Nutrición emocional y literatura
Quería hablarte de tres libros que han sido muy importantes para mí este año 2022, pero mientras le daba vueltas a cómo enfocar el artículo, me he dado cuenta de lo cruciales que han sido en mi vida determinados autores y autoras a los que nunca he conocido personalmente, y también ciertos personajes que nunca han tenido una existencia tangible y con los que, sin embargo, me he vinculado con lazos irrompibles.
La literatura y mi propia fantasía me salvaron la vida, y es que la nutrición emocional es cosa de vida o muerte. Share on X
Debido a las enormes dificultades de mis padres en el aspecto emocional, desarrollé desde pequeña una pericia impresionante para nutrirme de cualquier ser (real o imaginario) capaz de irradiar amor. Por decirlo de otra forma: la literatura y mi propia fantasía me salvaron la vida, y es que la nutrición emocional es cosa de vida o muerte.
A lo largo de mi existencia, mis relaciones (especialmente las íntimas) han sido muy inestables, y es algo con lo que todavía continúo debatiéndome, dado que las huellas del aislamiento infantil no son fáciles de borrar. Sin embargo, los libros siempre me han dado la oportunidad de tener relaciones duraderas, fiables. Por eso, supongo, ese mundo relacional que nada tiene que ver con lo tangible ni con la materia es algo corriente para mí. Me es fácil nutrirme de todo lo que me llega a través de la palabra escrita, siempre que esta sea portadora de amor; y también me es fácil vincularme con los lectores a través de mi escritura. Pero no solo eso, sino que mi estilo de aprendizaje tiene que ver con la absorción y donación de diferentes personalidades (que me pueden llegar de muchos lados), con las que luego ensayo en mi vida real.
Seguro que no soy la única a la que le ocurre esto, pero para mí ha sido una sorpresa descubrirlo a estas alturas, o redescubrirlo de esta manera. Y eso me ha provocado una gratitud enorme hacia todos esos autores, autoras, personajes, entes soñados… que han sido mis amas de cría, y sin los cuales habría sucumbido a la depravación emocional de la selva de la vida.
Me lo leí todo de Cortázar, porque ese enormísimo cronopio sabía cómo transmitir amor, vitalidad, humor... sabía cómo descoser los trajes de cobarta para convertirlos en un disfraz de bufón. Share on X
Los personajes y autores literarios que han construido mi vida, real e irreal
Yo no sé qué habría hecho —de verdad te lo digo— sin Momo, que me enseñó a ser libre e independiente y a luchar contra los hombres grises, ladrones de tiempo. O sin Bastian Baltasar Bux, que hizo transitable para mí el abuso escolar, al abrir una puerta a otros mundos en los que mi dignidad se mantenía intacta y de la que solo yo tenía la llave. En la adolescencia, los cronopios de Cortázar me cantaron canciones locas de idiosincrasia y autenticidad, empecé a distinguir con ojo clínico a los famas y las esperanzas (fuera y dentro de mí), y nació en mí el deseo de enseñarles malos modales. Me lo leí todo de Cortázar, porque ese enormísimo cronopio sabía cómo transmitir amor, vitalidad, humor… sabía cómo descoser los trajes de cobarta para convertirlos en un disfraz de bufón. Y Pessoa (todo Pessoa) fue el contrapunto de Cortázar, con su desasosiego clarividente y sus heterónimos palpitantes. Durante mi adolescencia me balanceé de uno al otro para atravesar los pasillos de un instituto lleno de hormonas, pantalones pitillo y Hombres G. En mi vida tangible bebía litronas, fumaba porros y conocía a mi primer amor; en mi vida intangible era guardadora de rebaños, transcurrieron cien años de soledad, atravesé crónicas de pobres amantes y corría a raudales por ella la espuma de los días. Nadie a mi alrededor sabía de esta doble vida, en la que bajo el libro de matemáticas lleno de logaritmos abierto sobre el escritorio de mi habitación, escondía los diarios de Anaïs Nin y descubría, a través de ella, cómo era un aborto a tiempo real.
