Si practicas la escritura creativa, habrás oído decir mil veces que has de escribir en concreto, y no en abstracto. A veces, esto genera una especie de rechazo hacia la abstracción que me gustaría contrarrestar a lo largo de este post.
Cuando decimos que hay que escribir en concreto, eso no quiere decir que lo abstracto sea malo, o que haya que borrarlo del mapa. Lo abstracto también está ahí, tiene su función dentro de nuestra configuración como seres humanos y, por tanto, también tiene un sentido dentro de lo que escribimos.
En nuestro día a día, lo abstracto sería la conclusión que extrae nuestra mente de lo vivido y lo sentido, de lo experimentado. Es decir, lo abstracto sería lo que subyace a la experiencia concreta y la relaciona con otras experiencias similares. Así es como funciona nuestra mente, y eso no es ni bueno ni malo. Nosotros experimentamos las cosas, y nuestro cerebro saca una serie de conclusiones de esa experiencia, la reduce y la generaliza para que podamos almacenarla en nuestra memoria de una forma práctica y útil para nuestra supervivencia.
Lo abstracto sería lo que subyace a la experiencia concreta y la relación con otras experiencias similares. (...) Somos operarios expertos en reducir y generalizar todo lo que vivimos para poder almacenarlo en la memoria. Share on X
Mi amigo Luis Valdivieso, experto en PNL (Programación Neurolingüística), pone un ejemplo muy gráfico para explicar cómo funciona nuestra mente. Imaginemos que un instante de nuestra experiencia lo representásemos con un cuadrado. Lo que nuestra mente capta de esa experiencia no es todo el cuadrado (todos los matices de la experiencia), sino que con lo que se queda es solo con una cuarta parte del cuadrado. Pero es que, además, lo que hace nuestra mente a continuación es reducir esa cuarta parte de experiencia captada a un punto. Ese punto es a lo que se quedaría reducida una experiencia que, en principio, fue mucho más rica y matizada. Eso es el proceso de abstracción automático que realiza nuestra mente instante a instante. De este modo, somos operarios expertos en reducir y generalizar todo lo que vivimos para, una vez empaquetado y etiquetado, almacenarlo en nuestra memoria.
Lo concreto, por su parte, sería lo vivido antes de ese proceso, lo sensorial, lo preciso, lo específico. Es decir, ser concreto consiste en mostrar la vivencia con todos sus matices. Y la ficción consiste en recrear las situaciones en concreto. Cuando leemos ficción, entramos en ese mundo concreto, imaginario, y a través de lo experiencial realizamos —entonces sí— una interpretación abstracta de lo que nos están contando. Dicha interpretación, si se trata de buena literatura, se parecerá mucho a lo que el escritor quería que concluyéramos.
Ser concreto consiste en mostrar la vivencia con todos sus matices, para que sea el lector quien la interprete. Y, como lector que desea escribir, has de deconstruir el proceso que ha hecho el escritor contigo. Share on X
Este proceso que realizamos como lectores a veces nos confunde a la hora de escribir. Puede ser que estés muy habituado a leer, pero nunca hayas escrito. Y como lo que tú concluyes o interpretas de lo que lees acaba convirtiéndose en algo abstracto, caes en el error de pensar que cuando te pongas a escribir, has de explicar las cosas directamente en abstracto. Y no es así. Has de deconstruir el proceso, y darte cuenta de lo que ha hecho el escritor contigo. El escritor ha forjado un mundo entero, con sus personajes, su ambientación, etc., para que te pudieras meter ahí de lleno, como quien se zambullía en una piscina, y que ya luego pudieras hacer el proceso de abstracción.
Que quede claro, por tanto, que cuando escribes has de ofrecerle al lector un mundo concreto y tangible, pero que has de tener en cuenta, también, el proceso de interpretación y abstracción del lector al leer el texto. De modo que lo concreto y lo abstracto se complementan, y tan importante es lo uno como lo otro.
¿Y por qué es tan importante que narres en concreto?
