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Abrir el corazón a través de la escritura

Abrir el corazón a la escritura, corazón y coraza

Corazones acorazados

«Abrir el corazón», «abrir el corazón». Suena muy bonito. Todos queremos abrir el corazón, no te digo... Pero no es tan fácil, ¿a que no? ¿Cuántas veces has abierto el corazón y te lo han roto a martillazos? ¿Cómo vas a atreverte a abrirlo así, a la primera de cambio? Yo lo reconozco: por lo general estoy bastante «acorazada».

«Corazón», que vendría a ser la casa grande del coraje. Una «coraza» es con lo que, a veces, recubrimos nuestro corazón para no sufrir. Share on X

Es curioso que la etimología de la palabra «coraza» sea totalmente diferente que la de la palabra «corazón». «Corazón» proviene del latín cor-cordis, y está relacionado con términos como «crédito», «recuerdo» o «coraje». Se especula también con que «corazón» provenga de un aumentativo, del sufijo on añadido a la raíz original, y esto sería por la tendencia popular a considerar el corazón como el lugar donde reside la generosidad, el coraje, etc. O sea, igual que diríamos «camión» o «caserón», decimos «corazón», que vendría a ser la casa grande del coraje. ¿No es precioso? Aunque esta es solo una especulación del maestro español de la etimología Joan Corominas, yo me decanto por ella, por la poesía que contiene. Además, Corominas también tiene un «cor» en su apellido. No puede ser casual, ¿no crees?

Por su parte, la palabra «coraza» parece ser que proviene del latín coriaceus, es decir, de «cuero», aludiendo a un revestimiento o protección, también usado para indicar la cáscara dura de un fruto, por ejemplo.

Me voy a quedar con esa cáscara dura de un fruto, porque me sirve perfectamente para lo que quiero decir: una coraza (una cáscara dura) es con lo que a veces recubrimos nuestro corazón (que es como el interior delicado de una fruta) para no sufrir.

Familiarizarse con la coraza

Bueno, pues para abrir el corazón no queda más remedio que acercarte a él con cuidadito. No puedes tratar, en ningún caso, de abrir la coraza del corazón por la fuerza. Eso es imposible. En cuanto el corazón te ve venir con el hacha de guerra, ¿qué crees que ha? Lógicamente, acorazarse más para que no accedas, para que no le hagas pupa.

Y lo digo porque a veces somos así de brutos, vamos a lo bestia, nos rasgamos las vestiduras y decimos: «Aquí estoy yo, te entrego mi corazón, me lo arranco, y aquí lo tienes». Pero eso no es más que una opereta barata, y además de esa forma esa forma de exageración puede lastimarnos mucho. No funciona así la cosa. Abrir el corazón y mantenerlo abierto es de las cosas más difíciles que hay, es todo un arte, exige de máxima delicadeza, como si cogieras en tus brazos a un recién nacido, o a un cachorrito herido. ¿Cómo lo harías? Bueno, pues así has de acercarte a tu corazón acorazado.

Pero además hay otra cosa, y es que al principio no se trata tanto de querer acceder al corazón, sino que la intención has de ponerla más bien en explorar la coraza, ver de qué está hecha, cuáles son sus partes más duras, las más blandas, si puedes untarla de alguna sustancia que la reblandezca, etc.

En realidad, nos gustaría acceder al corazón sin pasar por la coraza. Muchas veces tratamos de puentearla. Pero eso no es posible. La única forma de abrirse es ver dónde está uno trabado. La única forma de liberarse, es viendo qué nos impide ser libres. Y así. El contacto con lo que nos limita es indispensable para que dichos límites se vayan ampliando.

Las herramientas: la escritura y la meditación

La escritura y la meditación son disciplinas que nos van a permitir ver más clara nuestra coraza y relacionarnos con ella de una forma no agresiva. Share on X

¿Y de qué está hecha nuestra coraza? Pues de conceptos, de creencias, de constructos mentales, de opiniones, de juicios, de miedos… Al oír esto seguro que lo primero que has pensado es que la apertura de corazón no está ahí, sino en otro sitio, en el otro extremo, de hecho. Esa es nuestra tendencia: siempre queremos buscar la felicidad o lo bueno en otro lugar, y nos relacionamos con lo que consideramos malo con rechazo. Y eso es justo lo que nos mete en problemas. Eso es justo pretender relacionarnos con la coraza con el hacha de guerra en la mano.

Aquí es donde entran, en mi opinión, herramientas como la escritura y la meditación. Ambas son disciplinas que nos van a permitir ver más clara nuestra coraza y relacionarnos con ella de una forma no agresiva. Y eso es lo que hará que, poco a poco, podamos ir abriendo el corazón.

La meditación te permite relacionarte con lo que cubre tu corazón sin lucha. Te deja explorar todos esos miedos, creencias, fijaciones (todo eso que hace tan dura la cáscara) con aceptación, con compasión, con curiosidad. Y esa actitud es lo que irá volviendo más y más blandita la coraza.

