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La vela inclinada de Isa

un cojín , un futón improvisado rodeado de velas para el masaje de Ari

Domingo, 24 de mayo de 2020

Hoy es mi cumpleaños. He trabajado por la mañana con mi curso Romper el Hielo. Ha sido muy enriquecedor. A veces no distingo el trabajo de lo que no lo es, porque adoro mi trabajo, me nutre, aprendo, es de lo poco en mi vida que cubre mi enorme necesidad de dar y recibir. Mientras estaba en la clase, he oído a mis hijos pelearse. Gritos, portazos, porrazos. Cuando ocurre esto, me surge un pánico irracional a que se hagan daño. Me cuesta contenerme. En la pausa, he bajado las escaleras diciéndome que iba a conservar la calma, que no quería amargarme el día de mi cumpleaños. Pero cuando me he querido dar cuenta ya estaba gritándoles. Y no solo gritándoles, sino culpabilizándolos porque no sabían gestionar su relación y haciéndome la víctima porque no me tenían en cuenta en absoluto. Cada uno me ha contado su versión de lo ocurrido. Ari estaba escribiéndome una carta por mi cumpleaños cuando ha entrado Elmo en su habitación para pedirle una cartulina para pegar unas fotos que me quería regalar por mi cumpleaños. Ari se ha negado a darle las cartulinas, porque Elmo siempre deja las cosas para el último momento, mientras que Ari lleva toda la semana planificando lo que haría y cómo lo haría, Y se ha montado. Les he dicho que me importaban una mierda los regalitos si no eran capaces de relacionarse el uno con el otro. ¿Querían acabar sin hablarse, como me pasa a mí con mis hermanos? ¿Querían acaso vivir uno en casa de su padre y otro en la mía? ¿Se sentirían así más contentos? He sido dura con ellos y antes de terminar ya me estaba sintiendo culpable. Aun así, he terminado la bronca muy dramáticamente.

He sido dura con mis hijos y antes de terminar ya me estaba sintiendo culpable. ¿Qué porras hacía yo impartiendo un curso de superación de patrones a través de la escritura, la meditación y el trabajo emocional? Clic para tuitear

Mientras subía de nuevo, muy ofendida, me preguntaba qué porras hacía yo impartiendo un curso de superación de patrones a través de la escritura, la meditación y el trabajo emocional. Sin embargo, me he sumergido otra vez en la clase, y se me ha olvidado la bronca. Se han leído cosas maravillosas y terribles. No sé si este curso ha surgido a mi imagen y semejanza o es a la inversa, pero las cosas que suceden me conectan y reconcilian conmigo misma y con el mundo. Al terminar, a las dos, he bajado de nuevo. Mis hijos me habían preparado la comida y habían llenado la mesa de velitas. Se habían pseudorreconciliado para ello. Hemos estado comiendo entre risas y chascarrillos, mientras una vela se torcía en un plato, una y otra vez. La colocábamos erguida, y ella nada, se torcía otra vez. Ari ha dicho que debía de tener un trastorno de estrés postraumático, que tenía que ir al psicólogo de velas. Risas. Hemos probado diez veces por lo menos a ponerla de nuevo vertical, y ella otra vez a inclinarse, la muy cabezota. ¿Qué mensaje tendrá para nosotros?, he dicho yo. Finalmente hemos decidido apagarla para que no se cayese sobre la ensalada y la llenase de cera. Ha sido una hermosa comida y me he ido a dormir la siesta arrullada por la tranquilidad. Luego me he preparado un té, mientras Ari me preguntaba qué pensaba hacer. Le he dicho que me iba a sentar un rato en el ordenador y luego, como a las seis, podíamos salir a dar un paseo. Me ha dicho que ni se me ocurriese ponerme a trabajar. No, no, le he dicho mientras pensaba sí, sí. Como no se fiaba, Ari ha subido arriba conmigo, y se ha asegurado de que no me sentaba al ordenador, sino en el sofá con un libro y la carta que me había escrito. Después de hacerme jurar y perjurar que no me levantaría de allí, me ha puesto una campanita al lado, para que si necesitaba algo (cualquier cosa, aunque te parezca una tontería, ha especificado) la agitara y él subía.