Si explicases en abstracto lo que quieres contar, destriparías la experiencia, no permitirías que el lector la vivenciase por sí mismo. Y tú quieres propiciar una cocreación con el lector. Estás vivenciando lo que escribes y sacando tus propias conclusiones, pero luego has de dejar que el lector haga su trabajo de interpretación. Leer ficción es eso, vivir e interpretar las vivencias. Es de ahí de donde se extrae la satisfacción y el aprendizaje. Como escritor, no le has de arrebatar esa mezcla de esfuerzo y placer al lector, sino todo lo contrario, proporcionársela con todos los medios a tu alcance.
Para hacer tus textos más profundos y transcendentes has de recrear un mundo muy particular y específico, señalando aquello que va más allá de lo particular, del personaje en sí, apuntando hacia los conflictos humanos y universales… Share on X
Por otra parte, esto será lo que haga profundos y trascendentes tus textos, porque estarás recreando un mundo muy particular y específico, pero para señalar algo que va más allá de lo particular. No importan tanto las acciones concretas que está realizando un personaje, sino los conflictos humanos y universales a los que están señalando, y que nos interesan a todos, porque todos estamos en este complicado berenjenal que es vivir. Entonces, con tus textos concretos estarás apuntando a algo que va más allá de lo conceptual.
¿Y cómo narrar en concreto?
Para ello te vas a valer principalmente de palabras concretas. Es muy fácil decir, por ejemplo, «Me lo pasé muy bien en la fiesta». Pero el lector se quedará frío con esa frase. Yo, como lectora, quiero verlo, quiero poder interpretarlo. Para eso, me tienes que mostrar la fiesta. ¿Cómo era? ¿Con quién te encontraste? ¿Qué bebiste? ¿Qué música ponían? Y esa recreación de la experiencia es lo que transmitirá al lector la sensación directa de bienestar, si es eso lo que quieres expresar.
El significado de las palabras concretas se puede aprehender a través alguno de los sentidos, y por eso es fácil diferenciarlas de las abstractas. Si digo «elefante», puedes imaginarte un elefante, con una forma, un color, una textura, un olor, etc. Te entra a través de los sentidos, de modo que se trata de una palabra concreta. Pero si digo, por ejemplo, «amor», se trata de una palabra muy grande y aparentemente explosiva, pero realmente, cuando la lees, no te llega nada más que un concepto. Y si estás leyendo una historia y se dice: «Laura estaba muy enamorada», te quedarás frío. Tú quieres verlo, palparlo, vivirlo; y para eso ha de reflejarse a través de situaciones concretas.
Decía Henry James: «No lo digas, muéstralo». Lo que quería decir es que, cuando en nuestros textos explicamos las cosas en abstracto, lo más posible es que el lector desconecte y se aburra, porque eso que está leyendo se está quedando en un plano conceptual y no vivencial. Un texto narrativo se basa en lo que John Gardner llamaba «el sueño vívido de la ficción», porque se parece a cuando estás inmerso en un sueño preñado de matices sensoriales. Ahí es donde has que entrar como escritor y donde has de propiciar que el lector entre. Es como vivir una vida paralela. Escritores y lectores podemos ser otras personas, podemos vivir situaciones que en nuestra vida real no nos permitiríamos vivir, ya que estamos muy confinados por nuestros patrones, por lo que creemos que es nuestro carácter, etc.
Para terminar, voy a ejemplificar lo que sería «mostrar» con el principio del relato «El canario», de Katherine Mansfield:
¿Ves aquel clavo grande a la derecha de la puerta de entrada? Todavía me da tristeza mirarlo, y, sin embargo, por nada del mundo lo quitaría. Me complazco en pensar que allí estará siempre, aun después de mi muerte. A veces oigo a los vecinos que dicen: «Antes allí debía de colgar una jaula». Y eso me consuela: así siento que no se le olvida del todo.
En este fragmento tan cortito, a través de un elemento visual como es el clavo, y también de la jaula (ausente, pero visual) la autora nos está exponiendo lo que ha ocurrido, pero también nos está transmitiendo la vivencia. Pongamos que la autora empezase el relato diciendo: «Mi canario se murió la semana pasada, y estoy muy triste por ello. Le echo muchísimo de menos y solo encuentro consuelo cuando alguien se acuerda de él». Nos enteraríamos de lo sucedido, pero no podríamos aprehenderlo a través de los sentidos ni, por tanto, introducirnos en la vivencia del personaje. Esa es la diferencia entre «decir» (o «explicar») y «mostrar».
