08 de septiembre de 2020
En mi vida «real» nunca he sentido que tuviese un hogar. De pequeña no es que corriese peligro o fuese una «sin techo»; me cuidaban y tenía las necesidades básicas cubiertas, pero nunca sentí en casa un ambiente cálido ni acogedor, sino más bien tenso, frío y desapacible. Las cosas nunca eran lo suficientemente buenas ni se hacían lo suficientemente bien; de hecho, todo lo que pudiera hacer era de entrada un desastre, lo que me mantenía paralizada. Esa rigidez continuada generó en mi cuerpo una sensación perpetua de alerta y peligro.
De niña, el único lugar en el que me sentía protegida era en los libros de ficción. La sensación de peligro se disolvía en el océano de las acciones y emociones de los personajes Share on X
Los libros de ficción, mi refugio
Así que, de niña, el único lugar en el que me sentía segura y protegida eran los libros de ficción. Cuando leía, la sensación de peligro se disolvía en el océano de las acciones y emociones de los personajes. Me fundía con ellos y gracias a ellos experimentaba que los conflictos no tenían por qué implicar parálisis. Que uno siempre podía avanzar, aunque fuese a base de imaginación. De hecho, aprendí a tirarme de cabeza a la piscina repitiéndolo miles de veces en mi mente a lo largo de un año, hasta que el siguiente verano llegué al borde de una piscina de verdad y me tiré sin más de cabeza.
Esta capacidad de abstracción fue mi salvación (la salvación de mi psique) en aquella época, aunque también me acarreó unos cuantos problemas en la vida, porque nunca he sabido diferenciar muy bien entre la fantasía y la realidad. De hecho, en la adolescencia me dediqué a fabricarme un «yo» que me gustaba mucho más que ese que latía asustado como un pajarito en mi interior, lo superpuse a fuerza de voluntad, y me pasé muchos años negando las partes de mí que me generaban problemas. La imaginación es así de poderosa, aunque no lo soluciona todo, especialmente si la disociamos del lenguaje del cuerpo y el corazón.
La imaginación es así de poderosa, aunque no lo soluciona todo, especialmente si la disociamos del lenguaje del cuerpo y el corazón. Share on X
Tardé años en enfrentarme a ese otro «yo» asustado y paralítico que, sin saberlo, dirigía en realidad mi vida. No se puede trascender aquello con lo que no somos conscientes de estar identificados. Ahora, me entreno en asumir las limitaciones de mi cuerpo estresado y exhausto, acariciar a la niña desvalida y observar sin creérmelos ni luchar contra ellos la caterva de pensamientos negativos que invaden mi mente a cada instante.
La escritura no me deja mentir
La escritura es ese lugar en el que cuerpo, corazón y mente convergen dentro del espacio infinito y dinámico de la imaginación Share on X
No obstante, hay algo que nunca me ha engañado a lo largo de todos estos años y que me ha ayudado, en buena medida, a llegar a este punto. Ha sido la escritura. La escritura es ese lugar en el que cuerpo, corazón y mente convergen dentro del espacio infinito y dinámico de la imaginación. La escritura no me deja mentir (a lo mejor otros pueden forzarla: a mí no me deja, es más poderosa que yo), y a la vez me da las herramientas y el cauce para que esa verdad no me dañe.
Será por eso que, al escribir, me siento en mi casa. Es el único lugar en el que no siento que tenga que rendir cuentas a nadie, en el que el esfuerzo es gozoso, donde me puedo reír de mí misma, o hacer un striptease, o jugar a matar, donde todo está bien, a las imperfecciones se les puede sacar partido, los errores se convierten en descubrimientos, la multiplicidad no es contradictoria con la congruencia y hasta el alquitrán tiene su glamur.
Muchas veces me lamento por haber sufrido tan grandes bloqueos en mi vida… Pero cuando pienso en la ficción, en la escritura, en la meditación, en la profesión que he elegido (o me ha elegido), la de acompañar a otros en ese camino, el «pobrecita de mí» se convierte en un profundo agradecimiento a ese acicate que me forzó a buscar y poner en práctica herramientas de tanto calado, que no solo me han devuelto a mi hogar, sino que van ampliándolo hacia el infinito.
12 comentarios en «Mi hogar: la escritura»
De nuevo me siento identificada con tu pérdida de hogar, y desde muy pequeña mantengo la alerta ante el peligro ubicada dentro de mi cuerpo y mi alma. La falta de seguridad está anclada en mi interior y aún ahora a punto de cumplir los sesenta años no he conseguido avanzar como quisiera. Los pensamientos negativos y la rabia salen todos los días a pasear hasta que los pongo a buen recaudo después del desayuno. En este camino de la escritura que voy a seguir contigo este curso, espero descorrer de una vez por todas el miedo que sigue sin dejarme escribir en libertad, de vivir en libertad. Estoy deseando empezar….un abrazo
Hola, Loreto,
Muchas gracias por tu aportación. Yo estoy deseando también comenzar, para asistir al despliegue de toda esa riqueza que tienes en tu interior. Ya el poder decir lo que dices es de mucha valía.
Un abrazo muy fuerte,
Isa
Menos mal que has encontrado este hogar… y nos has ayudado a tantos a volver a casa <3
Gracias, preciosa Elisa, inmensa compañera de palabras y sentires.
¡ Qué bien has definido Isa, que no podemos trascender aquello con lo que no somos capaces de identificarnos!
muchas gracias como siempre por tus aportaciones, un abrazo
Hola, María José,
Más bien no podemos trascender aquello con lo que no nos damos cuenta de que estamos identificados. La «identificación» suele ser inconsciente.
Muchas gracias por leerme :-).
Un fuerte abrazo,
Isa
Me ha llegado muy cerca lo que has escrito!
Ahora, me dejas pensando….
Gracias por este momento que me has regalado.
Muchas gracias a ti, Graciela, por tu escucha atenta y reflexiva 🙂
Querida Isa, siempre me haces pensar. Y pienso que, a estas alturas de mi vida, cuando ya no puedo hacer casi nada, la escritura es la varita mágica que me lleva a todas partes y me hace vivir experiencias gozosas. Es cierto, me hace ambivalente, vivo en mi hogar y vuelo al mismo tiempo.
Nos veremos en la pantalla. Un abrazo grande.
MARYLUZ
Gracias, Mari Luz, por compartir tu experiencia, es muy bonito lo que dices. De mayor, quiero ser como tú 😉
Un abrazo enorme,
Isa
Precioso lo que escribes. Me han dado ganas de llorar. Bendita tu vida que genera tanta belleza.
Hola, Paloma,
Muchas gracias por tus lágrimas, tus palabras y tu sensibilidad.
Un abrazo muy fuerte,
Isa