08 de noviembre de 2020
Vivir no es fácil.
Es un reto continuo, un permanente aprendizaje. Somos una perpetua madre primeriza con cada instante de experiencia que ve la luz. Venimos al mundo sin libro de instrucciones, y por más normas que nos pone la sociedad y todos los condicionamientos internos que dirigen nuestros pasos, la mayoría del tiempo estamos en estado de absoluto desconcierto, sin entender en absoluto qué es esto de vivir. O eso, o estamos sumidos en el autoengaño.
Una de las herramientas de las que nos ha dotado la Naturaleza para que no estemos tan perdidos es la memoria, esa base de datos en la que se va registrando toda nuestra experiencia y a la que podemos acudir para orientarnos en el presente. Como todas las herramientas que poseemos para desenvolvernos en esta especie de vídeojuego en el que nos ha tocado vivir, puede ser un arma de doble filo: puede ser nuestra mejor amiga o nuestra peor enemiga. Igual que nos puede sacar las castañas del fuego a la hora de no volver a cometer el mismo error una y otra vez, puede meternos en bucles de los que nos resulte difícil salir.
Y esto tiene que ver en buena medida con cómo procesamos las experiencias en el presente. Si por ejemplo de pequeños pasamos por algún tipo de suceso traumático, en que nos vimos atacados o maltratados o abandonados, sin poder defendernos y sin suficiente apoyo, la manera en que eso se procesa y pasa a nuestra base de datos puede no ser la adecuada, lo que nos traerá problemas en nuestra vida adulta.
Cuando algo nos sobrepasa en el presente, solemos desconectamos de nuestras emociones, lo que a su vez puede provocar que esa vivencia no quede bien registrada en nuestra memoria Clic para tuitear
Para no tener que irnos a ese extremo, podemos recurrir a algo más cercano, como es lo sucedido con la pandemia. A lo largo de estos meses hemos tenido que pasar por situaciones complicadas para las que no teníamos referentes previos en los que apoyarnos, así que no nos era tan fácil procesarlas. Cuando algo nos sobrepasa en el presente, solemos desconectamos de nuestras emociones, lo que a su vez puede provocar que esa vivencia no quede bien registrada en nuestra memoria. A veces nuestro cuerpo equilibra estos desajustes a través de los sueños, en los que nuestra mente simbólica puede ir procesando emocionalmente lo que en nuestro discurrir diario se ha quedado a medio digerir. Lo que pasa es que a veces los sueños no son suficiente, sea porque hay demasiado que digerir, sea porque no descansamos lo suficiente o de forma muy superficial.
La escritura creativa es una magnífica forma de procesar todo ese material que se ha quedado a medio digerir a lo largo de nuestra vida Clic para tuitear
Considero que la escritura creativa es una magnífica forma de procesar todo ese material que se ha quedado a medio digerir a lo largo de nuestra vida y que si permanece en la oscuridad puede hacernos muchísimo daño.
RE+ COR, CORDIS: volver a vivir algo a través del corazón
El verbo «recordar» procede del latín re (volver a hacer algo) + cor, cordis (corazón), es decir, volver a vivir algo a través del corazón. Se puede decir que justo eso es escribir.
Pero ¿en qué sentido nos puede ayudar la escritura a integrar nuestros recuerdos mal digeridos? Dichos recuerdos pueden estar fragmentados y, muchas veces, ni siquiera los podemos localizar con claridad, sino que se expresan solo a través de intensas sensaciones, físicas y emocionales, que no sabemos de dónde salen.
Ahí es donde entra en juego nuestra creatividad y nuestra imaginación, que nos ayudan a establecer un vínculo con nuestro inconsciente para rescatar aquello de lo que nuestra conciencia está desconectada. Por otra parte, al poder tomar primero distancia del suceso original a través de un personaje, se nos hará factible poder revivir lo sucedido, esta vez de una forma más constructiva (no literal), rescatando a esa persona (o personita) que fuimos de su infortunio y buscando un final para esa pesadilla que (en nuestra cabeza) parecía no tener fin.
Así pues, usar la escritura para trabajar con nuestros recuerdos mal procesados tiene bastantes ventajas, que voy a resumir en los siguientes puntos:
La escritura se autorregula a sí misma. En esencia no es agresiva, por lo que como un buen terapeuta: nunca nos va a meter en terrenos de los que no podamos salir. Clic para tuitear
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- Nos permite acceder a material ahora mismo encriptado en nuestro cerebro, inaccesible para nuestra conciencia y que a través de la creatividad puede salir a la superficie.
