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Mi estancia en Tamera IV

Es extraña esta sensación de grupo o tribu que se empieza a gestar en mí, o en nosotros, o qué sé yo dónde. Solo llevamos aquí dos días y ni siquiera conozco de primera mano a todas las personas del grupo, pero ahí está esa sensación de que todos somos uno, aunque cada miembro sea de su padre y de su madre.

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Mi estancia en Tamera III

El primer día en Tamera es una especie de introducción: se nos invita a meter los deditos del pie en el agua antes de lanzarnos a un lago imponente y desconocido.

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Mi estancia en Tamera II

La llegada a Tamera el 9 de julio de 2024 fue entre mágica y salvaje. Después de siete horas de viaje (desde Madrid), en que me iba desviando con el Fiat 500 blanco de alquiler por carreteras cada vez más comarcales y polvorientas, acabé en un camino de arena ocre y piedras puntiagudas que amenazaban a las ruedas con un pinchazo en cualquier momento. A medida que me acercaba a mi destino, la vegetación iba aumentando por momentos a los lados del camino, hasta que detrás de una curva me encontré con un cartel de colores en el que ponía «Tamera» y un precioso lago bordeado de árboles y plantas que no pegaba nada con la aridez de la zona.

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Mi estancia en Tamera I

Hay veces que un viaje se convierte en algo más que un viaje, o digamos que, además de desplazarte físicamente a un lugar y realizar actividades diferentes a las que marca tu rutina diaria (como ir a la playa, visitar una ciudad nueva o pasear por el campo), de pronto entras en otra dimensión mental y emocional, y entonces el viaje supone un salto cualitativo en tu vida. Eso es lo que me ha pasado con mi viaje a Tamera.

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Mi estancia en Tamera IV

Es extraña esta sensación de grupo o tribu que se empieza a gestar en mí, o en nosotros, o qué sé yo dónde. Solo llevamos aquí dos días y ni siquiera conozco de primera mano a todas las personas del grupo, pero ahí está esa sensación de que todos somos uno, aunque cada miembro sea de su padre y de su madre.

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Mi estancia en Tamera III

El primer día en Tamera es una especie de introducción: se nos invita a meter los deditos del pie en el agua antes de lanzarnos a un lago imponente y desconocido.

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La llegada a Tamera el 9 de julio de 2024 fue entre mágica y salvaje. Después de siete horas de viaje (desde Madrid), en que me iba desviando con el Fiat 500 blanco de alquiler por carreteras cada vez más comarcales y polvorientas, acabé en un camino de arena ocre y piedras puntiagudas que amenazaban a las ruedas con un pinchazo en cualquier momento. A medida que me acercaba a mi destino, la vegetación iba aumentando por momentos a los lados del camino, hasta que detrás de una curva me encontré con un cartel de colores en el que ponía «Tamera» y un precioso lago bordeado de árboles y plantas que no pegaba nada con la aridez de la zona.

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Mi estancia en Tamera I

Hay veces que un viaje se convierte en algo más que un viaje, o digamos que, además de desplazarte físicamente a un lugar y realizar actividades diferentes a las que marca tu rutina diaria (como ir a la playa, visitar una ciudad nueva o pasear por el campo), de pronto entras en otra dimensión mental y emocional, y entonces el viaje supone un salto cualitativo en tu vida. Eso es lo que me ha pasado con mi viaje a Tamera.

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