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¿Por qué escribir ficción es terapéutico?

Escribir como terapia o la ficción terapéutica de los personajes.

La psicóloga transpersonal Virginia Gawel dice que nos comemos la vida, y después tenemos que digerirla. Como solemos tener una concepción muy mental de lo que es la realidad, no solemos darnos el tiempo necesario ni usar las herramientas precisas para realizar dicha digestión.

Cuanto más entrenamiento tengamos en meditación o atención plena, más posibilidades tendremos de estar en contacto con la experiencia presente, de poder masticar bien y saborear la vida Share on X

Cuanto más entrenamiento tengamos en meditación o atención plena, más posibilidades tendremos de estar en contacto con la experiencia presente y, por tanto, de poder masticar bien y saborear la vida a medida que va entrando en nuestra boca. También esto nos dará la posibilidad de maniobrar diestramente con las situaciones, con nuestras emociones y con las personas con las que nos relacionamos y, por tanto, no estar metiendo la pata cada dos por tres y creando sufrimiento innecesario, que vendría a ser como tragarnos grandes trozos de comida sin masticar o ingerir alimentos tóxicos.

Otro bálsamo digestivo son los sueños. Por la noche, nuestro inconsciente hace lo que puede para ir procesando todo aquello que vivimos deprisa y corriendo durante el día. Repara nuestro cuerpo y también nuestra mente, nos ofrece información simbólica relevante que podemos usar a nuestro favor y nos deja bien orientados al despertarnos. Lo que pasa es que hemos poner de nuestra parte para hacer caso de todo eso, y no pasárnoslo por el forro, que es lo que solemos hacer.

La escritura de ficción es otra herramienta magnífica para digerir la vida y que otros la digieran con nuestra ayuda Share on X

Bueno, pues la creatividad y, en especial, la escritura de ficción es otra herramienta magnífica para digerir la vida y que otros —nuestros lectores— la digieran con nuestra ayuda.

De forma natural, la ficción te pone en contacto con tu sabiduría interna (esa a la que no tienes acceso mediante tu mente racional) y hace que selecciones las porciones de dolor interno que eres capaz de procesar en cada historia.

Y cuando digo «de forma natural», me refiero a que cuanto menos uses el intelecto y menos vueltas le des a la temática de tus historias, mejor. Lo que hacemos al escribir, en realidad, es permitirnos conectar —a través del juego y la imaginación— con eso que nos trasciende, para que nos dé la pócima exacta que disolverá los grumos y alimentos indigestos que toca procesar en ese momento, y los convertirá en sustancias nutritivas.

Como tenemos muchas emociones enquistadas y trabajo atrasado, desde la infancia hasta ahora (sin contar lo que dejaron sin hacer nuestros ancestros, nuestros compatriotas, etc.) no hemos de tener miedo de quedarnos sin temas sobre los que escribir. Siempre que estemos dispuestos a convertirnos en estómago, la comida mal digerida vendrá a nosotros.

¿Y por qué ficción? ¿Por qué no basta con escribir directamente sobre nuestros problemas? Bueno, porque uno de esos problemas —el mayor de ellos— es que tratamos de controlarlo y procesarlo todo a través del intelecto. Sin embargo, eso no es de mucha ayuda cuando lo que nos ha provocado la indigestión son las emociones, ya que sería como querer procesar los sólidos con el riñón o los líquidos con el páncreas.

La ficción está diseñada, precisamente, para que esa tarea emocional que nos parece tan ardua y que, de hecho, nos tiene totalmente bloqueados, se la deleguemos a aquellos que están perfectamente cualificados para llevarla a cabo: nuestros personajes. Los personajes son estómagos con patas… Bueno, en realidad son corazones con patas, pues están especializados en sentir, sentir y nada más que sentir todo aquello con lo que a nosotros nos aterra conectar.

Podemos ser cobardes y hasta patéticos en nuestra vida, pero nuestros personajes no tienen por qué serlo. Como en un simulacro de incendio o en un ensayo general, los ponemos a correr y a apagar fuegos en la maqueta de nuestra historia… y a ver qué pasa. ¿Que logran salir airosos y sacan aprendizaje de todas esas situaciones simuladas en que los ponemos a prueba? Pues oye, entonces a lo mejor, quién sabe, en la próxima ocasión en que alguien encienda una cerilla delante de nosotros, no saldremos corriendo.