Y así, iba simultaneando dos mundos que apenas si se cruzaban. En el mundo de lo tangible era torpe y silenciosa, una mosquita muerta de miedo que iba a clases nocturnas en la universidad mientras trabajaba de administrativa en una consultoría. En el otro mundo vivía los gozos y las sombras, sacaba punta a Dostoievsky completo y me volvía tan loca como Madame Bovary, Ana Karerina y La Regenta juntas. Mis novios se extrañaban cuando un buen día y sin previo aviso les plantaba cara con fiereza y les escupía cuatro verdades que les helaban la sangre. ¿De dónde había salido ese rayo láser fulminante? En realidad, guardaba a buen recaudo al otro lado de la puerta de lo «real», bajo siete llaves, un montón de herramientas, un arsenal de superpoderes y ternura para aburrir, pero no sabía —y a lo mejor no quería— tangibilizarlos en este mundo tan sólido y rasposo.
Tan ficticio era Don Quijote luchando contra los molinos de viento como yo tratando de manipular a mi pareja para que se comprometiese conmigo y no me abandonase jamás. Share on X
Empezar a trabajar en talleres literarios fue el primer peldaño de esa escalera que uniría los dos mundos. Y, curiosamente, del primer taller literario donde trabajé me marché después de ver la obra de teatro El tío Vania y sentirme totalmente identificada con el protagonista. No quería acabar como él cuando tuviese cincuenta años, y si seguía por el mismo camino, eso era exactamente lo que pasaría, así que me fui de ese trabajo sin tener otro, con una mano delante y otra detrás… ¿Cómo tuve la fuerza para hacer eso? Solo me queda una respuesta: todos esos entes intangibles que me habían criado me amparaban. Igual que lo hicieron tantas veces en mi vida en que me negué a tragar con cosas con las que todo el mundo tragaba. Pero yo no, yo no confiaba en las reglas de este mundo supuestamente «real», que me resultaba extremadamente sospechoso. Era más leal a Chejov que a mis parpadeantes relaciones.
Leer, escribir y enseñar a otras personas a escribir fueron trenzándose, y así pude mezclar e intercalar, por fin, mechones oscuros de realidad con otros rubios de ese otro mundo luminoso y clarividente que hasta entonces no me había atrevido a traer a este. Empecé a entender que entre esos dos mundos siempre había habido túneles subterráneos que los comunicaban, solo que yo no los conocía.
No obstante, había muchas piezas que en la vida no encajaban como lo hacían en la ficción. En mis relaciones seguía dándome de bruces con un muro donde yo creía que había un beso, o me caía en una zanja mientras bailaba inocente en una aparente pista de baile. Me acostaba con el Dr. Jekyll y me despertaba con Mr. Hyde. Me vestía de princesa por la mañana y por la noche me había convertido en la madrastra malvada. Los personajes «reales» (los de fuera y los dentro) me devoraban a la primera de cambio.
Meditación y terapia, realidad y ficción, dualidad lejos de la auténtica realidad
La meditación y la terapia abrieron el objetivo del visor por el que observaba la vida. Fuera y dentro, realidad y ficción, se convirtieron en conceptos dualistas que nada tenían que ver con la auténtica realidad. Tan ficticio era Don Quijote luchando contra los molinos de viento como yo tratando de manipular a mi pareja para que se comprometiese conmigo y no me abandonase jamás. Y quien dice «tan ficticio» dice «tan real», porque tan auténtico era el Principito llorando por su rosa como mis lágrimas al contemplar los fuegos artificiales en Lisboa el día que cambiamos de la peseta al euro. Los recuerdos, la identidad, los arquetipos, los personajes, las emociones, la narrativa personal, la personalidad, los pensamientos, la materia, el propio cuerpo… ¿no eran acaso una especie de amalgama energética e impermanente sin ninguna solidez?
Leer a Chögyam Trungpa siempre ha sido, para mí, conectar directamente de corazón a corazón. Share on X
Empecé a leer libros de psicología y de espiritualidad, y sus autores pasaron a formar parte de mi linaje particular. Chögyam Trungpa me clavó la estaca en el corazón que me despertó a mi propio materialismo espiritual y me llevó de la mano un poquito más allá de él. Leer a Chögyam Trungpa siempre ha sido, para mí, conectar directamente de corazón a corazón. No entiendo lo que dice. Lo siento en los retortijones de mis tripas, en los pelos erizados, en el aire que sale en forma de suspiro, en una determinación incombustible de no parar hasta llegar al mismísimo fondo de la cuestión. Me fundo con su apología de la desilusión y de la «vía difícil», con sus verdades absolutamente radicales, su facilidad para desarticular el autoengaño y su enorme sentido del humor. Cuando me descubro en mis persistentes mentiras sobre mí misma, imagino que Chogyam Trungpa está a mi lado y se parte de la risa.
