A lo largo de los meses de confinamiento, todos hemos podido ponernos en contacto con algo en nuestro interior que trasciende la mente racional y que no solemos tocar. De hecho, nos habíamos inventado toda una vida y una sociedad llena de quehaceres y normas para no tocar ese punto blando y vulnerable, a la vez que creativo, libre y salvaje. Es esa parte —¿podríamos llamarla corazón?— que de pronto prevalece en nosotros cuando se nos muere un ser querido, cuando sufrimos un accidente y estamos cerca de la muerte, cuando padecemos una enfermedad grave… O, al parecer, también cuando hay una pandemia mundial.
En esos momentos, todo nuestro sistema de valores y prioridades se pone del revés. Lo que creíamos esencial en nuestra vida (comprarnos un coche, ascender en el trabajo, ganar más dinero, conseguir financiación, vestir mejor que nadie…) de repente se vuelve irrelevante, mientras que otros asuntos siempre postergados (abrazar a nuestros hijos sintiendo su cuerpo anhelante, estar a solas con nosotros mismos, conectar con nuestro sufrimiento existencial, expresarnos con honestidad…) pasan a primer plano.
Y ahora que durante este periodo de tiempo hemos podido experimentar el día a día en carne viva, afrontando a pelo el miedo, la incertidumbre, la ira, la ternura, el amor, la compasión… resulta que nos toca volver a la «normalidad». ¿Estás seguro de querer poner en marcha la locomotora para reemprender tu fugaz viaje hacia la muerte?
Ahora , tras haber afrontado a pelo el miedo, la incertidumbre, la ira, la ternura, el amor, la compasión... nos toca volver a la normalidad. ¿Estás seguro de querer poner en marcha la locomotora para reemprender tu fugaz viaje… Share on X
Ante la nueva normalidad, siéntate y medita
Personalmente, creo que es muy buen momento —antes de echarte a la calle— para sentarse a meditar. Por si nunca lo has hecho, voy a tratar de solventar algunos malentendidos habituales:
- Meditar no es pensar, ni tampoco dejar de pensar. Meditar tiene que ver con llevar la atención a un soporte (que puede ser en principio la respiración), tratando de combinar la nitidez en la percepción con la relajación. En contraste con esa propuesta (la de llevar la atención a la respiración) se descubre lo que ocurre en nuestra mente y se aprende a trabajar con ello sin lucha.
- Meditar no tiene el propósito de alcanzar la paz o la calma, sino el de aprender a relacionarte de una forma pacífica con tu experiencia (por virulenta que sea).
- Meditar no es desconectarte de los conflictos para perseguir sensaciones agradables y adormecedoras, sino precisamente permanecer conectado al momento presente con un corazón abierto y valiente.
- Meditar no es fantasear con un estado idílico de consciencia, sino volver una y otra vez a tu mente ordinaria, topándote con tus patrones habituales de evasión y despiste.
- Meditar no es un entretenimiento, pero tampoco conviene que se convierta en una obligación. Es más bien una elección personal para dar un sentido a tu vida más allá de la estrechez de miras del ego.
- Meditar no es dejar la mente en blanco ni hundirte en «la nada», sino más bien conectar con «el todo», con nuestra fuente original de energía y creatividad.
- Meditar no es una pose espiritual ni un requisito para tener glamour en los círculos selectos del crecimiento personal; de hecho, te pone en contacto con las partes más ordinarias y vulgares de tu persona, porque saca a la luz cualquier autoengaño y te desenmascara una y otra vez.
- Meditar no te hace más eficaz en tus tareas, sino que invierte el orden de prioridades habitual, de forma que en tu vida diaria aplicarás la apertura en vez de la cerrazón, la pausa en vez de la prisa, el sentido común en vez de la compulsión, el poder en vez de la fuerza.
- Meditar no es gimnasia mental, sino permitir que tu cuerpo, tu corazón y tu mente sintonicen, clarificándose los oscurecimientos que nos impone el intelecto.
- Meditar no aplaca tus emociones, sino que te pone en contacto con el espacio infinito —como el océano— donde se desencadenan todos los fenómenos —que serían las olas—, y te enseña a no quedarte enganchado a la encrespada superficie de las emociones pasajeras.
La meditación en estos momentos puede hacerte iniciar la desescalada de una forma en que no desconectes de todo lo que has aprendido en estos meses de «retiro». Share on X
Así pues, aplicar la meditación en estos momentos puede hacerte iniciar la desescalada de una forma en que no desconectes de todo lo que has aprendido en estos meses de «retiro».
Ojalá nos veamos por el camino.
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7 comentarios en «Meditar en tiempo de crisis»
Hola, Isa,
De nuevo, me ha encantado tu post, me sirven mucho los puntos aclaratorios sobre lo que no es meditar, porque me estaba preguntando si lo estaba haciendo bien. ¡Muchas gracias!
Me alegro de que te haya servido, Garbiñe :-).
Un abrazo fuerte,
Isa
Gracias Isa! Yo personalmente tenía la meditación olvidada…Lo difícil para mí siempre ha sido instaurar y fortalecer el hábito de meditar. Ahora es un buen momento. Te abrazo,
Hola, Andreina,
Sí, la primera fase, que es la de propiamente sentarte a meditar, es la más difícil. Yo recomiendo empezar por muy poquito tiempo, 10 minutos, y tratar de asociarlo a algo que hagas todos los días (como lavarte los dientes) para coger disciplina y no ponerte excusas. Poco a poco, luego, ya se va creando el hábito y puedes ir aumentando el tiempo.
Un abrazo fuerte,
Isa
Querida Isa,
Cierto. Maravilloso, valiente!
Gracias, Pilar :-).