- Podemos tomar distancia del suceso doloroso a través de un personaje que no somos nosotros, para luego identificarnos con él y vivenciar lo sucedido a través de una historia. De ese modo, como en los sueños o como a través de una película, podemos afrontar un dolor que de otra forma nos podría desbordar.
- Escribir historias a partir de sucesos conflictivos de nuestra vida es una forma maravillosa de cuidarnos y de rescatar a esa persona que fuimos: a través de nuestra imaginación podemos ofrecerle —desde el presente— ternura, ayuda, sostén y una salida factible a su infortunio.
- La narrativa —a través del lenguaje simbólico— nos permite trabajar con nuestra memoria de forma directa, sin que pase por la razón. De este modo, podemos confiar en que, aunque no nos acordemos exactamente de aquella situación o situaciones que nos sobrepasaron en el pasado, saldrán de un modo u otro a través de las historias que escribamos. Podríamos decir que nuestra sabiduría intrínseca (la misma que nos ha protegido del dolor durante todo este tiempo) sabrá encontrar el camino a través de la escritura para liberarnos de nuestras parcelas congeladas.
- Podemos realizar todo esto a través del juego, del gozo, transformando lo más penoso que le puede ocurrir a un ser humano en belleza y disfrute. Puede que suframos al escribir nuestra historia, pero al ser capaces de permanecer en contacto con ese sufrimiento (en lugar de huir de él) podremos trascenderlo y convertir esa experiencia en una página más del álbum de fotos de nuestra biografía, desde donde no nos volverá a dañar. Y tras haber hecho esto nos sentiremos enormemente liberados y satisfechos.
- La escritura se autorregula a sí misma. Es decir, solo nos sale escribir sobre aquello que estamos preparados para afrontar. Es, de alguna forma, como un buen terapeuta: nunca nos va a meter en terrenos de los que no podamos salir. Por su misma esencia es no agresiva.
- Por último, lo que escribamos no solo será de beneficio para nosotros, sino que será un acto de generosidad para el lector, quien, a través de nuestra historia, podrá también airear sus propias parcelas estancadas. De ese modo, alcanzaremos un equilibrio saludable entre el dolor sufrido, el bien que nos hacemos a nosotros mismos y el que le hacemos a los demás.
Como ves, todo son ventajas.
La escritura puede ser una herramienta muy eficaz a la hora de encontrar el modo (y el ritmo) de trabajar con esas vivencias que se han quedado —por alguna razón— congeladas en tu interior. No tiene por que ser la única, pero siempre será beneficiosa para acompañar tu proceso.
Si te interesa emprender este camino, te recomiendo el acompañamiento Escribir desde el Corazón.
6 comentarios en «Memoria y escritura»
¡Qué maravillosa entrada, Isa! Está llena de esperanza y optimismo, lo cual hace mucha falta hoy en día. Qué certero y valioso todo lo que transmites.
¡Y me encanta la web! Tu estás genial, en las fotos y en el vídeo, chapó.
Un abrazo grande.
Gracias, Marusela. A mí me encanta verte por aquí, siempre cercana y curiosa.
Un abrazo enorme,
Isa
Excelente texto. Me quedo con dos cosas que me impactan: «somos como una perpetua madre primeriza con cada instante de experiencia que ve la luz», uf, que bonito y que cierto; y que lo que escribimos en un acto de generosidad hacia el lector, me lo voy a repetir porque yo no lo vivo así pero es cierto.
Isa, gracias por tus textos.
Muchas gracias, Mer… Yo creo que sí lo vives así (se nota la generosidad en tu escritura), lo que pasa es que a lo mejor no reparas (o no quieres reparar) en ello.
Gracias a ti también por tus textos :-).
Un abrazo fuerte,
isa
Me encanta lo que cuentas y como lo cuentas. Leerlo es ya una terapia en sí.
Y me he emocionado al ver la primera foto que sale en tu nueva web, en la que estás sentada con las manos juntas a la altura del corazón, he llorado y todo.
Muchas gracias, Paloma, qué bonita eres… Es un lujo tenerte como lectora 🙂
Un abrazo fuerte,
Isa