«A veces siento que tú eres la única persona en todo el mundo que me entiende , con solo una mirada parece que me lees el pensamiento, y si me encuentro mal te acercas y me das un beso. Este es el tipo de cosas que jamás olvidaré… Clic para tuitear

Me he leído su carta, y me he puesto a llorar como una boba, sobre todo con la parte en la que decía «A veces siento que tú eres la única persona en todo el mundo que me entiende y que con solo una mirada parece que me lees el pensamiento, y si me encuentro mal te acercas y me das un beso. Este es el tipo de cosas que jamás olvidaré de ti». Y me he puesto triste con la parte en la que expresa lo culpable que se siente cuando se enfada con el mundo, y piensa que es un ser odioso. Con lágrimas en los ojos, he tocado la campanilla, y Ari ha subido como una centella, y nos hemos abrazado y se ha tumbado conmigo en el sofá. Hemos estado hablando un rato, le he dicho que no tenía ninguna razón para odiarse a sí mismo. Que sentía mucho haber sido tan crítica desde siempre con ellos y haber hecho que se avergonzase de sí mismo. Me ha dicho que qué va, que era la mejor madre del mundo, que no sabía yo los padres que había por ahí. Hemos hablado de cómo buscar estrategias para que se protegiera en la vida y cómo, si se sentía bien consigo mismo, nadie le podría hacer daño, que esa era la mejor protección, por mal que se nos diera en esta familia. Me ha preguntado qué quería hacer, y le he dicho que quizá iba a limpiar la parte de arriba de la casa, ya que tenía un ratito libre. Me lo ha vuelto a prohibir. «No, mamá. Hoy no vas a trabajar más ni vas a limpiar. Busca algo que te apetezca hacer». Y me he quedado en blanco. No había nada que me apeteciera. «He perdido la capacidad de disfrutar», he dicho, melodramática. «Busca algo, mamá, aunque sea muy grande. Yo lo que hago es pensar a lo grande. Y luego voy reduciendo hasta algo que sí que sea posible hacer». «Me gustaría estar en un spa», he dicho. «A ver… Un spa no es posible… Un baño… la bañera es muy pequeña, te tendrías que hacer una bola». Me he reído. «Va a tener que ser una ducha», he dicho. Y entonces me he dado cuenta de que el otro regalo de cumpleaños que me iba a hacer Ari, además de la carta, una foto nuestra en papel pluma, yo sosteniéndole de bebé y ofrecerse a hacer perritos calientes para cenar, era un masaje que me daría un poco más tarde, y que eso era mucho mejor que un spa. Luego he pensado que me apetecía salir con ellos a comer un helado, aunque un poco más tarde. Mientras tanto, leería un rato (se lo he dicho pensando en que en cuanto se bajara yo me sentaría al ordenador). Y de pronto se me ha ocurrido. «Quiero escribir mientras escucho música». Así que esto que estoy escribiendo es mi propio regalo de cumpleaños. Escribir. Conectar con estas sensaciones agridulces, siempre algo más amargas que dulces. Amor mezclado con culpa. Perfeccionismo mezclado con creatividad. En la clase de hoy hemos hablado precisamente de la trampa vital de «las normas inalcanzables», de la dificultad de algunas personas —entre las que me incluyo— para descansar y disfrutar. Hay tantas cosas que hacer. Cuando acabe con toda la lista de tareas, entonces me podré permitir descansar. Pero eso no ocurre nunca. Disfrutar es un reto para mí, abrirme pequeños espacios, aunque sea a machetazos, es necesario. ¿Cómo puede ser que mi hijo de trece años tenga que prohibirme trabajar o limpiar? ¿A qué extremos he llegado? No siempre ha sido así. Recuerdo momentos de disfrute, aunque siempre supeditados a tener pareja. Solo parezco merecerme esos espacios si me estoy «dando» a alguien. Yo sola, para mí sola, no me lo merezco. Escribo, y pienso que debería estar haciendo otra cosa. Queda tanto por hacer… Y, además, me siento tan culpable de sentirme culpable cuando tengo estos hijos maravillosos, que escribir duele… Mis sensaciones corporales, mis emociones y mis pensamientos permanentemente —y muy especialmente cuando debería estar disfrutando— me ponen la zancadilla para hacerme sentir internamente mal y, a menudo, estropear las cosas para amoldar el interior con el exterior según la teoría de los vasos comunicantes. Mi organismo entero parece sentirse más cómodo alejado de lo suave y lo bueno. Hacerme consciente de esto me llena de rabia, luego de tristeza, luego de impotencia, luego me rindo y me dejo un poquito en paz, hasta la próxima vez en que —inconscientemente— me dejo arrastrar por la creencia de que todo eso que me pasa es muy real e inevitable. Pero hoy me lo he propuesto. Me daré un respiro por mal que lo pase.