Otra persona que marcó mis primeros pinitos espirituales fue Pema Chödron. Un día estaba discutiendo con mi marido en el salón de nuestra casa. Era una de esas discusiones mil veces repetidas, a través de las cuales uno perpetúa la especie traumatizada en que los seres humanos hemos llegado a convertirnos. En medio de una palabra malsonante proferida por uno de los dos (no me acuerdo si suya o mía) oímos un gran estruendo que provenía de la cocina y nos dejó paralizados. Parte del techo se había desplomado. Cuando volvimos al salón, temblorosos, vi el libro de Pema Chödron que estaba sobre la mesa y que me estaba leyendo en esos días: Cuando todo se derrumba. Esa sincronicidad, junto con la claridad de la compasiva voz de Pema Chödron exponiendo la noble verdad del sufrimiento, marcó un antes y un después en mi relación con el mundo. Ese mundo que ya lo englobaba todo, incluso los cascotes de una relación de pareja en ruinas.
Con John Wellwood y su Psicología del despertar entendí (o más bien me fue inyectado en vena) que muchos de los occidentales que nos vanagloriábamos de hacer mindfulness, yoga o de seguir un linaje de transmisión, en realidad estábamos haciendo algo llamado bypass espiritual, es decir, eludiendo —a través de una fachada espiritual— nuestros traumas y bloqueos emocionales, tratando de destronar a un «yo» que nunca habíamos tenido el coraje de habitar.
¿Cómo liberarme de algo que ni siquiera sabía lo que era? Nunca me había sentido yo misma.
Así que el siguiente paso fue toparme con la profundidad de mis heridas, gracias a mi terapeuta. Pero mi terapeuta no me dijo nada, es curioso; cuando vio que estaba preparada, como quien no quiere la cosa, me señaló otro libro, El cuerpo lleva la cuenta. De nuevo, al leerlo, me puse en comunicación directa con Bessel Van der Kolk y me dejé desnudar y radiografiar, diagnosticar y poner nombre a todas esas cosas que me habían ocurrido desde siempre: trastorno de trauma del desarrollo, disociación, alexitimia, despersonalización… Y, tras el diagnóstico, me dejé arropar por la mirada compasiva del autor y la comprensión de que había salida y herramientas (más herramientas para mi caja) que me ayudarían a curarme de aquellas heridas tan sangrantes.
Eso me abrió otra vía de exploración en la que me sumergí con tanto dolor como gozo. Di con otro maravilloso yacimiento de libros relacionados con el trauma. Nunca agradeceré lo suficiente a Anabel González la delicadeza con la que trata el tema en su libro No soy yo. Leyéndolo, fue cuando me decidí a abrir mi acompañamiento Romper el Hielo. Estaba descubriendo, por fin, que mi dolorosa realidad relacional y mis talentos (relacionados con la lectura, la escritura, la meditación, la terapia, la creatividad y la enseñanza) eran lo mismo. A partir de entonces, entendí que mis alumnos/as eran mis maestros/as, y que vincularme con ellos/as valiéndonos de las herramientas que había atesorado a lo largo de mi vida era la forma de sanarnos todos juntos.
Vino la pandemia, y en ella encontré a David R. Hawkins y a Ken Wilber, que englobaban una profunda visión espiritual con un amplio conocimiento de lo psicológico y terapéutico. Sus voces me llegaban altas y claras, incuestionables. Seguía nutriéndome, absorbiendo miradas, verdades que iban más allá —mucho más allá— de las palabras. Y a la vez, la palabra escrita seguía siendo el vehículo, el medio de transmisión. Pero yo no me vinculaba con las palabras, ni siquiera con los conceptos. Me vinculaba con la energía vital y amorosa que desprendía ese discurso, como un río siempre en movimiento, pero absolutamente presente y energético instante a instante.
