Blog

¿Apego o autenticidad?

Autenticidad o apego, Gabor Maté El mito de la normalidad

En su libro El mito de la normalidad, el doctor Gabor Maté explica en detalle la confrontación existente en la mayoría de las personas entre la necesidad de apego y de autenticidad, pues considera dicho choque como una de las mayores fuentes de sufrimiento y enfermedad en nuestra sociedad.

El apego sería el impulso de cercanía o proximidad con los demás, una necesidad básica en la infancia. Los vínculos insatisfactorios en la infancia causan estragos en nuestra vida adulta Share on X

¿Qué son el apego y la autenticidad?

El apego sería el impulso de cercanía o proximidad con los demás, no solo en el sentido físico, sino también en el emocional, y constituye una necesidad básica en la infancia, ya que sin dicha cercanía un niño no podría sobrevivir. De las relaciones de apego temprano (y del modo de afrontamiento que adoptamos para mantenerlas) depende el cómo nos relacionaremos a lo largo de nuestra vida con los demás (parejas, familia, amistades, jefes, compañeros de trabajo, profesores…). De modo que los vínculos insatisfactorios en la infancia —lo que es una norma en nuestra sociedad— causan estragos en nuestra vida adulta.

Por su parte, la autenticidad sería, según las palabras de Gabor Maté, «la cualidad de ser fiel a uno mismo y la capacidad de moldear la propia vida a partir de un conocimiento profundo de ese yo». Al igual que el apego, la autenticidad es una necesidad basada en el instinto de supervivencia. Aplicándolo a nuestra parte animal, la autenticidad consistiría en reconocer nuestros sentimientos viscerales cuando surgen y hacerles caso.

La raíz de la palabra «autenticidad» es el término griego autos, «yo», estrechamente relacionado con «autor» y «autoridad». Así que ser auténtico significa que es uno mismo —y no las expectativas impuestas desde el exterior— el autor y la autoridad de su propia vida.

¿Qué pasa si hay que elegir entre apego y autenticidad?

No pasaría nada si estas dos necesidades básicas fuesen cubiertas en la infancia, pero el problema surge cuando al niño le toca elegir entre el apego y la autenticidad. Este imperativo puede venir dado por las expectativas de los padres, por sus cargas, su estrés, sus limitaciones, las limitaciones de su entorno, etc. Si, por ejemplo, un padre hace ver a su hijo (sea de forma explícita o implícita) que no es bueno que muestre su tristeza, eso será entendido por el niño como «Si lloras, no te querremos». Y si al niño le toca elegir entre la supresión de determinadas emociones (lo que afectaría a su autenticidad) y el amor de sus padres (lo que afectaría al apego), la elección viene predeterminada: elegirá siempre el apego. Esto, a su vez, va configurando determinados circuitos neuronales que harán que la autenticidad vaya pasando a un segundo plano, mientras que la personalidad y el sentido del «yo» va forjándose en torno a la necesidad de apego.

Esto no es algo que hagamos conscientemente, sino que vamos desarrollando —sin darnos cuenta— una segunda piel que confundimos con la auténtica, de modo que al crecer nos creemos que somos personas muy diferentes a las que realmente somos, lo que nos lleva a estar muy perdidos, supeditados a lo que otros quieren de nosotros —como si en ello nos fuese la vida y confundiéndolo con cualidades— en lugar de seguir nuestro instinto, nuestro propio criterio y lo que nos dicta nuestra esencia, de la que estamos desconectados. En esta sociedad, de hecho, está bien visto preocuparse por los demás aun a costa de uno mismo, ocultar o suprimir las emociones negativas para ser aceptado por una persona o un grupo, e incluso a lo que solemos llamar amor es fundamentalmente apego y miedo a la soledad o al abandono.

La buena noticia es que esto se puede cambiar. No es un camino fácil, pero sí es la única forma de ordenar nuestra vida en base a nuestros valores y de crear vínculos saludables (con nosotros mismos los primeros).

Me he dado muchos cabezazos, he sufrido muchos abandonos y he tardado muchos años en comprender cuál es el mecanismo: mi responsabilidad es elegir la autenticidad Share on X

Te lo digo por experiencia

Y no digo esto desde la teoría. Lo digo desde mi propia experiencia, porque lo he vivido (y lo sigo viviendo) en mis propias carnes. Me he pasado toda mi vida buscando padres y madres sustitutos (en mis parejas, en algunas amistades, en mis profesores, en mis jefes…), buscando desesperadamente un amor y una aprobación que yo no era capaz de darme a mí misma. He sacrificado mi instinto, mis intuiciones, mis emociones, mis valores y mi criterio para conservar a personas a las que creía que, de ser yo misma, decepcionaría o me abandonarían. La sensación era que me iba la vida en ello, y es que a la niña que fui —y que se quedó congelada en mí cuando crecí— le iba la vida en ello.