Salgo con mis hijos a por un helado. Hace un calor de morirse y apenas tenemos tiempo de dar una vuelta a la manzana antes del toque de queda de las siete. Bravo Murillo está que explota de gente enmascarillada. Nos quitamos la mascarilla para comernos el helado muy rápido antes que se derrita. Me gustaría que pudiéramos ir a un parque, a una terraza, por lo menos sentarnos en un banco. Pero los parques y las terrazas están cerrados y los bancos a rebosar. Mierda de confinamiento. Siento que dar una vuelta a la manzana con una persona tan amargada como yo debe de ser una experiencia muy pobre para mis hijos. Cazo al vuelo este tipo de pensamientos cuando ya me he creído a pies juntillas lo que subyace. No valgo, Nadie puede quererme. Siempre se pueden hacer las cosas mejor. Y toda esa mierda que tengo metida dentro. Miro a mis hijos y los quiero tanto que eso es lo único que me salva. El amor es amor y lo llena todo a pesar de todo, a pesar mío. Regresamos a casa y Ari me dice que me quede abajo, que va a preparar el masaje. Elmo sigue retocando su carta de cumpleaños. Me pongo un rato a contestar whatsapps. Mucha gente me ha felicitado, aunque no he querido hablar por teléfono con nadie. Eso me agota. El día de mi cumpleaños siempre ha sido problemático para mí. Las celebraciones y el disfrute son problemáticas para mí. El haber nacido es problemático para mí. Algo en mí hace que no me sienta digna de haber venido al mundo. Llevo una relación sadomaso conmigo misma. Es difícil prestar atención al exterior cuando se padece tanto por dentro. Será para eludir responsabilidades, ya te vale. Y venga. Agradezco las felicitaciones, y me sorprenden. Me sorprende cada vez que la gente me tenga cariño. CADA VEZ. Una herencia de carencia pasa de un instante al siguiente con tanta facilidad como una gota de aceite por un alambre. Ari me llama desde arriba. Voy, digo con un suspiro.

El día de mi cumpleaños siempre ha sido problemático para mí. Las celebraciones y el disfrute son problemáticas para mí. El haber nacido es problemático para mí. Llevo una relación sadomaso conmigo misma. Clic para tuitear

