aún recuerdo su triste figura recorriendo estas calles. Por muchos lugares de estas tierras pueden darle cumplido relato de las aventuras del caballero y de su escudero Sancho.

El extranjero sonrió con deferencia de incrédulo y Segismundo, a punto estuvo de responderle airado, desenvainando una de sus mejores citas: «’La literatura es mentir bien la verdad’, dijo Monterroso». Pero por miedo a que aquel descreído no pudiese encajar semejante estocada y cerrase el libro, se mantuvo callado, como si hubiera caído en una página en blanco. Luego, cargado de paciencia, le dijo:

—Yo mismo, señor, puedo decirle que conocí a Don Quijote. Yo andaba por caminos polvorientos, atravesando selvas y despoblados en busca de alguien que pudiera ayudarme a descubrir el mundo. Pese a mi juventud, me sentía cansado y me senté bajo el mismo roble que usted habrá visto al llegar a esta calle. Descargué la mochila, que tanto pesa a veces, y la puse entre mis piernas para buscar en ella el agua que calmara mi sed. No podía sospechar en ese momento que aquel día iba a hacer el mayor descubrimiento de mi vida.  Mientras buscaba entre papeles y ropa,  junto a trozos de pan, pelusas, monedas en desuso y piedras curiosas recogidas en el camino, pensé en lo solo que estaba y murmuré, «Pobre de mí, infelice». Mientras rebuscaba para llegar al fondo, a la botella que guardaba junto a un libro, alguien me saludó. Saqué la mirada del fondo del macuto mientras oía.

—Buen hombre, ¿qué pena os aflige que tan lastimeramente os quejáis?

No se puede olvidar su voz solemne y menos su mirada punzante, pero sobre todo recuerdo la luz de su corazón.

Yo le ofrecí agua, el árbol nos dio sombra y luego hablamos como dos caminantes. «Caballero soy armado, que corre el mundo para desfacer agravios y enderezar entuertos, y sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer», dijo Don Quijote.

—Yo soy extranjero, soy lector. Vengo del país de las letras impresas y sé muy bien lo que pone en cada libro —interrumpió el turista.

—Pues más parecéis el sabio Frestón, que roba libros y aposentos y convierte los gigantes en molinos de viento —dijo Segismundo, airado, y siguió— Pues este, señor, es el país de las letras vivas y somos los de aquí quienes vivimos todo lo que pone en los libros.

En estos recuerdos pensaba Segismundo antes de que volviera a sonar su despertador, cuando oyó el vuelo de un hada junto a su cara, como si fuera en la película «Hook, el capitán Garfio», Julia Roberts le dijo al oído: «¿Conoces ese lugar entre el sueño y la vigilia? ¿Ese lugar en el que aún recuerdas los sueños? Allí es donde siempre te amaré y allí donde esperaré tu regreso».

Segismundo tenía que levantarse ya para empezar la jornada. Un día largo y azaroso en el que terminará diciéndose, antes de meterse de nuevo en la cama, como es sabido: «…Que la vida solo es sueño y los sueños, sueños son».

Entonces, en la librería, el lector tomó el libro ya firmado de manos del autor y leyó la dedicatoria: «’Soy inmenso, contengo multitudes’ (W. Whitman). Todos somos así, confío en que te agraden mis multitudes…».

El lector, con un brillo nuevo en la mirada, se interesó por la obra con toda cortesía.

—Este libro, la historia que has escrito, ¿es autobiográfica?

Y el autor respondió sin dudarlo:

— Sí, claro.

 

 

Nota:
Segismundo y las frases entrecomilladas que aquí pronuncia pertenecen a “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca.
Don Quijote y sus distintos nombres y sus frases entrecomilladas, Sancho y Dulcinea, pertenecen a “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes.

22 comentarios en «La dedicatoria – De Jaime Madrid»

    • Hola, José María, un placer también para mí encontrarte después de estos años detestables de enfermedad y miedo. Me alegran mucho tus palabras y espero leerte pronto también. Echo de menos a Álvaro y a todos los que componen aquella maravillosa novela.
      Un gran abrazo de todo corazón

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  1. Qué maravilla de momento describes Jaime, es del que nunca nos gustaría salir. Es un verdadero placer leerte y comprobar que tu creatividad sigue sus pasos. Te deseo mucho éxito y te mando un grandísimo abrazo.

