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Escribir es entrar en la selva

Escribir es como entrar en la selva. Isa Cañelles

Autora: Mercedes Adán

Quiero contarte lo que es para mí tener en cuenta el cuerpo en el acto de escribir.

Voy a reconocer, para empezar, que soy perfeccionista. A veces me engaño y me digo que no lo soy, porque serlo no me lleva a un buen resultado, sino a agobiarme y a bloquearme. Pero los hechos me dicen que es así: doy muchas vueltas a las cosas, quiero hacerlas bien, supero el tiempo que me pongo para cada tarea y siempre pienso que todavía puede estar mejor.

Empecé a escribir haciendo relatos que «pensé» mucho y que, a veces, me parecían buenos, ¡les había dado tantas vueltas para que funcionaran! Cuando los leían amigos o compañeros de escritura me daban honestamente su punto de vista, llegaban a eso en lo que más me había esforzado, y no les convencía. Ese momento en el que te das cuenta de que tu texto no funciona como esperas, es en el que mucha gente deja de escribir. Nunca me agradeceré lo suficiente a mí misma que, con mi desilusión a cuestas, me pusiera a buscar lo que no funcionaba y a probar cosas. 

Me di cuenta de que necesitaba «sentir» las historias de mis relatos, “encarnarme” en los personajes o en las situaciones que ellos vivían, para saber de verdad su historia. Clic para tuitear

Cuando ocurrió esto, yo iba a trabajar en coche y tenía unos cuarenta y cinco minutos para llegar al trabajo, y otros cuarenta y cinco minutos de vuelta, diarios. Hasta entonces iba escuchando música o noticias. Apagué la radio y empecé a hacer los recorridos en silencio. Imaginaba ser el protagonista del relato con el que estuviera en ese momento y cada calle por la que pasaba: el chico rubio que pedía cada día en el mismo semáforo, la mujer que arrastraba a su hija con cara cansada delante de la salida de mi garaje cada día a la misma hora, la luz que iba cambiando cada día de cada estación, cada cosa grande y pequeña, empezó a tener una dimensión distinta y extraordinaria.  

Me di cuenta de que necesitaba «sentir» las historias de mis relatos, encarnarme” en los personajes o en las situaciones que ellos vivían, para saber de verdad su historia. Mi cuerpo sentía a veces escalofríos, otras se alegraba y se enderezaba, o se encogía y se quedaba sin fuerzas. Si mi personaje entraba en rabia mientras yo imaginaba ser él, bajaba agitada después de aparcar con ganas, de abrir la puerta de la oficina con tanta furia, que tenía que pararme a respirar y calmarme, antes de entrar a encontrarme con mis compañeros.

Así, con silencio y tiempo para sentir, mis relatos empezaron a tener una acción más conectada con lo que de verdad ocurría. Ahora podía pasar cualquier cosa, no solo lo que yo ya había imaginado. Había más acción, y acciones inesperadas, que me sorprendían y me daban información. Lo que se movía en los relatos me llevó a diferenciar y apreciar lo que pasaba en mi cuerpo, pues podía sentir y fijarme en muchas más cosas de las que yo pensaba que pasaban corporalmente en mí. Y al sentir, comprendía a mis personajes y vislumbraba la salida de su túnel o hacia donde debían ir.

Escribir es, por encima de todo, descubrir. Clic para tuitear

Diría que en esa época no solo desperté la comunicación con mi cuerpo, además tuvimos diálogos realmente interesantes. A veces me decía que no podía más con las emociones, otras que las confundíamos, a veces que no traducíamos bien lo que necesitaba. Pacientemente, me fue contando, y cuando entendía o sentía lo que me decía, había una especie de clic. Ese clic era dar con la varita mágica de la transformación.  

Mi cuerpo me gritaba que necesitaba moverse, que le había tenido demasiado tiempo amordazado, atado, quieto, que había sometido sus impulsos y sus ganas, que estaba harto de estar inmóvil ante cosas que le volvían loco y le empujaban a hacer algo. A veces me decía que necesitaba jugar o rodar por el suelo, otras que había que descansar o hacerse un ovillito para depurar la tristeza y la desilusión. Mi cuerpo es increíble y sabe muchísimas más cosas que yo.

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Porque en verdad, hay muchísimas cosas que yo ignoro y que no puedo saber almacenando conocimiento. Solo las descubriré a través de abrirme a captar la realidad de una manera más sutil y conectada. La naturaleza humana, la tuya y la mía, la de todos, se conoce cuando se experimenta, cuando nos dejamos sentir y nos empapamos con lo que llega. Podemos compartir el dolor, el amor, el miedo… porque todos, aunque para cada uno sea de una manera, sabemos de lo que estamos hablando, lo hemos sentido alguna vez.

Un día me preguntaron si se puede escribir sin ser un buen lector. Y bueno, yo no sabría responder a esto, aunque a todos se nos ocurre la misma respuesta lógica: leer ayuda mucho a escribir. Pero veo que los tiempos cambian. Tal vez antes podíamos ser seres pasivos que veían la tele y leían en los libros las aventuras y los descubrimientos de otros. Ahora queremos estar despiertos, mirar y ver por nosotros mismos, y la escritura es lugar de descubrir y experimentar. Si aplicas esta forma de hacerlo, que más que introspectiva es aventurera, te atreves a lanzarte a lo desconocido como si entraras en la selva y a explorar abriendo la maleza hasta encontrarte con lo que haya. Te lanzas llevando el miedo o las ganas de saber o un empeño por no rendirte, o lo que sea eso con lo que conectes a través de tu personaje. Escribir así, es ir entrando en la realidad como si pudieras descubrir una capa y luego otra y así cada vez, es ir entrando en lo profundo.

Escribir es, por encima de todo, descubrir.

Y lo que siempre se descubre es a una misma. Porque debajo de todo ese esfuerzo por buscar la manera de llegar a lo que hay y ver lo que ignoro, están esas ganas de entenderme y de saber quién soy.

Así que, si aún no lo has hecho, plantéate por qué escribes y cómo lo haces. Tal vez no te llegue esta respuesta a la primera, pero si entras un poco más profundo, seguro que tú también quieres saber quién eres, qué deseas, qué necesitas, cómo puedes hacer tu vida mejor y con más sentido. 

Te invito a escribir como herramienta de exploración, para ver un poco más allá. Haz de la escritura una aventura en la que el protagonista eres tú. Será emocionante y podrás llegar a eso que está escondido en lo más intrincado de la selva. Sea lo que sea.

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Si te interesa esta forma de escribir, puedes probar el curso «Escribir desde el cuerpo».

 

2 comentarios en «Escribir es entrar en la selva»

  1. Hola, Mer.
    Me ha encantado tu forma sencilla pero profunda de apuntar a lo esencial.
    <>
    ¡Qué bien lo cuentas! Te he visto dentro de ese coche atenta a las vidas ajenas que se cruzan en tu camino, y sintiendo.
    ¡Gracias por tu compartir!

    Responder
  2. Ester, gracias por comentar.
    Sí, puede ser un poco cotilla también, pero la verdad es que sentía mucha curiosidad e interés. Creo que los escritores tenemos que ser un poco así: mirar mucho y asombrarnos más.
    Un abrazo muy grande 😉
    Mer

    Responder

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