Toca masaje, toca relajarse y disfrutar. Qué estrés. Ari ha puesto un tatami con un futón sobre la alfombra, con un par de toallas sobre él, y lo ha rodeado de velitas. Ha encendido incienso. Aquello parece un santuario. Le aviso de que me voy a quitar la camiseta y mira para otro lado. Me tumbo boca abajo. El pobre no sabe cómo ponerse. Siéntate en mi culo, le digo. ¿Seguro? Seguro. Empieza a echarse aceite de almendras en las manos como un profesional. Me da el masaje por la espalda, por los hombros, por el cuello, por los brazos, por las manos… coge cada dedo y lo estira suavemente, y me doy cuenta de que me está dando el masaje de la misma manera en que yo le he dado alguno a él. Le digo que cuando tenga novia o novio, va a flipar cuando le haga esto. No dice nada, y sigue muy concentrado, como si no me hubiera oído. Sigue por las piernas, por los pies… Los masajes son complicados para mí. Mi cuerpo nunca se relaja, siempre está alerta, y el roce de las manos de otra persona los recibe con una mezcla de placer y rechazo. Pero esta vez el masaje me lo está dando mi hijo. Percibo el amor en sus manos, percibo el amor en mi piel, ambos se hacen indiferenciados. Y aunque el amor me duela (por el resquebrajamiento del deshielo que produce en mi interior) es lo único que me hace rendirme, soltar las armas. Luego enseguida me siento culpable, le digo que lo deje ya, que seguro que está cansado. No, mamá, solo he estado quince minutos. Y sigue, y no sé cómo agradecérselo. Tengo problemas con el agradecimiento. Nadie me enseñó de pequeña lo que era eso. Cuando tengo que agradecerle algo a alguien me siento… ¿a ver si lo adivinas? ¡Culpable! Siempre culpable. Es la fabricación mental que envuelve cada una de mis acciones y emociones. Es como el envoltorio de un caramelo, brillante y vacía, y hace mucho ruido cuando tratas de quitarla de en medio. Ari termina y nos abrazamos y le digo que ha sido maravilloso y al decirlo me siento vulnerable. Estoy brillante y resbaladiza con el aceite de almendras. Aparece Elmo con su carta, que me lee en voz alta, los dos sentados en mi cama. Se siente mal porque sabe que no se ha esforzado tanto como su hermano. Cuando termina de leerla ya se siente avergonzado y me dice que le cuesta mucho expresar por escrito lo que siente. A mí me ha emocionado cuando me dice «estate siempre a mi lado», y le pregunto si es verdad. Claro, me dice. Y nos abrazamos. Me siento torpe, como una niña, como otra niña más con mis hijos que ya me superan en altura. Bajamos, y ellos preparan los perritos calientes mientras esperamos el pedido de patatas fritas y batido del Five Guys. Yo sigo contestando whatsapps. Cuando terminan, nos hinchamos mientras vemos varíos episodios de Brooklyn Nine-nine en el proyector. Hasta que Elmo dice: ¿Por qué hay humo? Asustada, pregunto: Ari, ¿apagaste la sartén después de sacar la cebolla? Y Ari salta del sofá y resulta que la cocina está llena de humo y la sartén toda renegrida. Entramos todos en tropel y tenemos que salirnos porque nos ahogamos. Abrimos la puerta de la casa y salimos a la corrala tosiendo, mientras el humo sale por la ventana de la cocina —como si un fantasma estuviera fumando dentro— a la noche calurosa. Estamos un ratito ahí, charlando. Y entonces se da. Se da un momento de simple felicidad los tres allí, inesperadamente en la corrala. Me acuerdo de la película Las horas, en que, en un momento dado, el personaje de Maryl Streep recuerda algo de su juventud, un momento de esos mágicos en que se dijo: esto es el principio de la felicidad. Con el tiempo se dio cuenta de que aquello no era el principio de la felicidad. De que aquello era la felicidad. Yo ya no soy joven, acabo de cumplir cincuenta y un años, así que me permito vivir este momento de felicidad con mis hijos como si fuese lo único en el mundo, porque lo es, sin ni siquiera llamarlo felicidad. Solo ahora, en el recuerdo, le pongo palabras. Y me veo allí, reclinada en la barandilla de la corrala como una vela torcida e imperfecta a punto de caer en la ensalada, pero tan llena y rodeada de amor que la culpa o cualquier otra irregularidad solo sirven para adornar el conjunto, como una bella torre de Pisa siempre a punto de caer y siempre —sin embargo— guareciendo a sus dos polluelos, a los que ya les queda poco para volar solos y hacerse dueños de sus propias inclinaciones.

 

33 comentarios en «La vela inclinada de Isa»

  1. Me identifico en varios de los temas que tocas, la carencia, el vacío, la relación con una misma y con la vida, el sabor agridulce de algunos momentos, la valentía de ir hacia delante sin saber muy bien cómo, la ternura inmensa de unos hijos que despiertan emociones contradictorias y que acaban «salvando» a la madre … Gracias por abrirte y mostrarte
    Salud!

