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Pituso llegó sin libro de instrucciones – de Beatriz Cuesta

gato pituso

Autora: Beatriz Cuesta

Un día sentencié que no volvería a creer en los nombres abstractos. Cuando los explico a los alumnos, les digo que las realidades a las que se refieren no se pueden percibir por los sentidos. El amor es ciego, la justicia, intocable, el miedo, sordo, la sabiduría, indigesta…

—¿Y la felicidad, mamá? ¿A qué huele? —le pregunté una vez.

Una tarde, mi madre se sacó de la manga un libro de instrucciones para ser feliz.

«El primer paso —leyó— es el compromiso. Cuando equilibres tus cualidades —proseguía— tendrás lo que llaman carácter. Este te dará la dignidad, el atributo que hace que los demás confíen en ti, te aprecien y te respeten. Este tercer paso te llevará a la divinidad, momento en el que dejas de proyectar dualidad en la gente. La divinidad te da la gracia, quinto paso, y, en este estado, no habrá interferencias. La gracia te da el poder del sacrificio. Así llegarás a la felicidad, séptimo paso» —concluyó.

Me propuse realizar una cuarentena yóguica. Primero me comprometí, luego equilibré el cuerpo con los ejercicios del kriya y después limpié la mente con la meditación. Empecé, entonces, a confiar en mí, y a crecer en aprecio y respeto hacia mí misma. Poco a poco me sentí digna. Pero al llegar a la divinidad, la motivación comenzó a decrecer, comenzaron las interferencias, y el estado de gracia se quedó bloqueado. Sin él no concluía el ciclo. Me faltaba el sacrificio. Y con él, la felicidad.

Mi subconsciente se vio provocado por estos cuarenta días de práctica. Algún día falté al compromiso y tuve que volver a comenzar de nuevo. Con la experiencia me he ido liberando de patrones emocionales que me estaban obstaculizando.

En este proceso me acompañó mi gato Pituso que me miraba extrañado cuando sintonizaba el Adi Mantra. Ha sido una gran compañía y verlo dormido  a mi lado durante la práctica ha sido muy reconfortante. He practicado en la buhardilla, donde mi familia y yo, pasamos los inviernos con el camino que cada miembro ha elegido para crecer. En los meses más fríos, al atardecer, este lugar te invita a la meditación.

He utilizado la esterilla azul y el zafú morado que me regaló mi hermana Laura en cuanto le dije que me iba a apuntar a unas clases de yoga, hace ahora trece años. Sobre la esterilla coloqué una manta muy suave. Luego preparé un altar: encendí una vela que iluminaba el regazo de un pequeño buda y después acerqué a esa luz una varita de incienso que me transportó al infinito. Su aroma, con un perfume dulce y oriental, que se mantiene durante largo tiempo, me ayudó a meditar, ¡Wuhaje Gurú! Realizaba la hora de práctica a la caída del sol, en torno a las 19:00 horas. En cuanto a la ropa, con el fin del afinar la experiencia, vestía de blanco y cubría la cabeza con un turbante amarillo porque la cuarentena la realicé con Surya Kriya. Surya en sánscrito significa sol.   Es una serie que consta de seis ejercicios más una meditación para activar la energía solar. Cuando tienes mucha energía del sol, no sientes frío, estás energético, expresivo, extrovertido y entusiasmado. Es la energía de la purificación, mantiene tu peso equilibrado y ayuda a la digestión. También se aclara la mente, creándola más analítica y orientada hacia la acción. Los ejercicios estimulan sistemáticamente la fuerza positiva del prana y la energía de la Kundalini.

Solo tengo palabras de agradecimiento por este gran regalo. Os invito a experimentar el proceso, digno y sano para quien quiera alinearse consigo mismo, con la vida y con los demás. ¡Sat Nam!

Cuando explico a los alumnos de 3.º de ESO la literatura del Renacimiento y les remito a los poetas toscanos Dante y Petrarca, les cuento la anécdota de que mi nombre es Beatriz, como la amada de Alighieri, y que una de mis hermanas de llama Laura, como la de Francesco. Les digo que el antropónimo Beatrix significa en latín «bienaventurada, la que da felicidad» y que este es un concepto abstracto relacionado con el alma, es decir, con la esencia de nuestro ser. La felicidad surge cuando eres auténtico No he visto a un ser más feliz que mi gato Pituso. Disfruta de cada momento sin importarle demasiado lo que ocurre a su alrededor, duerme a pierna suelta, come cuando tiene hambre, juega con cualquier cosa y se deja acariciar por humanos simpáticos.

 


4 comentarios en «Pituso llegó sin libro de instrucciones – de Beatriz Cuesta»

  1. Qué gracioso ver la cara de Pituso mientras tú haces todo eso y el dormita en su cojín sin ninguna complicación. En fin, intentaré disfrutar con la felicidad que venga a mi encuentro, como hacen ellos, sin libro de instrucciones… A ver si sale… 😉

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  2. Bea, yo no he practicado la cuarentena yoguica, y no sabía que Beatrix en latín significa» Buenaventura, la queda luz». Lo que sí sé, es que: TÚ Eres Auténtica!
    Es una suerte ser un poco Pituso y sentarme a tu lado. Un placer leerte, acompañarte y disfrutarte.
    Un abrazo fuertote…(sin instrucciones)

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  3. Chus, muchas gracias por tu comentario.
    También tuve la suerte de ser un poco Pirri y volar a tu lado.
    Otro abrazote fuerte sin instrucciones, por supuesto…

    Responder

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