Hasta me dejé la piel, durante un largo periodo de mi existencia, buscando la aprobación de personas que me maltrataban o a las que yo les resultaba indiferente, mientras que por aquellas que se portaban bien conmigo y me valoraban no me esforzaba tanto, e incluso llegaba a despreciarlas.

Me he dado muchos cabezazos, he sufrido muchos abandonos y he tardado muchos años en comprender —vivencialmente— cuál es el mecanismo, en saber que ahora no me va la vida en permanecer pegada a una persona o a un grupo en particular y que si se da el caso de tener que elegir entre apego y autenticidad, mi responsabilidad es elegir la segunda.

Las fases del proceso

El proceso para llegar a ello es arduo, y puede que necesites ayuda terapéutica para recorrerlo. Según mi experiencia, pasa por las siguientes fases (que se interrelacionan y no necesariamente tienen que ir en este orden):

1. Reconocer lo que te está ocurriendo. Es decir, aceptar que en algunas de tus relaciones estás sacrificando tu autenticidad (emociones, instinto, intuición, punto de vista, valores, etc.) para ser aceptado, valorado y/o querido.

2. Comprender que no es cuestión de vida o muerte. Es decir, entender que esa sensación de peligro inminente que sientes ante la posibilidad de que esa persona deje de estar a tu lado (que es lo que te lleva a hacer cualquier cosa para que lo esté) tiene que ver con una parte de ti muy vulnerable e inmadura que se quedó anclada en el pasado. Pero que ahora eres adulto y tienes herramientas para desenvolverte, aunque tuviese que ser sin esa persona.

3. Dejar aflorar y cuidar a tus partes inmaduras. Hasta que no seas capaz de cuidar y amar a todas tus partes (lo que podríamos llamar «parentalizarte») buscarás desesperadamente ese amor en los demás a través de un apego disfuncional.

4. No actuar desde el miedo. Cuando veas que vas a actuar en base al miedo a perder a la persona a la que estás apegado, date tiempo. Aunque te parezca que se va a acabar el mundo por ello, permanece con esa sensación, sé compasivo contigo mismo, arropa al niño que tiene miedo dentro de ti, llora si hace falta. De este modo, al poco tiempo o al día siguiente verás las cosas desde otro punto y con más claridad.

5. No actuar desde la culpa. En este proceso se te disparará la culpa, y te vendrán a la cabeza todo tipo de argumentos y pensamientos para que vuelvas a actuar en base a lo que la otra persona quiere de ti (confundiéndolo con lo que tú quieres), y no en base a tu propio criterio. De nuevo, este sentimiento de culpa es un mecanismo de defensa del niño que, cuando no recibe de sus padres lo que necesita, entre responsabilizarlos a ellos o echarse la culpa a él mismo siempre elige lo segundo, porque admitir que tus figuras de apego no son capaces de cuidarte convenientemente es demasiado duro. Creo que esta es la fase más difícil de atravesar, porque la culpa es más persistente que el miedo (al menos que el miedo más superficial), y puede durar bastante tiempo. Sin embargo, si logras atravesar este periodo y no haces nada llevado por la culpa, esta se irá disipando, y te darás cuenta de que no había nada por lo que sentirse culpable. E incluso si hubiera algo por lo que sentirse culpable, eso no tiene por qué conllevar supeditarte al criterio de otro; bastaría con pedir disculpas.

6. Atravesar la sensación de despersonalización. Cuando se vaya desmontando el chiringuito del apego disfuncional, saldrá a la luz hasta qué punto quien creías que eras estaba fundado en ese modo de afrontamiento. Al dejar de apoyar tu identidad en lo que las personas que te rodean piensan o quieren de ti, tendrás la sensación de no saber quién eres, de vacío existencial, de pérdida de referentes fiables, incluso sentirás que nada tiene sentido (de algún modo, es como pasar un síndrome de abstinencia, y es que en realidad el apego se trata de una adicción). La sensación puede ser muy fuerte y aterradora pero, de nuevo, es tu parte inmadura la que la provoca, y a la que has de arropar, cuidar, y asegurarle que no hay peligro desde el adulto que eres. Porque la realidad es que lo que está ocurriendo es que está aflorando tu auténtico yo, aunque aún no seas capaz de reconocerlo.