Gabor Maté se me asemeja extrañamente a mi padre. Es, me parece, el tipo de persona que habría sido mi padre de no haberse encerrado en el intelecto y haber sido ajeno al plano emocional y espiritual. Share on X
Después de la pandemia vino mi cáncer de mama, y gracias a él descubrí al Dr. Gabor Maté, con quien me vinculé de inmediato y para siempre a través del documental La sabiduría del trauma y, a continuación, de su libro Cuando el cuerpo dice NO. A lo espiritual y terapéutico se unía, por fin, el cuerpo, al que había mantenido totalmente al margen durante toda mi vida. Este libro me hizo ver —o, más bien, sentir en mis propias carnes, en mi propio proceso con el cáncer— hasta qué punto cuerpo, corazón y mente están conectados. Gabor Maté se me asemeja extrañamente a mi padre, y puedo decir que le tengo muchísimo cariño. Es, me parece, el tipo de persona que habría sido mi padre de no haberse encerrado en el intelecto y de no haber sido ajeno al plano emocional y espiritual. Gabor pudo hacer en vida —partiendo de un grave trauma infantil— lo que mi padre no pudo. Como Gabor tarda muchos años en escribir cada uno de sus libros (acaba de salir, en inglés, El mito de lo normal, que aún no ha sido traducido al castellano), me he enchufado a infinidad de seminarios suyos. Tiene una forma de hablar inglés (apenas sin mover los labios) que hace —junto con mi pésimo oído para los idiomas— que no le entienda ni papa. Pero me da igual, es muy raro, no entiendo literalmente las palabras ni las oraciones, pero entiendo el fondo, lo que quiere transmitir. Esto me demuestra que con lo que me he vinculado a lo largo de mi vida a través del lenguaje, en realidad no tiene nada que ver con el lenguaje.
Y termino este artículo con lo que, en realidad, quería contar al principio.
Brown me ha traído paz, la comprensión de que hay algo grande que nos favorece y nos ampara, si somos capaces de rendirnos a la corriente de la vida en lugar de ir contra ella. Share on X
Por recomendación de Gabor Maté llegué a otro libro, El Proceso de la Presencia, de Michael Brown, que ha sido, para mí, El LIBRO del año 2022. En este largo camino hecho por los libros desde la infancia hasta ahora, este libro ha logrado juntar, para mí, todas las piezas del puzzle corporal, emocional y espiritual, a través de un proceso de diez semanas en que hay que realizar una serie de prácticas y que me han llevado a comprender el porqué de mi desequilibrio emocional y a integrar el enorme descoloque que tenía en el plano más amplio de la consciencia. Brown tiene otro precioso libro, llamado La alquimia del corazón, en el que a través de la preciosa metáfora de un camino —el camino de tu vida, de la vida de cualquiera— que recorres junto al autor de principio a fin, te lleva a congraciarte contigo mismo de una forma bellísima. Mi vinculación con Brown me ha traído paz, la comprensión vivencial (la intelectual ya la tenía) de que hay algo grande que nos favorece y nos ampara, si somos capaces de rendirnos a la corriente de la vida en lugar de ir contra ella. He empezado a dormir bien por las noches y a sentir a menudo esa presencia mullida e inmutable en la que puedo resguardarme, de la que formo parte y cuyo trozo correspondiente del colchón me pertenece por derecho propio.
Este año, justo en el momento en que yo estaba preparada para ello, ha aparecido otro yacimiento en mi vida que de pronto da más amplitud a esos dos mundos que ya permanecían, para mí, unidos. Ha venido de la mano de Virginia Gawel (directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires) a través de un curso llamado Técnicas para la comprensión de los sueños.
Para mí los libros —los libros verdaderos— no están llenos de palabras. Están llenos de amor. Share on X
El mundo de los sueños no lo tenía todavía integrado en todo lo demás, pero ha sido un descubrimiento impresionante que ha dinamitado todos los túneles subterráneos para dejar al aire, en libertad, todos los yacimientos, herramientas y tesoros. Pero todo esto no ha sido «información» que me ha llegado, sino que me he permitido vincularme con la amorosa Virginia como si fuese mi propia madre, porque me hable de Jung o del inconsciente colectivo, de sus sueños o de mis pesadillas, lo que me transmite todo el tiempo es amor, amor, amor, que es el pegamento que sigo necesitando, al fin y al cabo, para unir todos los pedacitos rotos en que me convirtió la muerte de mi inocencia infantil, a manos de traumas antiguos que incapacitaron a mis padres para nutrirme convenientemente… de amor. Ahora me estoy leyendo —¿o estoy mamando de él?— el libro de Virginia El fin del autoodio, en una preciosa edición a dos tintas (azul y negra), con muchas flores en el exterior y en el interior, en el que con muchísimo rigor y muchísima ternura desgrana todo lo aprendido en toda una vida dedicada a la psicología transpersonal (que aúna psicología con espiritualidad), poniendo el foco en lo poquito que nos queremos a nosotros mismos en esta sociedad y mostrando la imposibilidad de vivir en plenitud con los demás desde el odio y el rechazo hacia nuestra persona.