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  2. ¡un buen cumpleaños! leer tu experiencia me lleva a la sonrisa y a la complicidad de una madre a otra que tienen dos seres que son emanaciones maravillosas…
    Besos. Maribel

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    • Confieso qie llevo mucho tiempo sin ler tus post. Algo me invito hacerlo, uizas las primeras plabras y ya no pude parar de leerlo. Gracis por compartirlo, me he sentidouy identificado en muchos momentos. Me apena que veces no nos creamos los valiosos que somos y que los lastres de culpabilidad e I seguridad no nos dejen admirar todo nuestro brillo que tenemos y ofrecemos a los demás. Con mucha humildad y si me lo permites, solo quiero felicitarte por estar y disfrutar un año más de ti, de tu ser que tanto te preocupas en cultivar y atender y de disfrutar de tus peques que como bien dices vas tejiendo sus alas par que un día vuelen y comer sus errores como también nosotros los cometemos. Es parte de esta obra de tateo o este acto de la vida. Gracias,

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    • Gracias, Maribel, siempre ahí, acompañándome a través de tu empática lectura.

      Un fuerte abrazo lleno de complicidad,

      Isa

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  3. Muy buen Isa, a pesar de los dolores, hay que parir los sentimientos, y tú lo has hecho con coraje, con amor, con verdad…

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    • Muchas gracias, Carmen Gloria. Me encanta como lo explicas: «a pesar de los dolores, hay que parir los sentimientos». Me lo quedo 😀

      Un fuerte abrazo,

      Isa

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  4. Felicidades por un año más, felicidades por tu grandeza, felicidades por tu vulnerabilidad, felicidades por esos hijos que tienes, felicidades por ser como eres, felicidades por conmovernos con cada una de tus palabras… te admiro enormemente, Isabel. Creo que todos vivimos convulsos pero sólo unos pocos sabéis quitaros la careta y mostrarlo. Y para mí eso es la verdadera grandeza. Felicidades.
    Fdo. Turbulencias

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    • Muchas gracias, Rosario «Turbulencias» ;-). A mí me ha conmovido leer tu comentario. ¿Sabes que estuve dudando mucho de si publicaba el escrito o no? Y luego dudando de si lo mencionaba en la newsletter o no. Hasta me entró dolor de estómago, pensando que estaba cometiendo un error. Que a quién le iban a interesar «mi día de cumpleaños», que ya estaba bien de mirarme el ombligo, etc. Por eso me ayudan tanto vuestros comentarios. Muchas veces yo misma me ciego y no sé hasta dónde llegan mis patrones y hasta dónde la realidad.

      Gracias por tu generosidad, de corazón.

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  5. Precioso regalo de cumpleaños, Isa, me lo quedo como tu regalo, me he metido en tu casa ese día, en tu familia, todo tan cercano y entrañable, me ha emocionado.

    Qué lujo compartir cumpleaños con alguien como tú, sigue escribiendo siempre.

    Muchos besos

    Mariano

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    • Muchas gracias, Mariano, es todo un honor emocionarte, que no es fácil ;-). Y también compartir día de cumpleaños contigo… ¡A ver cuándo lo celebramos!

      Un abrazo,

      Isa

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  6. Felicidades Isabel!
    Tu escrito me ha dejado atónita. Me has descrito totalmente. Me has hecho llorar por la transparencia y vulnerabilidad. Siento lo mismo en mi cumple… esas mezclas que describes. Nunca fueron felices mis cumpleaños y de nuevo otro año llega este domingo. Es un patrón marcado por mis padres, lo sé, y quiero cambiarlo… pero la tristeza y melancolía me invaden ese día.
    Eres un amor.
    Gracias por escribir❤️
    Eva.