7. Actuar en base a tu autenticidad. De ese vacío que queda al «soltar» aquello a lo que estabas apegado es de donde surge, de forma natural, quien eres, tu autenticidad. Es algo tan íntimo, lo tenías tan cerca… que no lo veías. Seguramente las personas que de verdad te querían, valoraban y apreciaban te dirán: «Qué bien te veo, estás estupendo», mientras que aquellas relaciones fundamentadas en el apego se sentirán amenazadas, te llamarán egoísta o te criticarán. Sin embargo, a estas alturas ya se habrá despertado en ti un instinto y un criterio fiables. Te habrás convertido en tu mejor amigo, y aunque busques y desees la presencia, el amor y el apoyo de los demás, ya serás capaz de hacerlo de un modo que no te dañe y, si tienes que elegir entre apego y autenticidad, elegirás la segunda.

Después de escribir estas fases, tengo la sensación de que puede parecer muy fácil. No lo es. A mí me ha llevado cincuenta y cinco años hacer este recorrido, y sigo con él. En este proceso hemos de dar la vuelta a nuestro cerebro y ponerlo a funcionar a la inversa. Y no es algo que se pueda forzar, tiene su propio ritmo. Ahora bien, si alguien me dijera que es imposible, yo ahora ya podría contradecirle con toda firmeza. Sé que es posible. Y sé que es posible para todo el mundo. Lo sé por mi propia experiencia, y también por la experiencia de muchas personas que me rodean y que están en el mismo proceso que yo.

La escritura y la autenticidad

No quería dejar de mencionar la escritura como una magnífica herramienta en este proceso tan arduo de conquistar tu propia autenticidad. ¿Por qué? Porque el mismo acto de escribir de una forma creativa te conecta con quien eres verdaderamente, quieras o no. O sea, al darte la libertad de experimentar las cosas en el terreno seguro del papel en blanco, te saltas todas las barreras defensivas que pone tu intelecto para que no accedas a las partes vulnerables. Y digo que es un terreno seguro, porque nunca saldrá nada que no estés preparado para afrontar, y porque se trabaja a través de la hipótesis y el juego.

Y es que la imaginación y la autenticidad son primas hermanas. Nuestro inconsciente sabe perfectamente quiénes somos, y en cuanto dejemos de apegarnos a nuestras ideas fijas sobre las cosas y nos abrimos —aunque sea un poquito— a otras posibilidades, nos brindará mientras escribimos justo aquello que necesitamos explorar en este momento para dar un pasito más en la conquista de nuestro propio territorio.

Por eso, si estás haciendo este recorrido tan difícil (y para el que quizá precises ayuda terapéutica), te recomiendo que lo acompañes de la escritura a lo largo de las diferentes fases, sea a través de un diario, de la escritura de relatos o valiéndote de alguno de los acompañamientos de Escribir y Meditar, que están especialmente diseñados para ello.

Y, en cualquier caso, deseo con toda mi alma que este artículo haya sido de tu interés, que te hayas sentido acompañado en tu proceso o alentado a iniciarlo.

17 comentarios en «¿Apego o autenticidad?»

  1. Claro que me ha interesado, muchísimo. Es tener por escrito y poder leerlo y releerlo cuando lo necesite. Lo que dices es clave, para mí y para las demás. Es el dilema que he atravesado como he podido, para aprender que ir en contra de mi autenticidad no me ha servido, ni en unos ambientes ni en otros. Mi experiencia personal ha sido algo brusca en este sentido y me he bamboleado mucho, ahora creo que ya piso un terreno más firme, y ando lidiando con la culpa y la despersonalización que siento a veces, como no saber qué hacer para encontrar algo concreto como propósito de vida. Pero a pesar de la vida que sigue dando palos, siento que he avanzado. Gracias Isa, este artículo es muy potente para mí.

    Responder
    • Gracias a ti, Loreto, por tu valentía para andar este proceso, en el que podemos acompañarnos mutuamente :-).

      Un fuerte abrazo,

      Isa

      Responder
  2. Mil gracias Isa… 56 años he tardado yo en darme cuenta de q ese es el camino y de que, además, sí, es posible. Duele, cuesta, pero es posible y una respira al fin profundo
    Una maravilla cómo lo explicas, Isa…lúcida y clara. Gracias, compañera de camino.
    Inés

    Responder
    • Gracias a ti, Inés. No sería capaz de explicarlo de esta forma si no hubiese tenido vuestra compañía en el camino.

      Un fuerte abrazo,

      Isa

      Responder
    • Gracias por tus palabras, María Antonia, me alegro de que te sirva de espejo el artículo :-).

