Prólogo del libro Estación en curva
La inconsciencia es como la comida basura. Es una forma fácil de vivir, pero no nos procura el alimento que necesitamos.
Thomas Moore
Creo que la literatura siempre es precursora de algo, por su propia naturaleza, quizá porque se construye —se alza, se manifiesta— en el presente, y el presente es un símbolo de lo que vendrá. Justo eso a lo que llamamos «inconsciente» es la verdadera consciencia, la auténtica fuente de origen, el océano bajo las olas. Lo único que lo hace «inconsciente» es nuestra resistencia a verlo.
Por eso Estación en curva, el título de este volumen de relatos de las/los alumnas/os de Escribir y Meditar, no es casual, sino todo un símbolo de los tiempos que corren y correrán. O de cómo corremos como pollos sin cabeza hacia ninguna parte. En la antigüedad el ser humano se pensaba que la Tierra era plana. En la actualidad sabemos que es curva, pero nos seguimos comportando como si fuese plana, como si tuviese un norte y un sur, como si caminásemos cabeza arriba, como si hubiese un arriba y un abajo reales al margen de los conceptos inventados por el ser humano. Estación en curva nos avisa de esa inconsistencia, de que hemos de permanecer atentos porque (con toda probabilidad) habrá un abismo entre coche y andén. El abismo que existe entre nuestras ideas preconcebidas y aquello que verdaderamente estamos vivenciando. En la antigüedad eran, al fin y al cabo, más consecuentes con su percepción de la realidad de lo que somos ahora.
Estación en curva es, pues, precursor de la toma de conciencia de ese abismo.
Estación en curva es, pues, precursor de la toma de conciencia de ese abismo. «Pon cien ojos, amigo —nos viene a decir—, porque tu vida se puede dar la vuelta como un calcetín de un momento a otro». Quizá por primera vez la humanidad se está haciendo consciente de esto y preparándose para el cambio. No podemos seguir caminando por el mundo como si fuera plano, sólido y sin resquicios. Eso se acabó.
En este año ha habido muchas curvas y accidentes. En el curso de Proyectos Colaborativos hemos tenido una preciosa niña llamada Sofía, pero en el de Escritura y Meditación estamos a punto de perder a otro llamado Martín. Ha habido separaciones, esguinces, operaciones, muertes, crisis laborales y crisis de fe, y mucho amor. La maldita y la dichosa vida más en ebullición que nunca, acercándose al abismo que nos aterra pero al que, a través de las historias, conseguimos dar la vuelta.
En el medio de esa vorágine, estas veintiún personas han encontrado el espacio de calma necesario para trabajar un relato para el libro en profundidad. Relatos que hablan de la inmortalidad del alma y de bondadosos reyes sin corazón, de bisturís como pinceles y del Nirvana que se alcanza a base de puñetazos, del arroz con leche preparado para vengarse de una madre desdeñosa y de arañas enormes a las que uno acaba acariciando. Descuadres, anfractuosidades del terreno, el abismo que se acerca tras la próxima curva, buena literatura escrita al calor del grupo.
Los grupos han sido este año muy variados. En los de Proyectos Colaborativos las personas preparaban sus novelas y libros de relatos: en el presencial ha habido mucha dispersión y caos, pero ha sido una dispersión fructífera y nutriente, porque el grupo ha permanecido unido ante las adversidades y la literatura se ha visto beneficiada de ello. Por su parte, el grupo de proyectos colaborativos online ha transcurrido de una forma mucho más estable, como un grupo de escalada experimentado que iba ascendiendo a buen paso, todos muy concentrados y sin quejarse, ayudándose unos a otros en la subida y los anclajes.
Mientras tanto, en los grupos de Escritura y Meditación olía a incienso y tocábamos de forma mucho más directa las heridas de la vida, a través de las enseñanzas de los maestros y la apertura de corazón. Ha sido increíble experimentar la meditación en grupo a través de videoconferencia o —en el curso presencial— poder crear entre todos un espacio seguro en el que hablar desde el corazón.
En el curso de Escritura Consciente online se ha hecho un gran trabajo de grupo, y también emocional, y no os podéis imaginar la seriedad con la que cada quincena nos reuníamos a debatir sobre los relatos pero, sobre todo, de todo lo que subyacía a los relatos, y cómo iba saliendo a flote la riqueza de la psique de cada participante. En el grupo de escritura consciente presencial solo había dos alumnos, Mariano e Iván, pero estar con ellos ha sido como asistir a la interpretación de un precioso dueto espontáneo y natural.
Entre medias se han desarrollado cursos intensivos de fin de semana (en Madrid y en Barcelona), que han sido como bombas de oxígeno consciente explotando en medio del narcótico de la cotidianidad. De ellos salió un pequeño grupo tardío de iniciación a la escritura creativa cuyas flores aún se están abriendo.
Lo que ha prevalecido en el trabajo de todos los grupos a lo largo del año ha sido la consciencia de que la próxima estación está en curva[…] y el abismo nos puede tragar
Quizá lo que ha prevalecido en el trabajo de todos estos grupos a lo largo del año ha sido la consciencia. La consciencia de que, señores/as viajeros/as, la próxima estación está en curva y, si no ponemos los medios y la atención adecuados, el abismo se nos va a tragar. A no ser que (dado que no existe arriba ni abajo) consigamos darle la vuelta y ponérnoslo de sombrero.
Ya basta de charla y disfrutemos ahora de estos maravillosos veintiún sombreros.
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1 comentario en «Ponerse el abismo por sombrero»
Me imagino la labor tan grande llena de creatividad felicidades por el desempeño y entusiasmo