Por su parte, la escritura es otro modo de aproximarte a tus tendencias, a tus conflictos, con una actitud creativa, constructiva, en vez de demoledora o escapista. Te encarnas en tus personajes y te vuelves valiente dentro de ellos, exploras tus límites explorando los suyos, y así puedes traspasarlos, es decir, te permites abrir el corazón en ese terreno aparentemente ficticio que es el papel.

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Una cosa muy buena que tienen ambas herramientas, la escritura y la meditación, es que son muy orgánicas. Nunca te van a llevar más allá de donde puedas ir. Pero, a la vez, si atiendes a las pautas, siempre te llevarán un poquito más allá de donde estabas. Es como entrar en una cueva muy oscura con una linterna, e ir aumentando poco a poco el haz de luz de la linterna. Dado que te relacionas con lo que hay sin lucha, eso te permite ver un poquito más allá. El campo de consciencia se va haciendo así más y más amplio. Y eso no es distinto de abrir el corazón. La expansión de la consciencia es la apertura de corazón. O digamos que son dos facetas de lo mismo: cuando abrimos el corazón nos hacemos más conscientes, y cuando nos hacemos más conscientes somos más capaces de abrir el corazón.

Las ideas no son la experiencia

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No obstante, trasladar lo que sientes a través de la escritura no es tan fácil. Pongamos que te dijera ahora que lo hicieses, que escribieses durante cinco minutos sobre lo que sientes. A continuación, te haría estas preguntas: ¿has reflejado tu experiencia o has reflejado tus ideas sobre tu experiencia? ¿Crees que quien lo lea podría acceder realmente a la experiencia, sentiría lo que has sentido? ¿O quizá entendería con el intelecto lo que le quieres decir, pero no accedería directamente a la experiencia?

Son preguntas que uno debe hacerse. A veces, cuando escribimos, estamos en contacto con las ideas, pero no con la experiencia, y esto vendría a ser como tratar de buscar la apertura de corazón en un lugar diferente que la coraza. Es decir, sería una especie de mentira, de fantasía, de huida. Muchas veces usamos los conceptos para huir de la experiencia, y no para tocarla. Y no nos damos cuenta, porque confundimos los conceptos con la realidad.

La apertura de corazón siempre está donde está la experiencia, y no donde están los conceptos o las ideas. Se cuenta que el poeta francés Mallarmé hablaba en una ocasión con el pintor Gaugin, y Gaugin le dijo a Mallarmé: «¿Sabes? Tengo algunas ideas para escribir una novela», y Mallarmé le contestó: «Lo que pasa es que las novelas no se escriben con ideas; se escriben con palabras». Cuando decía esto, Mallarmé se refería a que la narrativa (a través de las palabras, lógicamente) señala a la experiencia, pero no la tapa con ideas.

La técnica literaria al servicio del corazón

La técnica narrativa serviría precisamente para poder trabajar la escritura a través de la recreación y la vivencia, en lugar de a través del pensamiento. Share on X

¿Y cuál es esa experiencia? Pues, como decíamos antes, la experiencia tiene que ver con la coraza, con aquello que nos tapa la apertura natural de la mente y el corazón. Cuando meditamos, conectamos con las resistencias, los bloqueos, las fijaciones, etc. Y solo a través de relacionarnos con ello de una forma suave, abierta, cálida, todo eso se desvanece, se resquebraja sola la cáscara y podemos tocar la pulpa delicada, tierna, del corazón.

Con la escritura pasa igual. Hemos de ir, con mucho cuidadito, a tocar lo que hay, a tocar la experiencia real.

Hay un problema de entrada con la escritura, como hemos visto. Que la tenemos más relacionada con el pensar que con el sentir o experimentar. Tenemos una tendencia tan fuerte a engancharnos a los pensamientos que, cuando nos ponemos a escribir, solemos expresar «ideas» más que «vivencias». Es como un vicio que tenemos. Y no nos damos cuenta. Confundimos esas ideas con la vivencia real.

Bueno, pues la técnica narrativa serviría precisamente para poder trabajar la escritura a través de la recreación y la vivencia, en lugar de a través del pensamiento.

Lo que pasa es que, dada nuestra tendencia a acorazarnos, a huir de la intensidad de las emociones, que nos asusta, usamos muchas veces la escritura para amortiguarlas como sea, para librarnos de ellas. Sin embargo, la escritura está justo para dar alas a las emociones, para liberarlas.