A día de hoy puedo decir que, gracias a todos mis maestros y maestras (tangibles e intangibles) tengo unos vínculos sanos con mis hijos, con mi ex marido, con l@s participantes en mis cursos, con mi maestra, con mi sangha y con un puñado de amigos y amigas (con un par de ellas en un alto grado de intimidad). Me rodeo de personas luminosas con las que puedo seguir creciendo, y a las otras, aquellas con las que me vinculaba a través de unos patrones que me llevaban a la degradación y al maltrato, las he dejado —con muchísimo pesar— a la orilla del camino, mientras yo seguía en dirección al sol.
Por las noches, cuando me acuesto, imagino que apoyo mi cabeza en el regazo de mi querida maestra, y allí alrededor están todos: el maestro de mi maestra, todos los maestros del linaje Kagyu, Brown, la dulce Virginia, Gabor Maté, el tío Vania, el maestro y Margarita y todos los demás, hasta Momo y el elefantito Babar. Una vez mi amiga Raquel, cuando le conté lo que hacía para calmar mi intranquilidad nocturna, me dijo que, al oírme, se imaginó cómo la cama se venía abajo con tanta gente allí apelotonada. Y las dos nos reímos. Y me sigo riendo yo sola. O nos reímos todos los seres de todos los mundos juntos, ya no sé. Lo que sé es que voy dejando de sentirme sola o, más bien, me voy dando cuenta de que nunca lo he estado. De que he tenido tanto, pero tanto amor vinculante, que no cabe en mí y no me queda otra —y además no quiero dedicar mi vida a algo diferente— que desparramarlo allá donde vaya, en la medida de mis posibilidades.
Para mí los libros —los libros verdaderos— no están llenos de palabras. Están llenos de amor.
21 comentarios en «Lo que los libros me han enseñado en 2022»
Muchas gracias por todo lo que nos cuentas, Isa. Gracias a que tú has hecho todo ese recorrido, y a que yo, por alguna razón, he mantenido la curiosidad y la esperanza por encontrar un entorno en el que pudiera aprender y a la vez sentirme conectada, tuve la gran suerte de conocerte, más o menos cuando echaste a andar por tu cuenta con esta escuela. Ni de lejos me hubiera imaginado todo lo que me ibas a aportar. Has abierto las puertas y las ventanas de mi castillo, lúgubre y en ruinas, y has dejado que entrara el aire fresco, la luz y el canto de los pájaros. Me has abierto un mundo de conexiones reales, de historias y de miradas. Qué gran suerte he tenido por haberte conocido. Espero poder seguir aprendiendo contigo, y yo, aunque a veces me cueste, intentaré seguir explorando y abriéndome a más historias y miradas. ¡Un fuerte abrazo, y Feliz Año Nuevo!
Precioso tu comentario Garbiñe 💋
Muchas gracias, Garbiñe, es precioso lo que me dices. Hemos hecho ese recorrido juntas y he disfrutado igual que tú de la luz que se ha hecho en ese precioso castillo.
Un abrazo enorme, compañera de camino,
Isa
Hola Isabel,
Precioso tu escrito.
Me quedo con los libros de Momo, Madame Bovary, La Regenta, y El Principito. Algunos los he leído en francés.
Y me quedo con tu párrafo esblecer vínculos sanos siempre a través, para mí, de una comunicación abierta y amable, con confianza.
Los libros que comentas espirituales o psicológicos me quedo con el libro, El Proceso de la Presencia, de Michael Brow. Dices que duermes muy bien. Pero no me apetece ahora mismo leer ni libros de Psicología ni Espirituales, son demasiado profundos y complejos para mí.