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    • Carmen, lo que es una maravilla es contar con lectoras con tu sensibilidad y la capacidad de transmitirla. muchas gracias por tus comentarios y un abrazo también, igual de fuerte al menos

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  2. Es curioso, hacía mucho que no recordaba mis sueños y desde hace unos días no solo los recuerdo, sino que pasan cosas y me hacen comprender. Y se me había olvidado que últimamente recordaba los sueños hasta que te he leído. Qué bien has contado ese espacio entre los sueños y la vigilia… tan conocido y tan desconocido, donde se aprecian matices que en la vida nos pasan desapercibidos. ¡Bienvenidas tus multitudes, Jaime!
    Mer

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    • Hola, Mer, además de mostrarte mi agradecimiento por tus palabras, tengo que decirte que me sorprende y me halaga a partes iguales que ese espacio íntimo y personal que he querido compartir sea a la vez un sitio común a muchas personas. Quizá las mismas que forman esas multitudes.

      Un abrazo

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  3. Vaya relato Jaime, ¡me ha encantado!
    Que maravilla de juego de personajes y situación, la duermevela, espacio de los mejores momentos, tanto en los buenos sueños, como en las pesadillas. Lugar tan íntimo que pareciese único de cada ser humano, y sin embargo, compartido por multitudes que nos habitan.
    Solo puedo darte mi enhorabuena, literatura y sueños, nuestra mejor autobiografía 😉

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  4. Qué gustazo volverte a leer, amigo. Te extrañaba y no lo sabía. Ojalá nos encontremos en ese espacio entre el sueño y la vigilia donde todo es posible. Y, ¿por qué no?, un cocido de esos tuyos y un caballito de tequila, en compañía de Don Quijote y Segismundo y Carmencita y Fernando, y quien quiera unirse… Muchos saludos desde este lado del mar para ti y las tuyas y un beso enorme para Carmencita, mientras me la vuelvo a encontrar.

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    • Hola, Adela. Me alegro de tener noticas tuyas y de que te haya gustado el relato, ya hace tiempo que no nos leemos. Carmencita te envía saludos y dice que te prepara un cocido cuando quieras volver por este lado del charco. Un abrazo y un brindis con tequila

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  5. Hola Jaime,
    El breve espacio entre el sueño y la vigilia, me ha recordado que lo vivimos el día de la presentación de Relatos Incómodos, nuestra primera publicación.
    Tarde de apretada presencia física, tarde de sueños y proyectos, tarde inolvidable de de amor a la literatura, a los personajes y también a Isa que lo hizo posible.
    Seguimos en ese espacio en el que nos encontramos bien.
    Por muchos años.
    Amén.
    Joana

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    • Joana, qué gusto tener noticias tuyas y saber que seguimos en ese espacio. También espero que sea por muchos años.
      Un abrazo

      Responder
  6. ¡Grande tu relato!
    Jaime, muchas gracias por ser el Quijote que me ha descubierto un nuevo mundo: «el que te despierta para amarte y esperar tu regreso».
    Un abrazo

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  7. Hola Jaime,
    Un placer volver a disfrutar de tus letras vivas, tanto como los personajes que las
    habitan. Gracias por llevarnos a ese inmenso lugar entre el sueño y la vigilia.
    Me ha encantado, un abrazo.

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    • Carmen, me alegra que te guste. Ya sabes que eres una de mis lectoras predilectas. Un abrazo fuerte. Hablamos pronto.

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  8. Gracias, Victoria. No sé si voy a conseguir grandes cosas, pero para mi es muy grande disfrutar de mi tarea de escritor, pasito a paso, y ocasionalmente recibir comentarios como estos, de todos vosotros, de ti especialemente. Beso grande.
    Yoda

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  9. Maravilloso relato, gracias Jaime. Me he trasladado a ese lugar que siempre anhelo donde no hay espacio ni tiempo, el espacio donde nos visitan o visitamos los sueños.
    Saludos

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  10. ¡Qué maravilla de relato, Jaime! Me ha encantado ese juego del verse entre autor,personaje, y lector. Me he sentido en cada uno de ellos. Y qué maravilla ese pulular por los espacios tan grandes y tan extensos, la librería, las tierras manchegas y ese espacio de la vigilia de los sueños….
    Gracias por este viaje de dimensiones infinitas.
    Un abrazo fuerte, fuerte

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