Para realmente liberarte a través de la escritura, has de vencer esa primera resistencia a conectar contigo mismo, con tus emociones, con tus conflictos, con la coraza, con la cáscara, con lo que sea que te pase. Share on X

Has de entender, pues, que la escritura te puede llevar a abrir el corazón, pero antes has de pasar por la aduana de enfrentarte a la experiencia tal como la vives en realidad, y eso, en primera instancia, te puede parecer abrumador o incluso desagradable. Es como si te encontrases ante una paradoja: quieres liberar tus emociones, pero quieres a la vez huir de dichas emociones, y eso es imposible. Para realmente liberarte a través de la escritura, has de vencer esa primera resistencia a conectar contigo mismo, con tus emociones, con tus conflictos, con la coraza, con la cáscara, con lo que sea que te pase.

Te voy a contar un ejemplo personal. Hace poco escribí un capítulo de Algo diminuto que no puedes ignorar. Una historia de amor y cáncer (donde cuento mi experiencia con el cáncer de mama). Me tocaba narrar el periodo en que me estaba sometiendo a la radioterapia. Te podrás imaginar que no me apetecía un pelo volver a revivir aquello. Fue una mierda. Era verano, hacía un calor de la leche, me estaban friendo el pecho con radiaciones cada día y encima la persona a quien yo amaba, que me había abandonado cuando me habían diagnosticado cáncer, estaba atosigándome con mensajitos culposos.

Me dirás que para qué diablos quiero yo escribir sobre todo eso, que pasó hace casi dos años. Me dirás que si soy masoca o qué me pasa. Bueno, pues no soy masoca: soy escritora. Pero también hay que decir que sudo la gota gorda. Me entra hasta diarrea cuando me pongo a escribir. Porque sé que tengo que conectar. Conectar primero con mi resistencia a conectar, y después poquito a poco con la cáscara, y después con mi corazón en carne viva. ¿Con qué conecté? Con el dolor, con la rabia, con el enfado, con la frustración… y luego, poco a poco, con una sensación de dignidad, con la posibilidad de tomar las riendas de mi vida, con la compasión hacia mí misma, con la ternura.

Por eso escribo, claro, tonta no soy.

Pero no vale hacerlo de mentirijillas, hay que introducirse en la vivencia. Entonces, una vez que consigues permanecer en contacto con lo que sientes mientras escribes, se empezará a operar el milagro, porque tus palabras estarán en conexión directa con tu corazón, mente y corazón permanecerán unidos (no disociados), y el discurso será algo vivo, palpitante, de forma que se podrá producir el acto de transmisión con el lector. Esa es la forma, justo, de desbloquearte.

Es como si tuvieras que señalarle a alguien la luna. Lo importante no es que la persona a quien se la señalas mire el dedo (es decir, las palabras o los conceptos) sino que mire la luna (es decir, aquel lugar al que apuntan las palabras). Si tu manera de expresar la experiencia es demasiado conceptual o intelectual, en vez de trasladar la experiencia directamente, estarías trasladando una serie de ideas sobre la experiencia. Si te fijas, la misma metáfora de la luna a mí me ha servido para que entiendas lo que te quería explicar; pero lo entiendes de una forma más vivencial si acudo a una imagen (la luna y el dedo) que si te lo digo en abstracto, ¿verdad? Aquí empezaría lo literario.

Las técnicas narrativas son te permiten recrear un mundo concreto, visible, en el que vivir y sentir a través de tus personajes, y en el que invitarás a vivir y a sentir, a su vez, al lector.

De esta forma, usamos una forma suave, divertida, lúdica e integrativa de afrontar nuestras emociones y nuestros conflictos para que no nos dañen, tal y como yo lo estoy haciendo con mi proceso con el cáncer.

Acuérdate de que la coraza proviene de encontrarte en una paradoja: por un lado, quieres expresar tu experiencia emocional, pero por otro lado tus emociones te hacen daño y tiendes a huir de ellas. Bueno, pues si entras en la escritura por la puerta de la creatividad, la concreción y la recreación, esto te permitirá abrir el corazón de un modo sencillo y que no te dañe.

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Si quieres indagar en todo esto, aquí tienes información sobre el acompañamiento Escribir desde el Corazón.

5 comentarios en «Abrir el corazón a través de la escritura»

  1. No se puede contar mejor, acercarnos a la coraza para ver sus grietas, abrirla, observar por donde se puede romper para poder entrar al sentir y acceder al corazón.
    Sí, eso hacemos 😉

    Responder
  2. Así estamos, con miedo a entrar en esa coraza que, al mismo tiempo, oprime tanto. Gracias por contarlo de una manera tan bonita y clara
    📖✏️😃

    Responder
  3. Efectivamente cuando te han roto el corazón lo recubres con una coraza.
    Que buena la imagen, el corazón dentro de una cascara de nuez.
    Corazón acorazado y dependiendo de lo que hayas sufrido la coraza es más o menos gruesa.
    Magnífico texto Isabel como siempre.
    Abrazo fuerte

    Responder
  4. Gracias Isabel
    Ha sido muy enriquecedor leerr tu reflexión. Casi todos tenemos el corazón acorazado en menor o mayor grado producto de los duelos mal gestionados
    Saludos

    Responder

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