Mi agradecimiento a Adela Iglesias, que en 2018 fue la creadora inicial de este decálogo, basándose en su aprendizaje en el curso que estaba realizando conmigo.

El resultado de nuestros actos depende, en buena medida, de la intención que subyace a la acción. Si no nos preocupamos de depurar dicha intención, lo normal es que erremos, y ni siquiera sepamos por qué. En el terreno de la escritura, tenemos muchísimas ideas preconcebidas y condicionamientos subterráneos que, si no nos entrenamos en desarmar, harán que nuestros textos no funcionen, ni para nosotros ni para los lectores, por mucho que nos esforcemos en ello.

En la escritura, como en la vida, las ideas preconcebidas y los condicionamientos no hacen más que alejarte de textos saludables que te acerquen y conecten con el lector. Share on X

Así que aquí te propongo un decálogo que, si lo imprimes, lo colocas en tu escritorio, y te lo lees antes de ponerte a escribir, te ayudarán a hacer una labor de limpieza intencional y te situarán en un punto de partida saludable para lanzarte a escribir.

1. Hasta que no tenga otros asideros narrativos fiables, no olvidaré incluir en mis relatos una temática, un protagonista, un conflicto y un cambio.

2. No escribiré en abstracto: la memoria narrativa del lector funciona por impulsos emocionales y vivenciales, no por acumulación de datos o ideas.

3. No atribuiré al lector el papel de«adivino» (no tiene por qué intuir mis intenciones más ocultas, y ni siquiera tiene por qué apreciar mi especial forma de sugerir las cosas) ni tampoco de «pardillo» (no hace falta explicarle las cosas como a un niño).

La temática ha de poder ser interpretada por el lector en cada punto de la historia y el sentido profundo de tu relato, ha de atenerse a aquello que marca la diferencia entre el momento en que se produce el cambio en el personaje y… Share on X

4. Propiciaré que las ideas para mis relatos vengan ya de la mano de un entorno físico y tangible (más que mental) que sea propicio para la trama; es decir, de unas coordenadas válidas de lugar, tiempo y acción cuyo manejo me permita hacer llegar al lector lo que quiero transmitirle (la temática) sin tener que explicárselo.

5. Me recordaré periódicamente que la temática ha de poder ser interpretada por el lector en cada punto de la historia (incluso en la primera línea) y no consiste, ni mucho menos, en una revelación final que le haga entenderlo todo de golpe. La revelación o explosión final proviene precisamente de todo un trabajo previo de descifrado e interpretación.

6. Introduciré la descripción al hilo de la acción. En un relato breve no me puedo permitir detener la acción para ejercer la contemplación.

7. Otorgaré al protagonista la responsabilidad sobre cómo actuar sobre su propio conflicto, y no a otros personajes, a elementos externos o al propio lector.

8. Tendré en cuenta que los lectores se han de identificar con el protagonista, pero también con el antagonista, así que este puede ser malo, pero si no se puede ver en él a un ser humano y no está a la altura del protagonista, no cumple bien su función, que al fin y al cabo es ejercer de contrapunto del protagonista.

9. Para encontrar el sentido profundo de mi relato, que se ha de revelar en el momento del clímax, me atendré a aquello que marca la diferencia entre el momento en que se produce el cambio en el personaje y cualquiera de los otros anteriores o posteriores.

10. Buscaré una razón narrativa para cada suceso que incluya en la historia, incluso si quiero hablar del azar. Lo que pretendo precisamente es simplificar la vida real para poder analizarla más en detalle y, quizá, si hay suerte, encontrarle un sentido, o como mínimo encontrarle un sinsentido congruente.

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Espero que estos 10 mandamientos te sean de utilidad en tu camino hacia conectarte con tus historias a un nivel profundo y, de paso, hacerlo con quienes te leen.