Hemos de tener la humildad y la comprensión suficientes para entender que ser creativo, e incluso ser creador, es solo —¿solo?— estar al servicio de la creación. Share on X

La técnica es importante en este proceso, porque es el conocimiento del instrumental y los aparejos que nos permitirán construir esa maqueta a imagen y semejanza del mundo y de la atmósfera mental en que vivimos. Cuanto mejor construida esté la maqueta y más verosímil sea, más libertad podremos dejar a los personajes para que se muevan por ella en busca de su libertad y sus valores.

Por su parte, hemos de permitir que los personajes aparezcan o nazcan independientes de nosotros. Es decir, no «parimos» a nuestros personajes, y no nos une a ellos ningún cordón umbilical. Sería más bien como si los personajes viviesen en un mundo paralelo habitado por personajes, y nosotros, al sentarnos a escribir, los invocáramos. De pronto se presentan en nuestra mente para ayudar. No se presentan como fetos pequeñitos o bebés recién nacidos, sino que vienen ya vestidos y peinados y con su conflicto debajo del brazo. Nosotros aún no sabemos apenas nada de ellos, pero ellos sí lo saben, ellos traen su vida con ellos, sus recuerdos, sus traumas, sus afectos… Y nosotros lo único que tenemos que hacer es «identificarnos» con ellos y dejarnos llevar por ellos a través de los vericuetos de la maqueta. Participamos de todo eso en el sentido de que dejamos que todo eso pase a través nuestro, pero no somos los artífices ni los demiurgos. Hemos de tener la humildad y la comprensión suficientes para entender que ser creativo, e incluso ser creador, es solo —¿solo?— estar al servicio de la creación.

La ficción nos permite disfrutar de la ilusión y ponerla a nuestro favor para evolucionar. A medida que vamos identificándonos con los personajes de nuestras historias, nos vamos desidentificando de ese yo que nos maniataba y nos… Share on X

Antes he puesto «identificarnos» entre comillas. Y es que quería señalar que literalmente depositamos nuestra identidad en el personaje. Eso quiere decir que, durante el transcurso de la creación, suspendemos la noción que tenemos de quiénes somos, y jugamos en serio —pero que muy en serio— a que somos ese personaje.

Todo sufrimiento proviene de la creencia errónea de que somos entes unitarios, separados e independientes. Creer que eso a lo que llamamos «yo» es real es la mayor mentira y distorsión que uno pueda imaginar, y, sin embargo, se nos va la vida reforzando esa distorsión y tratando de convencernos y de convencer al mundo de esa mentira. La ficción nos saca de ahí, nos hace ver la ilusión, pero no negándola ni aniquilándola (lo que sería otra distorsión), sino permitiéndonos disfrutar de ella y sacarle partido, ponerla a nuestro favor para evolucionar. Eso hace que, a medida que vamos identificándonos con los personajes de nuestras historias, nos vamos desidentificando de ese yo que nos maniataba y nos volvemos más libres.

Escribir ficción sana nuestras heridas y nos permite ir procesando y digiriendo la vida Share on X

Desde el punto de vista psicológico, escribir ficción sana nuestras heridas y nos permite ir procesando y digiriendo la vida. Desde el punto de vista espiritual, nos permite trascender la dualidad en que nos mete la creencia de un yo separado y autónomo. El punto de inflexión: el personaje.

Si te interesa este tema, te recomiendo que te leas también mi artículo Las 9 claves de la escritura terapéutica.

1 comentario en «¿Por qué escribir ficción es terapéutico?»

  1. Muy interesante.
    Gracias a la meditación, a la atención plena, a los sueños y a la ficción en nuestra escritura encontraremos las herramientas para vivir mejor nuestra presente, mejorar nuestras emociones y mejorar las relaciones con las personas.
    Muchas gracias Isabel.
    Abrazo fuerte.

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