Yo me quedo con este cuento del 2022 que me he leído: «El elefante en la sombra» Nadine Robert y Valerio Vidali. Compartir los pesares y la tristeza con las personas correctas y con empatía siempre aligeran el alma.
Exteriorizar las emociones positivas y negativas, sobre todo estas, sin la limitación de que molestaremos a alguien si lloramos.
Muchas gracias Isabel 😘
Muchas gracias por tu comentario, Marta, a través del cual se percibe a una lectora atenta y activa, que atesora lo que lee y además aporta su propia riqueza a la experiencia compartida. «El elefante en la sombra» es un título precioso.
Un abrazo muy fuerte,
Isa
Lo que más me ha impactado de todo lo que has escrito hoy es esa frase rotunda, como lo suelen ser las verdades verdaderas, que dice: «Para mí los libros -los libros verdaderos- no están llenos de palabras. Están llenos de amor». Con ella me quedo, pues la siento como propia. Al escribir, muchas veces he tenido la íntima sensación de derramarme anegando la narración de un inefable sentimiento de empatía y, eso, digo yo, debe de ser amor, al menos se le parece, ¿no?
Muchas gracias por tu compartir, José María. Sí, la empatía es de la misma familia que el amor ;-). Me alegro de que te haya llegado el artículo; sé que compartimos el mismo respeto y cariño hacia los libros y las palabras.
Un fuerte abrazo,
Isa
Te he leído, y en algún momento he pensado que era yo, y que ya había leído antes tu historia. Los escritores que nombras son mis maestros y maestras, me han seguido por los senderos de mi larga vida. últimamente me ha gustado mucho el libro de los abrazos de Eduardo Galeano. Hay dos constantes en mi vida-lectura, el amor, la justicia social, y la espiritualidad, a través de terapias alternativas. En mis talleres hablo de la inteligencia intuitiva, que nos ha salvado, en muchas ocasiones, como especie. Y a mi me sigue acompañando, porque charco que veo, charco en que me meto, y mis guías me sacan de peligros verdaderamente reales. Soy una visionaria, y a mis ochenta años, tengo curiosidad por todo.
Hola, Asunción,
Gracias por tus palabras, llenas de chispa… Eduardo Galeano, otro de los grandes en esparcir amor a través de sus libros. «Memorias del fuego» fue también de las obras que me impactaron en mi juventud. Me encanta lo de «charco que veo, charco en que me meto» :-D. Me siento muy identificada. Me encanta ver gente de tu edad con tantísima vitalidad, eso da esperanzas e inspiración.
Un abrazo enorme,
Isa
Hola Isabel,
Gracias por compartirte y desnudar tu alma…
No voy hablar de mi andadura…pero si quisiera compartir el título de dos libros que he leído este año y que han sido un bálsamo para mi corazón y mi alma.
Uno de ellos es: la más profunda aceptación (Jeff Foster) y el otro, sanar el corazón, de (Ketan Raventós Klein).
Y dejo un hermoso fragmento de un texto de Jeff Foster que me llegó a modo de sincronía.
CÓMO ABRIR TU CORAZÓN
No trates de abrir tu corazón en este momento. Eso sería un sutil movimiento de agresión hacia tu experiencia encarnada inmediata.
Nunca le digas a un corazón cerrado que debería abrirse un poco más; se cerrará con más fuerza para protegerse, al sentir tu resistencia. Un corazón se despliega sólo cuando las condiciones son adecuadas; tu exigencia de abrirse invita a que se cierre aún más. Esta es la suprema inteligencia del corazón.
En su lugar, honra al corazón en su presente estado. Si está cerrado, deja que así sea; santifica que esté cerrado. Hazle sentir que está a salvo, a salvo incluso para sentirse en completo peligro. Confía en que, cuando el corazón esté listo, y ni un minuto antes, se abrirá como una flor ante la calidez del sol. No hay ninguna prisa para el corazón.
Confía en su apertura y en su cerrazón, también; en la expansión y en la contracción; esta es la forma en la que el corazón respira; en la seguridad, en la inseguridad, en la seguridad, en la inseguridad; en la preciosa fragilidad del ser humano; y todo es bienvenido en el amor más perfecto.
Jeff Foster
Mar, me gustó mucho esto que compartes. Es un respeto muy difícil de conseguir para mí.