      Un abrazo fuerte,

      Isa

      Responder
  3. Muchas gracias, Isa, está tan bien explicado que parece fácil, cuando es algo de lo que cuesta mucho darse cuenta. Me lo imprimo para cuando me ofusque 😉

    Responder
    • Gracias, Garbiñe. Sí, no es fácil, pero como dice Feldenkrais: «Haz de lo imposible, posible; de lo posible, fácil; y de lo fácil, bello» ;-).

      Un fuerte abrazo,

      Isa

      Responder
  4. Gracias, gracias, gracias a mis 70 años comienzo a andar el camino hacia…
    Me he sentido reflejada en el artículo
    De nuevo Gracias

    Responder
  5. Me siento muy identificada y ello estoy, parece que no puedo alcanzar esa autenticidad, aunque se que podre, mi ritmo es lento.
    muchas gracias Isa

    Responder
  6. Gracias Isabel. Hace muchos años que llevo peleandome con mi necesidad de apego y mi autenticidad. Con frecuencia he sospechado de mi intuición y he tratado de ocultar mi rabia, tarea ardua que nunca tiene exito. Mi primer paso ha sido y es la aceptación de mis propios sentimientos, me voy rindiendo ante mi misma, no queda otra.

    Responder
    • Gracias, María Jesús. Pues maravilloso el recorrido que llevas ya en tu rendición ante ti misma :-). Y sí, no queda otra para avanzar…

      Un fuerte abrazo,

      Isa

      Responder
  7. Gracias, Isa. Lo que acabo de leer. Todo ello me ha llenado de emoción. No estuve en tu presentación en COMO pero ahora al leer lo que has escrito es como si hubiera estado allí contigo. Me has lecho llorar. Me has hecho reflexionar. Has dicho tantas verdades y las siento tan mías.
    ACTUAR DESDE LA AUTENTICIDAD. Este apartado me dice que nací demasiado pronto o que te encontré demasiado tarde. Isa querida, qué emoción siento. Ni te imaginas lo importante que eres en mi vida. Muy frecuentemente me ocurre que cuando pienso en ti me acuerdo de mi madre. Y eso me emociona. Me ayudas tanto, tanto!!!
    Gracias por todo lo que me has dado y seguirás dando.

    Responder
    • Muchas gracias, Matilde, qué dulce y generosa eres :-).

      A mí también me pasa que cuando pienso en ti me acuerdo de tu madre también ;-). Las dos vais siempre juntas, con ese vínculo tan bonito que tenéis y que esparces allá donde vas.

      Un fuerte abrazo,

      Isa

      Responder
  8. 55 años no te hubiese echado ni de broma Isa. Reitero mi agradecimiento por tus cápsulas de sabiduría y bendigo tu experiencia vital gracias a la cual somos muchos los que nos sentimos acompañad@s por ti.
    La verdad que tus talleres son realmente espacios mágicos. Yo no dejo de sorprenderme ante la profundidad de tus comentarios, esa sutileza en la elección de las palabras -seguramente te fluyen al leer nuestros relatos-. Eureka. Esa precisión dialéctica que al menos a mí,
    me mueve los cimientos de mi psique. Si a eso le sumo tus meditaciones guiadas, que a través de la vibración de tu voz me conectan directamente conmigo y me ayudan a ir abriendo el corazón, sólo puedo darte las gracias desde lo más profundo de mi SER. Un regalo poder inspirarme de tu experiencia. Encima, como bien dices, de forma lúdica. MAGIA.

    Responder

Deja un comentario

Buscar

¿Quieres aprender a escribir y meditar?

Suscríbete ahora y recibe gratuitamente mi guía para escribir y meditar. Tendrás además acceso a artículos semanales sobre escritura, meditación y trabajo con las emociones, acceso a las meditaciones guiadas en directo y mensuales, así como a recursos para vivir con plenitud y sin autoengaños

¿Quieres conocer mis cursos?

Escribe tu libro ya

¿Quieres superar de una forma divertida el miedo a la hoja en blanco?

Aquí tienes un archivo con 10 técnicas de desbloqueo que te permitirán arrancar a escribir sin esfuerzo ni presión, sacar tu parte niña y juguetona, desatascar tu imaginación y escribir historias que nunca antes habrías pensado. Y no son de usar y tirar: ¡podrás usarlas tantas veces como quieras!

Logotipo de Escribir y Meditar
Abrir chat
1
¿Necesitas más información?
Hola,
¿Cómo puedo ayudarte?