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    • Gracias por compartir tu sentir, Eva. Ojalá mi escrito sirva para que tu cumpleaños se haga más llevadero. No trates de luchar contra esa melancolía y tristeza, deja que se expresen, dales espacio, seguro que en esa rendición a lo que sientas, puede surgir algo creativo, como a mí me ha pasado. Ya me contarás 🙂

      Muchas felicidades, compi géminis, y un abrazo,

      Isa

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  7. Qué bella jornada para celebrarte, el cariño que tus polluelos te han expresado.
    Me sumo a la cadena de felicitaciones que habrás recibido.
    Y gracias por compartir con tanta sinceridad los avatares de la vida.
    Un cálido abrazo austral
    Ligia

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  8. Querida Isabel, gracias por compartir un pedacito de tu vida. Felicidades por otro año mas que cumples y ojalá sigas escribiendo e inspirando. Me ha conmovido tu relato, creo que pones de manifiesto lo que somos como seres humanos… me he visto identificada en muchas cosas.. en la vulnerabilidad, la culpabilidad, el amor, en a veces ser presa de los vaivenes Emocionales en los que nos movemos constantemente. Un gran abrazo?.

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    • Hola, Paula. Muchísimas gracias por tu empatía, sensibilidad y calidez. Estoy tan agradecida por el tipo de lectoras/es que tengo… 🙂

      Un fuerte abrazo,

      Isa

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  9. Supongo que lo sabes, pero por si no te lo he dicho todavía con claridad, si no viera como compartes lo que te pasa al desnudo, mis textos seguirían siendo cerraditos e impostados. Así como se necesitan referentes para atreverse a hacer cosas, yo te he necesitado para descubrir y atreverme con mi estilo propio. Gracias, Isa.

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    • Muchas gracias, Mer. Me alegro mucho de que hayas dejado salir tu estilo propio, que nos deleita a todos :-).

      Un abrazo,

      Isa

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    • Hola Isa,

      Increíble tu escrito. Menos mal q decidiste publicarlo. Me he sentido muy identificado. Es la primera vez que pongo un comentario a un escrito en intertet. Quizá esté relacionado con el hecho de pensar…a quien le va a interesar lo que opines. Me he sentido totalmente identificado con cada una de las emociones que describías. Al bucear en ellas, en muchos casos he encontrado la misma raiz que tú. La necesidad de q haya otra persona para poder experimentar la felicidad, la sensación que la experiencia que le ofreces a los demás es aburrida e intrascendente, la culpabilidad porque alguien esté haciendo algo por ti, la incomodidad por sentir q alguien te quiere…
      Gracias

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      • Hola, Agus,

        Pues a mí me sirve mucho tu comentario, y te lo agradezco mucho. Precisamente por esa sensación de que lo que uno hace no vale la pena, tener feedback es muy importante para nosotros :-). Me alegro un montón que te haya servido la lectura para bucear en tus propias emociones. Eso es lo que más feliz me hace como escritora. Lo que pienso siempre es que poca gente tendrá unos patrones tan retorciodos como los míos… Pero bueno, parece ser que somos unos cuantos ;-).

        Un fuerte abrazo,

        Isa

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  10. Es precioso. ¡Hay tanto amor! Y me he reído a carcajadas, aunque a veces también duele. Igual que una flor rara es aún más bella por su singularidad, las risas y las lágrimas de una vela torcida, vuelven su llama más hermosa.

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    • Hola, Paloma,

      Gracias por tus palabras, siempre tan cálidas. Por algo mi película favorita de pequeña era «Sonrisas y lágrimas» ;-D.

      Un abrazo,

      Isa

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  11. Me ha impactado y no pude parar de leer.
    Lindos tus hijos, disfrútalos, queda un vacío grande cuando en parten y a la vez es una liberación, más cuando no hemos podido realizar nuestros sueños y espectativas por la crianza cuando nos toca solas.
    Gracias
    Hay que trabajar tanto internamente para encontrar la paz y la ecuanimidad.

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    • Hola, Martha,

      Muchas gracias por tus palabras y tu empatía. Y sí, tienes razón, esto es un trabajo constante. Menos mal que compensa con creces.

      Un fuerte abrazo,

      Isa

      Responder

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