Un abrazo,
Mer
Muchas gracias Mar por compartir el texto de Jeff Foster.
Bellísimo y muy cierto.
Un abrazo.
Hola, Mar,
Muchas gracias por tus aportaciones :-). A Ketan Raventós lo escuché hace poco en la II Cumbre sobre el Trauma y asistí a un taller suyo, me gustó mucho su enfoque. Jeff Foster es maravilloso y auténtico. Me encanta el texto que nos regalas, muchísimas gracias.
Un fuerte abrazo,
Isa
Querida Isa: me ha encantado el recorrido que haces por los libros de tu vida. Al leerte es como si las piezas de la mia cobraran sentido bajo la luz de tu mirada. Me he sentido como si acabaran de abrazarme. Debe ser porque cuando escribes lo haces abriendo tu corazón, y esa apertura nos llega a todos los que tenemos el privilegio de ser tus alumnos, con tanta fuerza, que resulta casi imposible no seguir tu rastro.
Gracias Mil veces
Sole
Hola, Sole,
Pues yo he sentido el mismo abrazo que tú con esas palabras tan bonitas que me dices… Es fácil para mí abrirme a los abrazos con personas como vosotros.
Pues hale, otro abrazo más ;-),
Isa
Cuánta valentía, fortaleza y amor encuentro en este escrito y en que lo compartas, lo abras al mundo, a quien llegue…
Gracias.
Eres uno de mis descubrimientos del 2022.
Brindo por un 2023 donde sigamos conectando con la corriente amorosa que nos une a tod@s en una misteriosa amalgama.
Mil besos.
Isa querida, qué bonito todo lo que escribes y tu andanza por todos los libros que nos citas. Encontrarte a ti ha sido una de las bendiciones que he recibido de la diosa fortuna.
Mis libros leídos y que me han dejado una huella que no se borrará son muchos. De jovencita empecé con Biky Baum y con Pearl S. Buck. Luego fuí creciendo y Madame Bovary o La Regente dejaron en mi una honda huella y muchos, muchos más que me metieron en el alma el gusanillo de la escritura y otro libro eterno Cien años de soledad es uno de mis libros adorados .
Un gran abrazo.
Querida Isa siempre serás mi maestra.
Y corroboro también lo que dices al final: «Los libros no están llenos de palabras, están llenos de amor
Qué el amor reine por doquier, en los libros, en la risa, en el sueño… En nuestro corazón, y que seamos capaces de acoger todo, incluso a nosotros mismos, en este amor.
Un beso enorme, querida.
Qué recopilación maravillosa y qué análisis tan brillante de lo que han aportado a tu vida. Me dan ganas de hacer la mía. Pero sobre todo me dan ganas de recibir esa manta gustosa, calentita y acogedora que has tejido, para acurrucarme junto a ti y todos esos autores y sus personajes. Porque yo también siento que ahí debajo todo está bien, no para huir sino para coger fuerzas un ratito. Recordar que somos muchos y diversos, recomponerse y volver a salir al mundo. GRACIAS.
Después de releerte varias veces, Isa, sólo me sale darte las GRACIAS. Parafraseando a Mer en el artículo de sus votos: » A veces me tambalea la belleza. Lo que soy capaz de entender me abruma y me sobrepasa. Me paro a respirar para recoger fuerza por mi piel e incorporarla a mí. Hago un altar a la belleza para seguir viva.» Estas palabras la hago mías al leerte, al sentir la belleza y el amor que se descuelgan por cada poro del viaje de tu vida, ese que compartes con tanta autenticidad y sabiduría.
GRACIAS por ser alumna de la vida, Maestra.
Preciosa tu reflexión. Yo este año he tenido la oportunidad
de leer más que en mi vida. Leer mucho y leer de muchas disciplinas diferentes, desde tecnología hasta filosofía, pasando por educación, crecimiento personal, psicología, creatividad, etc, etc.
Leyéndote me viene continuamente un libro a la mente «El don de la sensibilidad» de Elaine Aron. Te lo recomiendo, seguro que te gustará.
Y gracias por tus recomendaciones, me apunto Virginia Gawel y la comprensión de los sueños y el libro de El fin del autoodio para recomendarlos a dos amigas interesadas en ambos temas. Feliz 2023