Cuando explicamos, nos mantenemos en el ámbito conceptual y lo abstracto, de los pensamientos y las ideas. Por tanto, el lector también se mantiene en él. Es un ámbito que se limita a un solo plano. Sin embargo, cuando mostramos, conseguimos acceder a un ámbito multidimensional que trasciende los conceptos y en el que están sucediendo bastantes cosas a la vez. En el caso del comienzo del relato de Mansfield, estamos vivenciando —aun cuando no seamos totalmente conscientes de ello— la tristeza, el sentimiento de ausencia y de nostalgia, la proyección de la propia muerte de la protagonista, como si eso a lo que está apuntando fuese más allá del tiempo… En fin, entramos en un ámbito más complejo y simbólico que tiene que ver con la verdadera amplitud y profundidad de nuestra mente.
Espero que, con lo que aquí te cuento, te quede claro el porqué has de escribir tus textos en concreto, pero no de un modo en que el lector se quede en la superficie de lo sensorial, sino usando esa concreción para transmitir una vivencia que pueda interpretar a través de su capacidad de abstracción. De este modo, estarás apuntando a un plano mucho más profundo que acaba trascendiendo la dualidad entre concreto y abstracto. Esto es lo que hace la buena literatura.
11 comentarios en «Lo concreto y lo abstracto en la escritura»
¡Muy interesante! Magnífico ejemplo el texto del canario. Pero se me ocurre una cuestión: cuando escribimos un argumento o una sinopsis de la trama, al menos yo, nos movemos principalmente en el ámbito de la abstracción. ¿Cierto? Y es cuando nos ponemos a narrar que penetramos en el mundo de lo concreto. Es entonces el momento en el que el personaje, que es un guarro (concepto abstracto), se mete el dedo en la nariz y se afana en moldear una pelotilla que lanza, como si fuese una canica, fuera del automóvil por la ventanilla. Y eso es genial… al menos a mí me lo parece.
Hola, José Mª,
Totalmente de acuerdo contigo. En el siguiente artículo, precisamente, indagaré en las utilidades de lo abstracto.
Un abrazo muy fuerte,
Isa
Gracias, Isa, siempre descubro nuevos matices en tus materiales, cosas nuevas que aprehender. Muy interesante.
Besos,
Mel
Muchas gracias por tu atenta lectura, Melissa :-).
Un abrazo fuerte,
Isa
Excelente post.
Lo dejas muy claro.
Me encanta El canario, el clavo, la jaula y el cuento entero. Recuerdo que lo comentamos en uno de los cursos que hice contigo a distancia, claro.
Un abrazo a distancia también pero con todo cariño.
Hola, Joana,
Sí, «El canario» es un cuento magnífico y muy espiritual, preñado de sentido. Personalmente, cada vez me siento más cerca de su protagonista.
Un abrazo enorme,
Isa
¡Muy bueno el ejemplo del clavo!
Es cierto que para imaginar algo, lo tienes que ver y para verlo cuanto mejor lo describas mas puedes hacer volar la imaginación del lector.
Muchas gracias
Marta
Gracias a ti por tu lectura y cercanía, Marta.
Un abrazo fuerte,
Isa
Muchisimas gracias por compartir todos estos pensamientos de esta manera tan clara,creo haber captado parte de su enfoque aunque debo leerlo de nuevo para completarlo del todo.
Saludos agradecidos.
Hola, María,
Bueno, puedes repasarlo cuantas veces necesites. Aunque mejor si lo acompañas de la práctica de la escritura, porque es la única forma de descubrir sobre el terreno a qué me refiero con lo que cuento.
Un abrazo enorme,
Isa
Muy interesante… gracias! Sigo aclarando mi «lío» entre palabras concretas y abstractas.
En cuanto a conceptos lo tengo claro, pero las palabras me cuestan.
Un abrazo!